La demanda del metal, y por ende su precio, se mueve en sintonía con la economía. Si la economía va bien, suele haber una mayor producción de las fábricas y una mayor construcción, lo que detona la demanda del cobre, que es principalmente usado en todo tipo de industrias, elevando su precio.
Las perspectivas de una recesión mundial, acompañada de una alta inflación, que además se conjugan con el aumento de las restricciones en China, el principal consumidor de cobre a nivel global, debido al COVID, ha sido el lastre para este metal.
A ello se suma la fortaleza del dólar, que suele ser mayor en los momentos de más incertidumbre en el mercado, al considerarlo un activo de refugio. Las últimas dos jornadas, el dólar se mantuvo cerca de un máximo de 20 años frente al euro, lo que hace que los metales cotizados en la moneda estadounidense sean menos atractivos para los compradores extranjeros, debido a que se vuelven más caros.
Desde su máximo histórico, de 10,674 dólares por tonelada, alcanzado en marzo, el precio del cobre se ha desplomado 28%, lo que ha arrastrado la cotización de las mineras, en especial aquellas que dependen del cobre.
En México, la mayor minera de cobre es Grupo México. Al cierre del miércoles sus acciones cotizan en 81 pesos, su menor nivel desde septiembre de 2021. La empresa de Germán Larrea registró un máximo histórico en Bolsa el 24 de marzo de este año de 119.12 pesos, desde entonces, acumula una baja de 33%.
Grupo México es la tercera empresa más grande del mercado mexicano, con un valor de capitalización de 629,880 millones de pesos, lo que representa 9% de las 35 empresas que conforman el S&P/BMV IPC, el índice más importante de la Bolsa mexicana.
A nivel internacional, las acciones de otras grandes mineras también se han visto afectadas. Las de la firma estadounidense Freeport-McMoran han bajado 47% en tres meses. Las de la anglo-australiana BHP han caído 21% desde su máximo de abril. Y los títulos de Glencore han descendido 25% en el último mes.