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Retrasos en coquizadoras de Tula y Salina Cruz frenan plan de Pemex para producir más gasolinas

Las plantas coquizadoras de ambas refinerías, diseñadas para reducir combustóleo y elevar la producción de gasolinas, permanecen inconclusas. Pemex admite que siguen en desarrollo y sin fecha estimada de conclusión.
jue 30 octubre 2025 05:55 AM
Las promesas incumplidas de las coquizadoras de Tula y Salina Cruz alejan a Pemex de la autosuficiencia energética
Refinería Antonio Dovalí Jaime, mejor conocida como Salina Cruz, ubicada en el estado de Oaxaca. (Presidencia)

Las coquizadoras de Tula y Salina Cruz fueron presentadas como uno de los pilares de la estrategia energética del sexenio anterior: obras llamadas a transformar la refinación mexicana, reducir la producción de combustóleo —un subproducto contaminante y de bajo valor— y aumentar la generación nacional de gasolinas. Pero al cierre de 2025, las torres metálicas de Tula siguen inmóviles y, en Salina Cruz, el esqueleto de una planta inconclusa contrasta con el movimiento del puerto. Ambas obras quedaron a medio camino.

En Tula, Hidalgo, la obra alcanza un avance de 85%; en Salina Cruz, Oaxaca, llega al 74%. Los números no solo reflejan un rezago físico, también representan el incumplimiento de una de las promesas más insistentes de la administración pasada, aquella de lograr la “autosuficiencia energética” antes de 2026.

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¿Qué es una coquizadora?

En la práctica, las coquizadoras son el último eslabón en el procesamiento del petróleo. Su función es transformar los residuos más pesados, como el combustóleo, en productos de mayor valor comercial, como gasolinas o diésel.

Según el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), el proceso ocurre a temperaturas superiores a los 482 grados centígrados. A esa intensidad, el combustóleo se somete a un “craqueo térmico”, una ruptura molecular que permite obtener fracciones más ligeras y rentables.

Aun así, este proceso genera un subproducto conocido como coque, utilizado como aditivo en plantas cementeras. Este material, aunque menos problemático que el combustóleo, también requiere un manejo especializado y condiciones de almacenamiento seguras.

El combustóleo sigue siendo uno de los mayores pasivos del sistema de refinación mexicano. Representa entre 30% y 35% de los productos obtenidos del crudo nacional, altamente pesado y con alto contenido de azufre.

Antes de terminar la administración de López Obrador, el entonces director Octavio Romero Oropeza había asegurado que las coquizadoras entrarían en operación pronto: una a finales de 2024 y otra en el primer trimestre de 2025. Pero eso no sucedió.

En la conferencia matutina del 19 de julio de 2024, Romero aseguró que la obra de Tula “va a entrar ya en producción completa en el primer trimestre de 2025”, mientras que la de Salina Cruz “no nos va a dar tiempo de terminar, pero la vamos a dejar en el 67% de avance”. La realidad actual muestra que ambas metas quedaron por debajo de lo prometido.

El exfuncionario también sostuvo que la operación de las coquizadoras permitiría alcanzar casi la autosuficiencia energética. “Cuando lleguemos a septiembre sólo se van a comprar 52 mil barriles diarios, y en el primer trimestre del 25, ya con la entrada en pleno de la coquizadora de Tula, vamos a haber logrado el 98% de la autosuficiencia en combustibles”, afirmó entonces. Esa meta tampoco se concretó.

El peso del combustóleo y la promesa inconclusa

A un año de la gestión de Víctor Rodríguez Padilla al frente de Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresa reconoce que ambos proyectos siguen “en desarrollo” y que aún no existe una fecha estimada para su conclusión. Este retraso pospone la meta de producir más combustibles y prolonga la dependencia de México respecto a las importaciones de gasolinas.

“Para afrontar los retos de la sostenibilidad, la destrucción del combustóleo, que es la fracción más pesada de los hidrocarburos cuando son procesados, se están construyendo y seguimos construyendo las plantas coquizadoras de Tula y Salina Cruz, que empezaron a realizarse en la administración pasada y con las cuales tenemos un avance de 85% y 74%”, aseguró Rodríguez Padilla el pasado viernes.

El directivo defendió la continuidad de los proyectos y su relevancia dentro del sistema nacional de refinación. “Estos proyectos serán cruciales para reducir la producción de combustóleo y aumentar la de combustibles de alto valor”, añadió durante su comparecencia.

Para Esteban Pagés, analista del sector y fundador de Cápsula Energética, el retraso de estos proyectos compromete el desempeño de todo el sistema nacional de refinación. “Es mucha la importancia de estos activos porque repuntarán la producción de combustibles y es ahí donde recae la importancia de dichos activos”, explicó.

Pagés advirtió que cada coquizadora representa una inversión de alrededor de 60,000 millones de pesos y una complejidad técnica considerable. “La contraparte es el costo, porque estamos hablando de inversiones de unos 60,000 millones de pesos por coquizadora y son proyectos de ejecución compleja, pues estamos hablando de que sin ellos se hace trabajar a las refinerías a marcha forzada con consecuencias como accidentes o incendios”, señaló.

La falta de infraestructura para procesar este residuo obliga a la petrolera a venderlo a precios bajos o destinarlo a la generación eléctrica, con altos costos ambientales. La entrada en operación de las coquizadoras, por tanto, no solo tiene implicaciones económicas, sino también ambientales y de salud pública.

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El regreso del combustóleo en Madero y los tropiezos técnicos en Minatitlán

La refinería Madero volvió a producir combustóleo después de tres meses de reportar ceros. En septiembre, las estadísticas de Pemex mostraron una salida de 10,032 barriles diarios de este combustible residual y de bajo valor comercial. El dato, que podría parecer un signo de recuperación, en realidad confirma la intermitencia operativa del complejo.

El regreso del combustóleo coincide con un episodio que Expansión documentó el 18 de octubre: un “colapso técnico” en la planta, que había dejado en ceros la producción durante el trimestre previo. Aquella ausencia no respondía a una mejora en la eficiencia del proceso, sino a fallas que impidieron incluso generar producto clasificable como combustóleo.

En Minatitlán, otra refinería clave del sistema nacional de refinación, el panorama también muestra irregularidad. Luego de varios meses con cifras marginales, la producción de combustóleo se elevó ligeramente a 18,826 barriles diarios. Sin embargo, la cifra aún está muy por debajo de su nivel habitual.

Hasta hace un año, Minatitlán elaboraba más de 22,000 barriles diarios de combustóleo. En cambio, en los últimos meses llegó a producir apenas entre 1,000 y 4,000 barriles diarios, un nivel anormal que reflejó problemas internos; más que una mejora en el desempeño.

De acuerdo con fuentes con conocimiento directo de las operaciones de Pemex, la causa principal radica en las unidades coquizadoras. “Se trata de unos problemas en las coquizadoras y al parecer ya no alcanza, ni siquiera para dar la calidad de combustóleo”, aseguraron a Expansión.

El combustible que se obtenía, explicaron, presentaba tal nivel de impurezas y bajo rendimiento energético que no podía comercializarse como combustóleo convencional, lo que derivó en ajustes forzados en la operación.

Estos episodios no son aislados. Reflejan las limitaciones técnicas de un sistema de refinación que sigue dependiendo de instalaciones envejecidas y de procesos interrumpidos por mantenimiento correctivo más que preventivo.

A nivel nacional, la producción de combustóleo en el sistema de refinación alcanzó 176,231 barriles diarios en septiembre, una caída de 40% respecto al mismo mes de 2024, cuando se registraron 293,353 barriles diarios.

La reducción no proviene de un cambio estructural en la eficiencia o de la entrada de nuevas tecnologías, sino del desempeño irregular de las plantas, donde cada falla técnica repercute en los balances de producción.

Así, mientras las coquizadoras de Tula y Salina Cruz permanecen inconclusas, las de Madero y Minatitlán enfrentan problemas de calidad y continuidad. El resultado es un sistema de refinación que, a un año de la nueva administración de Pemex, sigue lejos de alcanzar la estabilidad que se había prometido.

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