Durante más de tres décadas, los fabricantes de vehículos pesados operaron bajo una lógica exportadora con foco en Estados Unidos. Pero hoy esa dinámica se ve amenazada por los nuevos aranceles estadounidenses, que afectan a los vehículos enviados desde México y Canadá que no cumplen con el T-MEC. Ante ello, el gobierno federal promueve el mercado interno como una vía para absorber parte de esa producción.
Sin embargo, este intento por reorientar parcialmente el destino de los vehículos fabricados en México choca con políticas públicas que generan efectos contrarios. Una de ellas es la regularización de vehículos usados importados desde Estados Unidos, los llamados vehículos 'chocolate', que ingresan de manera ilegal o irregular a México.
La Asociación Nacional de Productores de Autobuses, Camiones y Tractocamiones (Anpact) ve una contradicción entre querer incentivar la demanda interna, mientras se mantiene abierto un canal que permite la entrada de unidades que, en muchos casos, ya son consideradas chatarra en su país de origen.
“La reducción en la importación de vehículos usados desde Estados Unidos es fundamental para seguir fomentando y creciendo el mercado interno”, afirma Rogelio Arzate, presidente de la Anpact. “Los fabricantes que ya están localizados en México ya han apostado por México: tienen inversiones, producción, no solo para la parte de exportación, también para el mercado local”.