Nota del editor: CNN está comprometido con la cobertura de la desigualdad de género en dondequiera que se presente. Este artículo es parte de la serie As Equals .
Debido al estigma que rodea al trabajo sexual en Senegal, las mujeres a las que CNN entrevistó pidieron que se protegiera su identidad, motivo por el cual se usan seudónimos.
DAKAR, Senegal — En una tarde bochornosa, en un suburbio de Dakar, Binta se encuentra entre otras mujeres que esperan a que las atiendan en una clínica del gobierno senegalés. Cuando la llaman, la llevan a una sala de exámenes, le hacen pruebas de detección de varias infecciones de transmisión sexual (ITS) y le dan condones gratuitos.
Al final de la cita, la enfermera pone un sello en su credencial de identificación, llamada carnet sanitaire, mismo que tiene que llevar porque es una trabajadora sexual legal y registrada.
Publicidad
La madre soltera, de 24 años, tarda más de una hora y media en taxi para llegar aquí aunque eso signifique que a veces llegue tarde a su clase nocturna de Ciencias de la Computación. En el viaje por los embotellamientos en las calles de Dakar, revisa en su teléfono las fotos de su hijo de cuatro años. Para Binta, el largo viaje vale la pena: "Voy allá porque es discreto".
Binta vino por primera vez a la clínica de Sébikhotane a finales del año pasado, luego de registrarse en un plan gubernamental que regula el trabajo sexual en Senegal. Según el programa, las trabajadoras sexuales deben registrarse ante la Policía, asistir a pruebas clínicas obligatorias mensuales, demostrar que no tienen ITS y llevar una identificación válida en la que se confirma su estado de salud. Si una trabajadora sexual llegara a contraer VIH, se le da terapia antirretroviral gratuita antes de que se le permita seguir atendiendo clientes.
Binta no pensó dos veces unirse al programa, convencida de que le ayudará a protegerla de las enfermedades de transmisión sexual y de los abusos.
También es el único país del continente en el que el trabajo sexual es legal y está regulado, según la Global Network of Sex Work Projects (NSWP) , organización que promueve la despenalización de esta actividad.
Algunos expertos en salud pública opinan que el sistema de registro de Senegal abrió el diálogo sobre la conducta sexual y sentó las bases para los programas futuros de prevención del VIH para poblaciones vulnerables.
Publicidad
Sin embargo, persisten algunas dudas respecto a qué tan eficaz es el programa en el control de la epidemia de VIH/sida. El trabajo sexual sigue penalizado en Senegal si no estás registrado, lo que en la práctica crea un sistema doble en el que las prostitutas "clandestinas" se pierden en el limbo.
Además, inscribirse en el programa legal no es una decisión tan fácil en Senegal, país en el que el 96% de su población es musulmana y las trabajadoras sexuales están marcadas por el estigma y son objeto de discriminación. NSWP señaló que por ello, las trabajadoras sexuales quedan vulnerables a la explotación por parte de la Policía. Además, el programa solo contempla a las mujeres mayores de 21 años, así que los trabajadores sexuales no están cubiertos (la homosexualidad está penada en Senegal).
De acuerdo con los investigadores, la combinación de estos factores explica que el nivel de registro sea tan bajo: solo el 20% de las trabajadoras sexuales de Senegal y el 43% de las de Dakar se han registrado.
"En este momento, el sistema no funciona", dijo Khady Gueye, coordinadora de programa de la división para el VIH del Ministerio de Salud de Senegal, quien brinda apoyo tanto a las mujeres registradas como a las no registradas a través de programas comunitarios.
Publicidad
Tanto el Ministerio de Salud de Senegal como algunos grupos de la sociedad civil esperan cambiar esto, particularmente porque las trabajadoras sexuales siguen siendo el principal factor de la epidemia del VIH: con una prevalencia del 6.6%, tienen 16 veces más probabilidades de quedar infectadas que la población general.
'La credencial es el problema'
Aunque la ley de registro se implementó en 1969 —legado de la legislación colonial francesa pese a que Senegal declaró su independencia—, hasta no hace mucho había pocas pruebas de sus efectos en las trabajadoras sexuales.
Aurelia Lepine, economista del desarrollo del University College de Londres, publicó el año pasado un informe en colaboración con el profesor Cheikh Tidiane Ndour, director de la división para el sida y las ITS del Ministerio de Salud de Senegal, en el que revelaron que el sistema de registro tiene un impacto nocivo en el bienestar mental de las trabajadoras sexuales.
"En Senegal existe esta noción de que la tasa baja de VIH se debe a esta política", dijo Lepine, quien explicó que esta era parte de la razón por la que quería estudiar el sistema. Pese a que descubrió que el registro causó un decremento del 38% en la prevalencia de ITS, también redujo considerablemente el bienestar de las trabajadoras sexuales.
"Es una política buena en términos de salud pública. El problema es la credencial. Entonces no es la política en sí, sino la forma en la que se materializa", dijo Lepine.
Las mujeres registradas viven con temor de que sus familiares encuentren sus credenciales o de que de alguna manera vean su nombre en alguna base de datos. Para evitar que las descubran, hacen hasta lo imposible por ir a clínicas remotas como la de Sébikhotane.
A Awa, una trabajadora sexual registrada de 28 años, quien habló con CNN luego de su cita en la clínica, le preocupa constantemente que su hijo de 11 años encuentre su credencial.
"En casa hice un agujerito en mi colchón para esconder la credencial porque mi hijo ya tiene edad para entender", cuenta Awa, enjugándose las lágrimas. "El registro me ha ayudado, por un lado, porque nunca tengo problemas de salud y cuando necesito medicamentos, puedo conseguirlos. Pero en otros sentidos, no ayuda nada".
En su informe, Lepine propone que la tarjeta podría reemplazarse con una aplicación móvil en la que se lleve registro de las citas o con un código QR que se emita en cada revisión médica. Hace poco recibió una beca del Consejo Británico de Investigaciones Médicas para explorar estas alternativas en colaboración con el Ministerio de Salud.
Registrada de por vida
Mientras bebe té ataya en su consultorio en el Hospital Policlínico de Dakar, Ndour explica que sería difícil cambiar la credencial, pero reconoció que el sistema actual tiene algunos problemas.
"Cuando te registras, te registras de por vida", dijo Ndour, refiriéndose a la base de datos de trabajadoras sexuales registradas a la que la Policía y el personal clínico pueden acceder fácilmente. "Creo que eso tendría que cambiar. La duración. No está limitada y, en algún momento, aunque dejes de dedicarte a esto, tus nietos pueden encontrar tu nombre en alguna parte y eso es un problema".
"Esto le abre la puerta a ciertas violaciones", agregó Ndour, quien explicó que en algunas partes del país, se acusa la presunta explotación de trabajadoras sexuales por parte de agentes de la Policía.
El director general de la Policía Nacional de Dakar no respondió a las peticiones de comentarios de CNN.
Depine descubrió en su investigación que si las trabajadoras sexuales faltan a su cita mensual, pueden recibir condenas de hasta seis meses de prisión, lo que pone a los agentes de Policía en posición de abusar de su poder.
En el estudio se descubrió que las trabajadoras sexuales registradas tenían más probabilidades de ser objeto de violencia de parte de los agentes de policía que las prostitutas no registradas.
"Sabemos de casos de mujeres que nos contaron que como un policía sabía que era trabajadora sexual, iba a su casa a pedirle dinero; si se negaba a darle dinero, [la amenazaba con] revelarle a su familia que es trabajadora sexual […] esta clase de chantajes", dijo Lepine.
Por otro lado, los hallazgos de Lepine indican que las trabajadoras sexuales registradas están más dispuestas a denunciar a un cliente violento, aspecto del sistema que aplauden algunas mujeres como Binta.
"Si una trabajadora registrada tiene un problema con un cliente, puede obtener justicia con su credencial", dijo Binta, quien explicó que las prostitutas no registradas no tienen medios judiciales para defenderse.
Khadija, una trabajadora sexual no registrada de 37 años, vive en una unidad habitacional de concreto en uno de los distritos más pobres de Dakar; dice que si tuviera una credencial, habría denunciado que la violaron.
Sentada en su dormitorio, mientras pasa el noticiero en el televisor enmudecido a sus espaldas, Khadija recordó la noche en la que un cliente la agredió. Dijo que el hombre le había robado y que la penetró a la fuerza sin condón.
Pese a todo, Khadija agregó que preferiría arriesgarse a las consecuencias de no tener la credencial (entre las cuales se cuenta el arresto) que enfrentar el estigma que conlleva. La han encarcelado dos veces por ofrecer servicios sexuales sin credencial. La segunda vez, pasó 45 días en la cárcel. Ahora cuida más en dónde se reúne con sus clientes.
"Cuando no tienes la credencial, el estigma está ahí, pero con la credencial es aún mayor", dijo Khadija, quien subrayó que el sistema legal del que muchas mujeres hablan es una espada de dos filos.
Khadija recordó un incidente de hace varios años: fue a la estación de Policía más cercana a resolver una disputa con su casero y entonces llegó un hombre para denunciar que una prostituta le había robado. Khadija contó que el agente de Policía le mostró una carpeta con fotos de las mujeres registradas que trabajaban en la zona.
CNN se puso en contacto con la Policía Nacional de Senegal para preguntar sobre el incidente, pero no recibió respuesta.
Khadija dijo que no podía enfrentar la posibilidad de que se revelara tan fácilmente a qué se dedica.
"Mi preocupación principal es mi familia. No quiero que sepan. No me importa nada más", dijo Khadija, quien vive con su madre anciana y una amiga, que también trabaja en la clandestinidad.
Alternativas propuestas
Khadija es una de las mujeres que sirve como educadora comunitaria y trabaja con Enda Santé, una organización no lucrativa, para organizar reuniones, distribuir condones gratuitos y darles consejos a otras trabajadoras sexuales de Dakar.
Daouda Diouf, director de Enda Santé, dijo que los líderes como Khadija han sido instrumentales en el desarrollo de confianza en la comunidad, lo que les ha permitido llegar a mujeres no registradas. Dice que desde que Enda puso en marcha su programa comunitario, hace 15 años, la prevalencia del VIH en la población de trabajadoras sexuales de Senegal ha bajado más de un 20%, al 5 o 6%. Diouf atribuye el éxito a la clínica móvil de la organización no lucrativa, en la que se atiende a las mujeres bajo sus propias condiciones y se dan servicios nocturnos en los barrios en los que se encuentran con los clientes.
"El trabajo con las trabajadoras sexuales es lo que está ayudando a que Senegal controle la epidemia [de VIH]", dijo Diouf. "Pero la realidad es que no solo es el enfoque en el lado de salud pública y técnico, sino que también hay que tener en cuenta a la sociedad, la religión y la comunidad".
Tanto para las mujeres registradas como para las que no lo están, la realidad suele ser la misma: hacer malabares con varios empleos, cuidar solas a sus hijos, ayudar a sus padres que envejecen, librar las noches en las calles, conocer clientes nuevos y tratar de mantenerse a salvo. En una noche de sábado, muchos de los bares de la costa de Almadies, el distrito de vida nocturna de Dakar, están llenos de trabajadoras sexuales y de clientes. Algunas mujeres llevan credenciales; otras, no.
Cuando Binta trabaja ahí los fines de semana, lleva su credencial y la oculta en un compartimiento secreto de su bolso. "Si pudiera cambiar una cosa, quitaría la foto y mi dirección de la credencial", dijo Binta, quien está ahorrando para abrir una tienda de servicios diversos de reparación de computadoras. Dice que no quiere que esto defina su identidad.
Meissa Seck contribuyó con este reportaje desde Dakar.