Los italianos pudieron volver tomar su capuchino matutino en los bares, aunque a cierta distancia el uno del otro, en lo que el Conte admitió el fin de semana que es un "riesgo calculado" del desconfinamiento.
"No he trabajado por dos meses y medio. Es un día hermoso y emocionante", dijo Valentino Casanova, un barman en Caffe Canova, en la céntrica Piazza del Popolo de Roma.
Comercios, restaurantes, hoteles, peluquerías, museos y hasta las playas se sumaban hoy a los lugares abiertos desde el comienzo de la emergencia sanitaria, como las tiendas de alimentación o farmacias, y también se reanudaban las misas, pero siempre con medidas de seguridad, distancias y mascarillas.
"Hoy es nuestro primer día, no creo que tengamos muchos clientes pero lo necesitaba aunque sea psicológicamente", cuenta a Efe Tania, dependienta en una pequeña tienda de ropa en la céntrica Via dei Coronari, cubierta con la preceptiva mascarilla.
Nada más entrar, un bote de gel desinfectante para los clientes, y nos enseña una especie de plancha de vapor con la que debe "desinfectar la ropa cada vez que alguien se la pruebe".
En el barrio romano de San Giovanni, bastantes personas hacían cola, distanciadas entre sí, para entrar a sendas tiendas de dos conocidas cadenas de ropa, como si el fin del confinamiento marcara también el reinicio de la normalidad del consumismo.