Nadie sale indemne
Así las cosas, el antiguo jefe del ejército Benny Gantz, que no logró ser investido primer ministro ni que se adoptaran sus reformas en la Justicia, ha visto además diluirse sus apoyos y su formación se desintegra.
"Se ha visto forzado a rendirse a su propia rendición", apuntó la columnista Sima Kadmon en el diario Yediot Aharonot, el más vendido de la prensa israelí.
"Quizás ha llegado el momento para él de decir simplemente: lo intenté. Quise hacerlo. Fracasé. Me retiro", agregó, calificando a Gantz de “contorsionista".
Pero, si el general Gantz perdió esta batalla política, Benjamin Netanyahu tampoco salió indemne de los últimos meses, confrontado a la dispersión de sus tropas a medida que se acerca su comparecencia, a principios de 2021, en su juicio por corrupción, el primero de la historia de Israel contra un jefe de gobierno en el cargo.
Su ex ministro de Educación y del Interior, Gideon Saar, anunció en diciembre la creación de su propia formación Tikva Hadasha (Nueva Esperanza), abiertamente escorada a la derecha, y a la que los sondeos otorgan la segunda posición en intención de voto.
Aunque el Likud lidera las encuestas, la aparición de este nuevo partido y el ascenso de la formación de derecha radical Yamina de otro ex ministro, Naftali Bennett, le restarían votos a Netanyahu y podrían complicar el juego de las alianzas poselectorales.
Además, si bien los últimos comicios fueron prácticamente duelos Netanyahu-Gantz, "la desintegración del partido Azul y Blanco cambió la dinámica", consideró Yohanan Plessner, director del Instituto Democrático de Israel, un centro de análisis de Jerusalén.
El resultado de esto, según él, es que "ya no [se] sabe quién es el principal oponente" de Netanyahu, cuya campaña electoral coincidirá con la de vacunación contra el COVID-19. Un virus que, hace tan solo unos meses, favoreció su unión con Benny Gantz.