El caso en México
Santos siguió este mismo modus operandi en México. En septiembre del año pasado, Ethos ofreció entrevistas a medios de comunicación en el país, a través de agencias de relaciones públicas, para discutir sus planes de negocios, entre ellas, a Expansión. En ellas se comprometía a invertir 300 millones de dólares durante los próximos dos años, centrándose, principalmente, en los sectores de manufactura, textil, automotriz, química, energía y turismo.
“Vemos un gran potencial debido al rápido crecimiento del déficit de financiamiento de diversos proyectos en los últimos años, y en Ethos tenemos plena confianza en nuestra capacidad para impulsar proyectos clave para el desarrollo del país”, afirmó Santos a través de un comunicado en ese momento.
El directivo dijo que, desde su fundación en 2012, Ethos había financiado internacionalmente cerca de 88 proyectos, con un total que superaba los 1,150 mdd en todo el mundo.
Sin embargo, al momento de responder a la pregunta específica sobre los nombres de los proyectos exitosos que había llevado hasta ese momento o posibles clientes en México, Santos prefería no decirlos, alegando que era por contratos de confidencialidad.
Una fuente que prefirió permanecer en el anonimato reveló haber sido analista financiero en una de las empresas que consideraban asociarse con Ethos. Según esta persona, si bien había un interés genuino por parte de cuatro compañías de manufactura en recibir financiamiento de Ethos, las alarmas comenzaron a sonar. “Empiezas a sospechar porque parecía demasiado bueno para ser verdad. ¿Cómo pueden ofrecer dinero y préstamos al 4%?”, señala.
Además, otro foco rojo mencionado por el analista financiero es una aparente aversión de Santos a la inclusión de asesoramiento legal en las transacciones. Si un cliente potencial sugería la participación de un bufete legal durante las negociaciones, Ethos y su CEO rechazaban rotundamente la idea. “Alegaban que los abogados ralentizan las operaciones y obstaculizan el proceso. Decían que preferían trabajar de manera ágil y proporcionar recursos rápidamente a los clientes, por lo que no consideraban necesario involucrar abogados. Esto fue otra señal de alerta”, relata.
Como resultado, las cuatro empresas comenzaron a cuestionar la viabilidad de establecer una relación comercial con Ethos, y solo una decidió seguir adelante en el proceso. Las negociaciones habían progresado lo suficiente como para requerir una reunión en persona, ya que, hasta ese momento, todos los intercambios habían sido por llamadas telefónicas o videollamadas, con la presencia ocasional de supuestos socios en estas últimas.
Aunque la reunión estaba programada para realizarse en San Diego, donde supuestamente se encontraba la sede de Ethos, Santos optó por reunirse en un hotel, lo cual generó más incertidumbre.
“La intención de la reunión era verificar su ubicación. Si se trataba de un acuerdo de millones de dólares, lo esperado sería visitar una oficina corporativa con al menos 20 o 30 empleados, observar una estructura empresarial, ver las oficinas. Sin embargo, recibirnos en un hotel no inspira confianza en su seriedad”, comenta la fuente.
Santos pidió a la empresa como único requisito para acceder al préstamo una carta de crédito por el 25% del monto total por financiar. En esencia, el modus operandi en México, Estados Unidos y en todo el mundo parecía ser el mismo: solicitar un adelanto de financiamiento que nunca se materializaría.
La excusa era que esta carta permitiría a Ethos asegurar la financiación y que, después de 30 días de su entrega, sería devuelta junto con la entrega del financiamiento. Sin embargo, el problema radica en que una vez que una empresa emite esta carta, la persona que la posee puede retirar los fondos en cualquier institución financiera.
“No tiene sentido pedir una carta de crédito para obtener financiamiento. Lo habitual es que cuando se cierra un acuerdo de financiamiento, existan ciertas garantías que la empresa ofrece al financiador, pero estas garantías se otorgan cuando se recibe el dinero. Esto fue muy extraño, no era común, pero tampoco lo eran las condiciones que ofrecían”, añade la fuente. Como resultado, la empresa decidió abandonar el proceso, poniendo un punto final a la relación con Santos.
Según la fuente, Santos mantenía constantemente una narrativa bien elaborada, como si sus respuestas estuvieran predefinidas. Al presentarse, afirmaba que su fortuna provenía de haber desarrollado un algoritmo de trading, tratando así de eludir cualquier indagación sobre el origen de sus recursos. Cuando se le solicitaban sus estados bancarios al inicio de las conversaciones, los proporcionaba para dar la impresión de que todo estaba en orden.
“No es común que alguien sea millonario antes de los 30 años, pero tampoco es imposible. Sin embargo, la historia detrás del supuesto algoritmo parece sospechosa. La mención de un algoritmo es un cliché hoy en día; cuando alguien quiere justificar sus ingresos, menciona un algoritmo y, automáticamente, se presenta como millonario”, comenta la fuente.