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Ferrocarril del Istmo: a un siglo, ¿qué puede (volver a) salir mal?

La toma de tramos de Ferrosur forma parte de un plan que, mediante el Corredor Interoceánico, conectará con el Tren Maya, como parte de una ambición que data de hace más de 100 años.
mar 30 mayo 2023 05:03 AM
ferrocarril istmo tehuantepec
El Ferrocarril del Istmo busca ser el pilar para que el Corredor Interoceánico compita con el Canal de Panamá; sin embargo, la inseguridad y la falta de una política industrial apuntan a frustrar esta meta.

El Ferrocarril del Istmo parece ser la última pieza de un sueño ferroviario que se ha extendido por más de un siglo. Desde inicios del siglo XX, la región del sureste fue vista como un punto crucial para constituirse como un puente logístico que conectaría el centro y sur del continente con el mercado estadounidense y canadiense. Ahora, a más de 100 años de que aquella estrategia resultara frustrada, el plan se retoma con la esperanza de conectar con el último de los grandes proyectos de la administración del presidente López Obrador: el Tren Maya.

El Ferrocarril del Istmo es un proyecto que se ha buscado impulsar por casi dos siglos. Desde 1842 hubo negociaciones e intentos de construcción de la vía que no tuvieron éxito, y su construcción se dio de manera tropezada a partir de 1880. Fue hasta el 23 de enero de 1907 que se inauguró el Ferrocarril de Tehuantepec con una longitud de 310 kilómetros, junto a otras infraestructuras que a la fecha permanecen como figuras clave: los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz.

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En ‘El ferrocarril de Tehuantepec. Un sueño para conectar los dos océanos, siglo XIX’, la investigadora Leticia Reina Aoyama rescata que los primeros seis años fueron de éxito para el Ferrocarril de Tehuantepec, pues llegó a transportar hasta 850,827 toneladas de carga interoceánica. Pero el Canal de Panamá desplomó el potencial del proyecto en 1914, cuando pasó el primer barco a través del Canal de Panamá, lo que llevó a la carga a reducirse en una tercera parte, y al año siguiente bajó 77%.

A ello se sumaron otros factores en contra. La administración del proyecto se dio cuenta de que la línea no reunía las condiciones físicas para el tráfico interoceánico (intenso y pesado) y de que los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos no tenían el calado ni las instalaciones necesarias para recibir barcos de gran tonelaje. A ello se sumó el movimiento revolucionario, pues en esos años el ferrocarril “sirvió casi exclusivamente para el transporte de las tropas carrancistas y del petróleo que seguían requiriendo los barcos que hacían escala en Salina Cruz”, refiere Reina Aoyama.

Era tal la relevancia de la región del Istmo, que el gobierno de Benito Juárez impulsó en 1859 el Tratado McLane-Ocampo, en el que buscaba la construcción de infraestructura ferroviaria a cambio de ciertos derechos para Estados Unidos, relata Jorge Molina Larrondo, consultor en políticas públicas y profesor del Tecnológico de Monterrey.

“Fue un tratado que negoció Benito Juárez con Estados Unidos en el que se ofrecía, a cambio del apoyo con armas y en su momento con soldados ante Maximiliano y sus huestes, la posibilidad de construir tres ferrocarriles en el territorio mexicano y darles el paso de por vida a personas y productos estadounidenses. Uno de esos tres era un ferrocarril en el Istmo”, refiere.

El Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec, que fue constituida como empresa en octubre de 1999, tiene el reto de retomar prácticamente donde el ferrocarril de Tehuantepec se quedó como parte de un proyecto más grande: el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT).

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¿Qué rol juega el Ferrocarril del Istmo en el Corredor Interoceánico?

El CIIT es un proyecto logístico que contempla la parte más estrecha del país, de Salina Cruz, Oaxaca, a Coatzacoalcos, en Veracruz. El Ferrocarril del Istmo es uno de los pilares del Corredor en lo que a transporte se refiere.

A través de la rehabilitación de la Línea Z –de 212 kilómetros, que va de Salina Cruz, Oaxaca, a Medias Aguas, Veracruz–, se busca crear la infraestructura necesaria para el transporte de mercancías de la mano de vías carreteras con un objetivo similar al planteado hace más de 100 años: ser un puente logístico para que la carga proveniente del océano pacífico pueda continuar su tránsito hacia Estados Unidos, sin rodear por el Canal de Panamá.

El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec está a cargo de la Secretaría de Marina por decreto desde marzo de este año, y se amplió su objeto para instrumentar una plataforma logística multimodal que integra a los puertos de Coatzacoalcos, Salina Cruz, Dos Bocas y Chiapas, y su interconexión mediante la integración de Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec.

Sin embargo, en la parte ferroviaria el gobierno federal no tenía un libre paso en toda la red, que en varios tramos estaba concesionada a Ferrosur, de Grupo México. Por ello, el pasado 19 de mayo, el gobierno federal declaró “de utilidad pública” el tramos de la líneas Z, que corren de Medias Aguas a Coatzacoalcos (por 91.219 kilómetros); ZA, que va de Hibueras a Minatitlán (de 11 kilómetros); y FA, que va de El Chapo a Coatzacoalcos (de 18 kilómetros).

La intención del presidente López Obrador es conectar esta red –por completo en manos del Ferrocarril del Istmo– con el Tren Maya, que también operará carga a partir de septiembre del próximo año.

Para Roberto Aguerrebere, coordinador del Comité de Infraestructura del Transporte del Colegio de Ingenieros Civiles de México (CICM), la previa existencia de vías hacia Mérida y Valladolid es la prueba de que había potencial para el segmento de carga en la región del Tren Maya, que históricamente se ha visto afectada por problemas de invasión, derechos de vía y falta de mantenimiento, entre otros rubros.

“La clave está en enlazar esta parte del tren de la península, con una infraestructura ya rehabilitada y más moderna, con el resto del sistema ferroviario nacional”, explica.

Los datos dan muestra de ello. Por sí solo, el Ferrocarril del Istmo ha transportado alrededor de 0.5% de la carga nacional. De acuerdo con cifras del gobierno federal, entre 2009 y 2019 el pico de carga transportada se alcanzó en 2011, cuando el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec movió 1.55 millones de toneladas. Entre ese año y 2019, la carga cayó a 1.32 millones de toneladas.

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Para Molina Larrondo, la persistencia de la inseguridad –que incluso ha llevado a los operadores ferroviarios a transitar escoltados– y la falta de una política que industrialice la región suponen el mayor desafío del Corredor como alternativa al Canal de Panamá, que, para empresas estadounidenses, implica un tiempo adicional de hasta más de un día, cuando el estrecho del CIIT puede recorrerse en un par de horas por tren.

“Son alrededor de 250 km los que van del Istmo de Tehuantepec, lo que lo hace muy atractivo. Aun cuando el Canal es más estrecho, te ahorras bajar a Panamá para volver a subir, eso es una gran ventaja. A final de cuentas, los usuarios pueden ser de todas partes del mundo”.

¿Cuáles son los avances del Corredor Interoceánico?

De momento, el CIIT aún tiene varios proyectos por terminar si busca iniciar operaciones a finales de año.

Para el pasado marzo se tenía prevista la finalización de los estudios marítimos relacionados con el rompeolas de Salina Cruz, así como el retiro del rompeolas existente del Puerto Comercial del mismo recinto. Para julio, se prevé terminar la rehabilitación y alineamiento de muelles del Puerto Comercial y el proyecto del Centro Regulador de Tráfico. Para octubre, se espera concluir la construcción del Rompeolas Oeste en Salina Cruz.

Además, el presidente dijo que en alrededor de dos semanas lanzará una licitación para la construcción de 10 parques industriales, que integrarán los polos de desarrollo del proyecto.

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