Modelos como el Suzuki Swift Boostergreen, el Chevrolet Onix, el Nissan March y el Mitsubishi Mirage G4 encabezan la oferta disponible en México con motores de tres cilindros, muchos de ellos con turbo para mejorar el desempeño sin sacrificar eficiencia.
Aunque en un principio eran considerados insuficientes para ciertas condiciones —como la altitud de Ciudad de México, que exige más potencia—, los avances en la gestión electrónica del motor y la adopción de turbocargadores han permitido superar estas limitaciones técnicas. Hoy, estos vehículos entregan suficiente potencia para el tránsito urbano y algunos incluso para trayectos carreteros.
Menos partes, menos costos
Además del rendimiento, otro factor que ha impulsado su adopción es la economía. Su menor tamaño implica menos partes móviles, lo que se traduce en menores costos de reparación y mantenimiento. Esto ha sido un atractivo importante para consumidores que buscan no solo un menor gasto de gasolina, sino también de posventa.
“Los motores de tres cilindros llevan menos partes: menos bujías, menos cables, menos pistones, menos bielas, menos cosas en general. Entonces, pues la reparación tiende a ser más económica y lo del turbocargador que muchísimos de ellos llevan turbocargador, sería la única cosa, digamos, que podría ser diferente al momento de repararlo”, sostiene Evaristo García, CEO de IDF.
Para las armadoras, el cambio también representa ventajas. Fabricar un motor de tres cilindros requiere menos materias primas, como acero o cobre. Esta racionalización de insumos permite bajar costos y aumentar la rentabilidad de los modelos de entrada o compactos.
“Utilizan menos materiales, hay que minar menos acero, hay que minar menos cobre, hay que minar menos plástico que viene del petróleo, etcétera. Entonces, al utilizar menos materiales, es una manera más racional de producir, lo que también les debe de bajar los costos (a las armadoras), entonces, le ayuda también a su rentabilidad”, agrega García.
Los motores grandes pierden terreno en México
La expansión de esta tecnología no implica, sin embargo, el reemplazo inmediato de las motorizaciones mayores. Los motores de cuatro cilindros siguen dominando el mercado, mientras que los de seis y ocho aún tienen un nicho entre quienes buscan vehículos más grandes y potentes, como SUVs y pickups.
“No los veo sepultados, por el contrario. Se está avanzando en la investigación y el desarrollo para hacerlos más eficientes y que requieran menos combustible, pero que sigan brindando las prestaciones de potencia, de torque y de espacio que satisfagan los requerimientos de un determinado público”, argumenta Rosales.
No obstante, la tendencia es clara. La demanda por vehículos más racionales, tanto en precio como en consumo energético, ha redefinido el estándar. Y los tres cilindros, que hace una década eran sinónimo de desventaja, hoy representan una solución de equilibrio entre desempeño, costo y sostenibilidad.
La presión regulatoria en materia ambiental y la búsqueda de menor huella de carbono también han favorecido la expansión de este tipo de motores. Al requerir menos materiales y ofrecer menores emisiones, se alinean mejor con las exigencias actuales de gobiernos, inversionistas y consumidores.
Incluso algunas marcas, como Suzuki, comienzan a combinar los tres cilindros con sistemas híbridos ligeros, en un esfuerzo por extender aún más su eficiencia y prolongar su relevancia antes de una eventual electrificación total de los segmentos compactos.