En los últimos dos años, el grupo de Carlos Slim ha ampliado su presencia en el sector energético al concretar diversos contratos con Pemex para el desarrollo de proyectos estratégicos. Entre ellos destaca la compra del 49.9% en Talos Energy México, empresa encargada del desarrollo del campo petrolero Zama. Tras esta operación, formalizada en septiembre de 2023, Pemex alcanzó un acuerdo de operación conjunta (JOA) en el yacimiento marino.
En julio de 2024, Grupo Carso y Pemex Exploración y Producción firmaron un contrato de servicios integrales de exploración y extracción para desarrollar Lakach, el primer campo de gas natural en aguas profundas del país. La inversión estimada asciende a 840 millones de dólares, con el objetivo de maximizar el valor económico de las reservas de este yacimiento ubicado en el Golfo de México.
En septiembre de 2025, Grupo Carso suscribió un nuevo acuerdo con Pemex, a través de dos de sus subsidiarias, para la perforación de pozos en el campo Ixachi, uno de los proyectos más relevantes en producción de gas y condensados del país.
La estrategia de Slim: riesgos controlados y contratos garantizados
El grupo empresarial no busca convertirse en productor de hidrocarburos, sino en un actor estructural dentro de la cadena de servicios y financiamiento de Pemex, un rol que le garantiza presencia y contratos con riesgo acotado.
En el caso de Ixachi, por ejemplo, su participación no es un contrato mixto ni un acuerdo de producción compartida. Es un servicio de perforación financiado, en el que sus subsidiarias GMS Bronco y MX DLTA NRG 1 perforarán pozos durante tres años, con pagos diferidos hasta 2027. La lógica detrás de este esquema es que Pemex asume los riesgos técnicos, Carso asegura ingresos cuando los trabajos se entreguen.
Los especialistas consultados consideran que la postura del empresario es mostrar la incondicionalidad hacia la petrolera estatal a cambio de esquemas de participación con menores riesgos e incluso, en reparación de otros contratos que no se pudieron concretar como el del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Gonzalo Monroy, socio director de la consultora GMEC, explica que el punto central de este nuevo contrato de servicios es que el pago no está vinculado a la producción. Las empresas realizarán las actividades o perforaciones que Pemex solicite y, sin importar el resultado, la petrolera deberá cubrir el costo de los trabajos ejecutados.
“¿Por qué entrar a un proyecto donde no se va a ganar dinero? Porque Carso estuvo involucrado en el aeropuerto del NAIM, el cual se canceló sin indemnizaciones, pero se está pagando con otros proyectos, y es ahí donde empieza a hacer sentido: contratos con asignaciones directas y cada vez más obras a realizar”, asegura Monroy.
El especialista señaló que este tipo de contratos no necesariamente resultan rentables para Pemex, ya que implican asumir mayores riesgos y costos sin poder condicionarlos al desempeño o a los resultados de producción de los privados. Sin embargo –dice–, tras la reforma energética del año pasado, Pemex perdió su vocación como empresa productiva y, al transformarse en una empresa de carácter social, se justifica la ejecución de proyectos o contratos que no necesariamente tienen sentido de rentabilidad.
Grupo Carso fue consultado sobre los motivos que lo llevan a seguir trabajando con Pemex y los negocios que mantiene vigentes, pero hasta el cierre de la edición no se obtuvo respuesta.
El respaldo de Slim a Pemex en tiempos de incertidumbre
El campo Ixachi, donde Carso ahora opera, es uno de los activos más importantes de Pemex, con reservas estimadas en casi 2,000 millones de barriles de petróleo crudo equivalente. Produce alrededor de 93,000 barriles diarios de aceite y 715 millones de pies cúbicos de gas, y es parte del plan para acercar a la petrolera a la meta gubernamental de 1.8 millones de barriles diarios.
“Carso está visualizando el modelo de negocios para sus empresas en el corto y largo plazo, donde la función es dar servicios a Pemex bajo la modalidad de contratos de financiamiento”, explica Ramsés Pech, socio de Grupo Caravia. De esta forma, Carso será solo una empresa que prestará los servicios que Pemex solicite, sin responsabilidad de lograr una producción de hidrocarburos, y con un pago garantizado.
“¿Qué responsabilidad tiene Carso con la producción?, ninguna. ¿Con las reservas?, ninguna. ¿Con pagarle la utilidad a Pemex de cuando menos el 40%?, ninguna. ¿Tener que justificar costos?, ninguna. En un contrato mixto tendrían que destinar una considerable cantidad de dinero con alto nivel de incertidumbre y eso definitivamente no le conviene a Carso”, añade.
En otras palabras, Slim ha encontrado un punto de equilibrio en un terreno que otros consideran minado: permanecer en la órbita de Pemex, pero sin asumir sus riesgos más grandes.
Desde 2019, Grupo Carso ha incrementado su presencia en obras energéticas: ductos, plataformas, sistemas eléctricos y servicios técnicos. El conglomerado se ha convertido en un proveedor confiable, un papel que le ha permitido mantener el flujo de contratos incluso cuando la petrolera atraviesa su peor crisis de liquidez.
Para Pemex, la relación también tiene beneficios. Carso ofrece capacidad técnica, solvencia financiera y respaldo político. En tiempos de desconfianza del capital extranjero, mantener a un actor local de tal peso es una forma de sostener la narrativa de que la empresa sigue siendo atractiva para la inversión privada.