Esta influencia de los inversionistas retail —que suelen utilizar plataformas como Robinhood y eToro, entre otras— se observó en algunas de las principales criptomonedas antes del debut en Bolsa de Coinbase, una empresa dedicada a transaccionar y almacenar estos activos.
La lista es ya conocida: bitcoin, ethereum, ripple. Del 7 al 19 de abril, estos activos registraron nuevos récords. Ripple cruzó la barrera de 1 dólar el 8 de abril; el precio del bitcoin superó momentáneamente la barrera de los 60,000 dólares; y ethereum trazó una pendiente atractiva para cualquier experto en alpinismo.
Pero del mismo que suben, a menudo vuelven a bajar, y este riesgo es poco atractivo para la mayoría de los inversionistas tradicionales. La analogía preferida entre los administradores de fondos de inversión es la escena de un apostador entrando a un casino y apostando por la criptomoneda de su preferencia. “Más que nada es especulación, es intentar hacer dinero fácil y rápido”, señala Gonzali.
Fernando Sánchez está de acuerdo. Él es un trabajador en Estados Unidos, con 34 años, que forma parte de esta muestra de habitantes del país que cuentan con un empleo, logran ahorrar una parte de su ingreso y exploran la posibilidad de invertir sus ahorros. “Pero jamás para un rendimiento rápido e inmediato. Yo creo que para meterle a esas cosas tienes que estar dispuesto a perder la lana”, opina.
Pese a todo, muchos de los inversionistas minoristas continuarán usando plataformas como Robinhood para comprar de manera directa las criptomonedas. Especialmente, mientras dure la inyección de dinero que los Bancos Centrales del mundo están haciendo para reflotar la economía, comenta Pierre Savarzeix, gestor de renta variable de Seeyond, una filial de la administradora de activos Natixis IM. “Creo que el alza en las valuaciones que hemos visto en las criptomonedas se debe principalmente a la manera en que el COVID-19 ha impactado nuestras vidas”, destaca vía correo electrónico.