El impacto no será homogéneo. Mientras sectores como el calzado y el textil celebran la medida por su alto contenido nacional, los fabricantes de juguetes advierten que su dependencia de insumos importados los deja en una posición especialmente vulnerable frente a este nuevo marco comercial.
El sobrepeso para los jugueteros no es menor. La Asociación Mexicana de la Industria del Juguete (AMIJU) sostiene que el cambio en las reglas para importar plásticos y juguetes desde países de Asia sin acuerdo comercial con México encarece incluso a las mercancías de fabricación nacional.
La razón es estructural. No existe suficiente producción local de materias primas, particularmente plásticos, para abastecer las necesidades del sector. En ese vacío industrial se juega buena parte del encarecimiento que ya anticipan las empresas.
Miguel Ángel Martín, presidente de la AMIJU, explica que estas políticas sí representan un beneficio para algunos sectores, pero no para la industria juguetera, cuya cadena de valor está fuertemente anclada a Asia, especialmente a China. “Todo este esfuerzo que está presentando el gobierno federal está muy bien para unas empresas. Para la industria del calzado y para la industria textil es maravilloso porque básicamente 90% de su componentes y materias primas son fabricados en México”, dice.
Para el caso de los juguetes, la situación es opuesta. La industria depende de derivados del petróleo, electrónicos y componentes que no se producen en el país, lo que dificulta cualquier sustitución rápida de importaciones.
Martín subraya que, en el terreno de las poliolefinas —insumo clave para la fabricación de plásticos—, solo Pemex tiene facultades para producirlas en México. “Ningún particular está facultado para poner una refinería y la industria consume alrededor de ocho millones de toneladas de poliolefinas al año. Pemex antes producía y era autosuficiente, pero en la actualidad sólo produce dos millones de toneladas”, apunta Martín González.
El desbalance entre oferta nacional y demanda industrial obliga a mantener una fuerte dependencia del exterior. Esto se traduce en una mayor exposición a los aranceles que ahora se perfilan para 2026.
Dependencia estructural del plástico y los componentes
Las empresas trabajan con la Secretaría de Economía para sustituir importaciones, pero los retos van más allá del petróleo. Existen otros insumos críticos, como los chips de luz y sonido que incorporan los juguetes modernos, que tampoco se fabrican en México.
En este entorno, la AMIJU advierte que la aplicación de un arancel de 17.7% para plásticos y de entre 25% y 50% para productos de países sin acuerdos comerciales coloca a la industria en clara desventaja frente a otros sectores productivos.
“Estamos totalmente de acuerdo en la política, pero para aquellos que sean autosuficientes y la industria del juguete no lo es. Los chips para un juguete no se fabrican en México. Tenemos que traerlos del extranjero de donde estén”, añade el dirigente empresarial.
El impacto no se quedará solo en los insumos. La AMIJU estima que el encarecimiento de los plásticos podría elevar hasta en 35% el precio de los juguetes fabricados en el país, presionando directamente el bolsillo de los consumidores a partir del próximo año.
A este escenario de mayores costos se suma un riesgo adicional: el freno a las inversiones. Para Miguel Ángel Martín, los aranceles colocan al sector en una desventaja competitiva justo cuando se abría una ventana de oportunidad por la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
Inversiones en pausa y exportaciones en riesgo
En los últimos años, la industria juguetera había logrado atraer capital relevante. Se estima que se han realizado inversiones por alrededor de 900 millones de dólares en el país, impulsadas por la reconfiguración de las cadenas globales de suministro.
En 2022, Lego expandió su planta de Monterrey, Nuevo León, con una inversión de 507 millones de dólares. Estas instalaciones se convirtieron en las más grandes de la compañía a nivel mundial.
Ese mismo año, Mattel anunció una inversión superior a los 1,000 millones de pesos en su planta de Escobedo, Nuevo León, destinada a su expansión y modernización para fortalecer su estrategia de abastecimiento del mercado norteamericano, que representa el 50% de su volumen de ventas.
Con el nuevo giro en la política arancelaria, la industria advierte que México no solo podría recibir menos inversiones, sino que se difuminan las posibilidades de crecer las exportaciones hacia Estados Unidos, un mercado que consume alrededor de 40,000 millones de dólares al año en juguetes.
En plena guerra comercial, los fabricantes en México buscaban posicionarse como proveedores de grandes marcas para desplazar producción asiática. Ahora, ese objetivo se complica mientras los costos internos escalan.
“Si no ponen el piso parejo y nos suben los costos nos permiten ser competitivos, tanto para la demanda nacional, como para la demanda internacional que va a ser una mina por explotar. De la cifra que consume Estados Unidos solo exportamos entre 1,200 y 1,500 millones de dólares, y ahora tenemos un campo tan disparejo que van a seguir ganando los asiáticos”, sentencia el presidente de la AMIJU.
Así, mientras el gobierno apuesta por reforzar la producción nacional mediante barreras arancelarias, la industria juguetera enfrenta un dilema estructural: producir más en México sin acceso suficiente a insumos locales o trasladar los mayores costos a los consumidores a partir de 2026. En ambos escenarios, el juego será más caro.