Eso es lo que el mercado esperaba, al menos en el discurso, de Sheinbaum Pardo, una física que se decantó por el estudio de la energía y el medio ambiente, pero que hasta los últimos días de la administración obradorista se apegó al discurso del expresidente.
Ahora, en el documento, ha asegurado que no dejará de lado las bases del sexenio pasado, pero que ahora su propuesta es la de “descarbonizar la matriz energética lo más rápido posible”.
“La política energética tiene una doble tarea: por un lado, el correcto funcionamiento del sector energético durante el periodo de gobierno; por el otro, la construcción de bases sólidas para vencer la inercia y redireccionar al sector hacia un futuro real y genuinamente sostenible”, dice el documento.
“Al que solo se llegará reconociendo el declive geológico en ambos lados de la frontera, la abundancia de las energías renovables pero también de las limitaciones, por ejemplo, de los minerales como el litio y otros, para satisfacer la demanda de las tecnologías alternativas que las aprovechan, y la posibilidad de continuar el desarrollo sin aumentar necesariamente el consumo de energía”, añade.
La administración de Sheinbaum ya ha hecho algunos guiños hacia una política más inclinada hacia las energías limpias. Decidió reducir a 1.8 la meta de producción de petróleo –que se sitúa cerca de la cantidad actual y que está por debajo del objetivo obradorista de llegar a 2 millones de barriles diarios– y ha colocado en sus puestos claves a hombres especializados en energías renovables. En la dirección de Pemex ha decidido colocar a Víctor Rodríguez, un académico especializado en transición energética; y a Juan José Vidal Amaro y Jorge Islas Samperio, dos investigadores del tema, al frente de las subsecretarías de hidrocarburos y transición energética, respectivamente.
El plan de Sheinbaum Pardo ha rescatado de la estrategia del sexenio pasado la fijación de precios y tarifas respecto al precio de los combustibles y el fortalecimiento de la CFE y de Pemex como empresas públicas. “La política energética 2024-2030 se inscribirá en línea de continuidad con el esfuerzo realizado durante la primera etapa de la transformación (como autodenominan al periodo de López Obrador) sin descartar flexibilidad y ajustes que tomen en cuenta logros alcanzados, nuevas preocupaciones, escenarios previsibles a 2030 y preocupaciones de largo plazo”, se lee en el documento.
Pero ha inscrito nuevos objetivos como el de reemplazar los vehículos convencionales; aumentar la generación de centrales eólicas, solares y mediante generación distribuida. Ese es el principal punto de los cambios en la política de ambos sexenios: la administración obradorista decidió hacer de lado la generación eléctrica a través de esos medios por considerar que ponían en riesgo al sistema y por priorizar la centrales de la estatal CFE.
El documento de Sheinbaum no menciona cuáles serán los proyectos a desarrollarse en los próximos años. Aunque ya ha mencionado, aunque sea de manera escueta, a las compañías privadas y ha dicho que para la generación de este tipo “deben establecerse reglas claras, justas que generen certeza”.