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Nueva Zelanda por fin intenta despenalizar el aborto

El país es uno de los más progresistas para las mujeres, y sin embargo, cuenta con una de las leyes más estrictas contra la interrupción del embarazo.
mar 20 agosto 2019 04:54 PM
Aborto

(CNN)- Verónica tenía 21 años y estaba asustada.

Todo comenzó cuando su novio de muchos años la dejó por su amiga. Desconsolada, terminó teniendo una aventura de una noche con un hombre mayor. Como el condón se rompió, él le dio 20 dólares neozelandeses (unos 250 pesos) para la píldora del día siguiente, que se puede comprar sin receta en Nueva Zelanda. Verónica la tomó, pero un mes más tarde, mientras estudiaba el último semestre de su carrera de maestra, descubrió que estaba embarazada.

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Verónica, quien pidió a CNN que no revele su identidad verdadera por cuestiones de privacidad, quería que le hicieran un aborto. Pero no era tan sencillo.

Nueva Zelanda suele considerarse como un lugar progresista para las mujeres. Fue e l primer país autónomo en otorgar el derecho al voto a todas las mujeres adultas en 1893 . Su líder, Jacinda Ardern, es la tercera primera ministra del país. Nueva Zelanda ocupó el séptimo sitio a nivel mundial en igualdad de género en el informe sobre la brecha mundial de género 2018 del Foro Económico Mundial .

Sin embargo, el aborto sigue siendo delito en Nueva Zelandia a menos que se cumplan ciertas condiciones.

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Antes de las 20 semanas, solo pueden hacerse abortos por unas cuantas razones: que el embarazo ponga en riesgo grave la vida o la salud mental de la mujer. La violación o la juventud extrema no son razones aceptadas. Cada aborto debe contar con la aprobación de dos médicos designados para tal efecto. Después de la semana 20, las condiciones bajo las que se permite el aborto son más drásticas. Una mujer que se someta a un aborto ilegal puede hacerse acreedora a una multa de 200 dólares neozelandeses (unos 2,500 pesos) y quien practique un aborto ilegal puede recibir una condena de hasta 14 años de prisión .

Verónica, quien ahora tiene 30 años y vive fuera del país, estaba "aterrada" y tardó un mes en lograr que le hicieran el aborto.

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Durante las 10 semanas que estuvo embarazada, lidió con náuseas matutinas que le impidieron seguir con sus estudios. Se graduó un semestre tarde y le costó encontrar trabajo porque había terminado la carrera justo a medio ciclo escolar. A final de cuentas, se fue a trabajar a otro país. "Me cambió la vida entera", cuenta. "No le cambió la vida a él".

Alrededor de 13,000 mujeres como Verónica tienen acceso al aborto cada año en Nueva Zelanda y se estima que el 30% de las mujeres de ese país se practican abortos a lo largo de su vida .

Sin embargo, los grupos que defienden la libertad de elegir afirman que la ley del país, que tiene 42 años de antigüedad , estigmatiza al aborto y obliga a las mujeres a pasar por dificultades innecesarias para someterse a uno, lo que provoca perturbaciones emocionales, físicas y económicas.

Hace unos meses, en su revisión de los derechos humanos en Nueva Zelanda, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas llamó al gobierno neozelandés a eliminar el aborto de su código penal .

Eso podría pasar finalmente. El Parlamento aprobó la despenalización del aborto y la eliminación del requisito de la aprobación de dos médicos en la primera lectura del proyecto el jueves, 1 de agosto.

Pero quienes ya sintieron los efectos de las leyes sobre aborto en Nueva Zelandia se preguntan por qué tardaron tanto.

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Una ley anacrónica

En 1840, Nueva Zelanda se volvió colonia británica y quedó sujeta a las leyes inglesas, así que el aborto era ilegal. Sin embargo, para la década de 1930 ya era autónoma y se podía acceder al aborto cuando la vida o la salud mental de la mujer estuvieran en riesgo. Pero en la práctica, pocos médicos estaban dispuestos a practicarlo.

Con el tiempo, la actitud cambió. A finales de la década de 1960, las tasas de aborto aumentaron en Nueva Zelandia porque las mujeres reclamaron el poder sobre su cuerpo y aprovecharon que había más acceso al procedimiento en los hospitales públicos. Se abrió la primera clínica de abortos del país en 1974 , lo que enfrentó a los opositores, quienes querían restricciones más estrictas, con quienes respaldaban que hubiera más acceso.

Aunque Nueva Zelandia actualizó sus leyes sobre aborto en 1977 para incluir más circunstancias en las que se permitiría el aborto, seguía estando en el código penal. Poco después, circuló una petición en la que se urgía al Parlamento a derogar la ley y recabó 319,000 firmas , alrededor del 10% de la población del país .

Desde entonces, los grupos que defienden la libertad de elegir han seguido presionando para que se reforme la ley, pero había habido pocos cambios… hasta que eligieron a Ardern.

La reforma a la ley fue una de las promesas de campaña de Ardern en 2017 y ha mantenido su promesa. Cuando se presentó el proyecto, el 1 de agosto, Ardern dijo : "Estoy reflexionando ahora, mientras iniciamos este debate, sobre lo largo que les habrá parecido el camino a muchas personas… para llegar a este día".

Lo más probable es que muchos neozelandeses estén de acuerdo.

Una encuesta reciente de Ipsos reveló que el 77% de los neozelandeses cree que las mujeres deberían tener acceso al aborto en comparación con el 84% en Reino Unido y el 68% en Estados Unidos. Durante la primera lectura del proyecto de ley , solo 23 legisladores votaron en contra y 94 votaron a favor.

Terry Bellamak, presidente de la Asociación por la Reforma a la Ley del Aborto en Nueva Zelandia (ALRANZ), dijo que la razón principal por la que ha tardado tanto el cambio a la ley ha sido la "cobardía política" de los legisladores del país en este tema tan divisivo. Quienes se oponen al aborto son una minoría muy activa. El grupo conservador Family First NZ, por ejemplo, señaló que el proyecto de ley ignora los derechos del niño nonato . "Se necesita mucho valor para que un político se arriesgue en este tema en particular", dijo Bellamak.

Otra de las razones de la demora fue la sensación común de que no había problema con las reglas actuales, de acuerdo con Jackie Edmond, directora ejecutiva de New Zealand Family Planning.

Después de todo, pese a que está contemplado en el código penal, miles de mujeres tienen acceso al aborto cada año y entre 1980 y 2016, solo se acusó a 40 personas de procurar un aborto ; todos los casos estuvieron relacionados con agresiones que tenían la intención de causar o causaron un aborto. Solo se condenó a una persona por suministrar ilegalmente píldoras que podrían causar un aborto.

Como dijo Maureen Pugh, legisladora del Partido Nacional de centroderecha , antes de votar en contra del proyecto: "Todavía me cuesta entender qué es lo que estamos tratando de arreglar".

Una mentira necesaria

Para muchas neozelandesas que se han topado con la ley, está claro qué es lo que hay que arreglar.

Para empezar, como dijo Ardern en la primera lectura del proyecto , las mujeres suelen sentir que tienen que mentir para tener acceso a un aborto. "Si dicen la verdad, entonces técnicamente, según la ley, están cometiendo un delito y no creo que eso sea correcto", dijo. "Estoy fundamentalmente en desacuerdo con eso".

En 2017, el 97% de los abortos se autorizó con el argumento de que continuar el embarazo pondría en riesgo grave la salud mental de la mujer.

Sarah (no es su nombre real) cuenta que recuerda que sentía que tenía que mentir sobre su salud mental cuando se sometió a un aborto a los 18 años. "Recuerdo que sentía que tenía que sobreactuar, que tenía que exagerar", dijo la servidora pública de 29 años, quien pidió el anonimato para proteger su privacidad.

Bellamak dijo que mentir puede afectar a las mujeres. "Es como exigir que te sometas a una humillación ritual para tener acceso a atención médica", dijo. "Las mujeres tienen que fingir que están mentalmente inestables y los médicos tienen que fingir que les creen".

Un proceso prolongado

Según la ley neozelandesa actual, la mujer tiene que asistir a al menos tres citas antes del aborto: una con un médico regular y luego, dos con médicos designados. La cantidad de citas puede aumentar si el primer médico es objetor de consciencia, lo que significa que hay que encontrar otro médico que las remita.

Dylan, quien pidió que se usara un seudónimo para proteger su privacidad, se sometió a un aborto en 2010 y sigue molesta porque el proceso tardó mucho.

Dylan ahora tiene 31 años y trabaja como maestra en Melbourne, Australia. En ese entonces tenía una relación, pero no quería tener un bebé. "Simplemente no quería embarazarme lo más pronto posible", cuenta. Dylan tuvo que soportar las náuseas matutinas y la fatiga mientras esperaba el procedimiento. "Es muy frustrante estar embarazada cuando no quieres estar embarazada".

No obstante, Dylan tuvo la suerte de tener el apoyo de sus amigos, una familia de mente abierta y de vivir en la capital, Wellington, en donde hay servicios de aborto.

Para las neozelandesas que viven en zonas remotas puede ser difícil tener acceso a los médicos relevantes y luego a los servicios de aborto, de acuerdo con Edmond, de Family Planning. La costa oeste de la Isla Sur, por ejemplo, no tiene servicios de aborto, lo que significa que las mujeres tienen que hacer el viaje de tres horas en auto a Christchurch para poder someterse a un aborto. Esto puede ser difícil para las adolescentes, las mujeres que ya tienen hijos o quienes tienen un empleo de tiempo completo, de acuerdo con Edmond.

"Hay una auténtica desigualdad grave entre la experiencia de la gente que vive en zonas urbanas y que tienen los recursos y la de la gente que vive en zonas rurales y no tiene tanto dinero", señaló Bellamak.

El proceso prolongado también puede tener efectos negativos en la salud. Someterse a un aborto al principio del embarazo es más rápido, más barato y suele ser menos perturbador para la mujer. Antes de las 12 semanas, la mujer puede tomar pastillas para inducir el aborto, pero después de eso se ven limitadas a un aborto quirúrgico.

El estigma y el miedo

Una década más tarde, Dylan sigue sintiéndose incómoda al hablar del aborto.

"No puedo enfatizar lo suficiente que estaba rodeada de personas a las que el aborto no les parecía un problema, pero de todas formas sentía ese grado de estigma social", cuenta Dylan. "Sigo sintiéndome renuente a confesarle a la gente que estaba embarazada".

El que el aborto se considere delito provoca que sea menos aceptable socialmente que se hable de ello, agregó Verónica.

"A la gente le da miedo hablar de ello porque piensan en el estigma", dijo. "Todas las que se lo han practicado, lo hicieron en secreto".

Edmond coincidió en que la ley actual provocó que la discusión sobre el tema quedara enterrada. "Creo que las mujeres están tan agradecidas por recibir el servicio que no quieren hablar de ello", dijo.

Ahora, el Parlamento recibirá opiniones del público en general respecto al proyecto de ley para luego someterlo a la segunda y tercera lectura, cuyas fechas están por definirse. Como la gran mayoría de los políticos respaldó el proyecto en la primera lectura, se espera que la aprueben… aunque probablemente pasen algunos meses para que eso ocurra.

Dylan cree que si la nueva ley hubiera estado vigente hace diez años, el proceso habría sido mucho más simple y menos traumático. "Te hace preguntarte si esto habría pasado mucho más pronto si el gobierno anterior hubiera sido más valiente".

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