La historia de Lakach es larga. Fue descubierto en 2007 y abandonado por Pemex en 2016. La aprobación para que se retomara el proyecto por parte de la Comisión Nacional de Hidrocarburos resultó de un proceso controvertido, con la renuncia de quien fuera el comisionado presidente justo cuando el plan estaba en discusión y la resistencia de otros miembros del pleno para su aprobación.
“Carso le ha entrado a negocios muy productivos, el resto [de activos] que ha adquirido son muy rentables, pero creo que este, sin duda, es mucho más estratégico, no va a ser gran negocio, pero sí lo va a posicionar en términos políticos”, dice una fuente de alto nivel que asesoró a New Fortress Energy en el proyecto y que pidió no ser citada.
De lograr producción, planeada para dentro de dos años y medio, Carso se convertiría en la primera compañía en lograr producción de hidrocarburos de aguas profundas en el país. Para ello echará mano de la estadounidense Talos Energy México, una de sus adquisiciones, para las labores técnicas. Hasta ahora, Carso no ha sido un gran operador de campos petroleros y su experiencia ha sido más basada en la prestación de servicios.
New Fortress Energy, la empresa que se había comprometido a invertir 1,200 millones de dólares antes que Carso, decidió dejar el negocio el año pasado cuando Pemex no pudo garantizarle la producción de gas proyectada y se negó a firmar unas garantías al respecto, según fuentes. La idea de negocio de la estadounidense era quedarse con alrededor del 70% de la producción de gas, para licuarlo y exportarlo al mercado asiático, donde el precio de la molécula es mucho más alto. Tomando cuenta eso último, el negocio podría resultar rentable.
Pero el plan de Carso es que la producción de gas se quede en el país y cubra la oferta del mercado doméstico. Así, las probabilidades de rentabilidad bajan porque el precio del gas en México, está prácticamente indexado al estadounidense, uno de los mercados más competitivos del mundo.
Grupo Carso ha firmado un Contrato de Servicios Integrales de Exploración y Extracción (CSIEE), un modelo que hasta ahora poco le ha funcionado a Pemex y ha sido poco atractivo para el mercado privado. En este tipo de contrato, la compañía privada prácticamente ejecuta la obra, y es necesario la generación de ganancias para pagar recuperar las inversiones. Es decir, Carso no recibiría ningún rendimiento hasta el comienzo de producción y ventas. Pemex se quedará con la titularidad del campo en el contrato que tiene como vigencia julio del 2041.
“Puede estarse viendo desde los dos lados (una parte política y otra de negocio) porque al final Carso tiene filiales relacionadas que ejecutan el trabajo, y por ahí ya comienzan a ganar algo. Entonces aquí se está apostando a que el precio del gas y las ventas que se generen sean suficientes para recuperar la inversión, pero hay que recordar que el precio del gas en México sigue relativamente cerca a lo que pasa en Estados Unidos, donde el precio es bajísimo”, dice Andrés Armijos, de la consultora Welligence.
La inversión total estimada para el desarrollo del campo, según el plan entregado a la Comisión Nacional de Hidrocarburos, es de 1,789 millones de dólares. Esta cantidad no toma en cuenta los 1,000 millones de dólares que la estatal Pemex invirtió de manera previa y de la que no obtuvo resultados.