“El objetivo es aprovechar la posición estratégica de México bajo el tratado comercial de América del Norte y fortalecer las relaciones internacionales para atraer inversiones al país. Para cumplir esta prioridad, se propone integrar la infraestructura con un enfoque intermodal”, se menciona en el documento.
En esta línea, las acciones han comenzado a tomar forma. En el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF), los proyectos ferroviarios contemplan una inversión de 149,000 millones de pesos, lo que equivale al 78.8% del total destinado a las obras clave de infraestructura para el próximo año.
Además, a inicios de este mes, desde Palacio Nacional se anunció una inversión de 32,875.2 millones de pesos destinada a la modernización y ampliación de seis puertos estratégicos: Ensenada, Manzanillo y Nuevo Manzanillo, Lázaro Cárdenas, Acapulco, Veracruz y Progreso.
Aunque el sector aeroportuario no ha recibido una asignación tan significativa de recursos, los planes de la presidenta incluyen la ampliación de aeropuertos clave como Lázaro Cárdenas, Puerto Escondido, Torreón, Tepic y Tamuín.
La apuesta parece bien encaminada, centrada en un área históricamente vulnerable para el país. Según Óscar Silva Eguibar, socio de Roland Berger México, “la infraestructura ha sido una de las grandes debilidades de México en términos de competitividad”. “Si analizamos la competitividad de México en muchos elementos, lo que nos duele son los temas de infraestructura, es lo que nos ha dolido históricamente”, agrega.
El especialista asegura que desde la firma se tiene conocimiento de varias “empresas interesantes” en llegar a México, pero esto no podría realizarse sin contar con un aparato logístico más robusto.
Silva subraya que, aunque México es competitivo por su proximidad a Estados Unidos, los costos de transporte por kilómetro son elevados. “El tema intermodal puede ser una solución eficiente para reducir costos si se ejecuta correctamente, especialmente porque hay empresas interesadas en invertir”, explicó en entrevista con Expansión.
Hasta el momento, la apuesta principal parece ir en línea con la que se tuvo en la administración pasada de Andrés Manuel López Obrador: el sur-sureste. Proyectos como el Tren Maya y el Tren Interoceánico del Istmo de Tehuantepec contemplan una inversión para el siguiente año de, por lo menos, 65,000 millones de pesos.
En algunas regiones, como la península de Yucatán, el Tren Maya ya conecta con los aeropuertos de Cancún, Tulum y Palenque. Sin embargo, el desafío principal radica en la región del Istmo, donde, aunque los esfuerzos comiencen ahora, los resultados tardarán en materializarse.
“Estos son proyectos de mediano y largo plazo, por lo que los beneficios que se puedan generar aún llevarán tiempo en identificarse. Sin embargo, es importante señalar que el sur del país históricamente ha carecido de infraestructura adecuada, lo que ha limitado el desarrollo económico en muchas localidades. Será necesario evaluar en un periodo de dos a cinco años los avances alcanzados”, señala Julio Zugasti, especialista de Hogan Lovells, en entrevista con Expansión.
Colaboración público-privada, una clave necesaria
La apuesta de Sheinbaum no puede depender exclusivamente de la inversión pública. Los expertos coinciden en que la participación del sector privado será esencial para concretar estos planes. “Si el gobierno establece lineamientos claros y permite la participación del sector privado, que es más eficiente en ejecución y tiene un enfoque en rentabilidad, esto puede generar resultados positivos”, señaló Silva.
México se encuentra en un momento crucial, posicionado como una alternativa en medio de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. Zugasti añade que para maximizar los beneficios del nearshoring, es necesario un esfuerzo conjunto entre el gobierno y la iniciativa privada. “Ya estamos enfrentando una realidad que requiere adaptarse a las necesidades actuales del mercado”, concluyó.