En las últimas décadas, Israel se ganó el apodo de Startup Nation gracias al éxito global de su sector de la alta tecnología y a la fórmula detrás de ese fenómeno: una mezcla local que combina la audacia, el descaro y la inventiva. Pero el año de la pandemia de coronavirus mostró que esa misma fórmula la pudieron aplicar también las pequeñas empresas que se mantuvieron a flote, a fuerza de creatividad, a pesar del duro golpe que sufrió la economía nacional.
Es verdad que hay sectores que quedaron al borde del knock out, como los grandes centros comerciales, los pequeños negocios de artículos no esenciales y, en particular, el turismo. Israel venía de marcar un récord de recepción de turistas con la llegada de 4.5 millones de viajeros en el 2019. En 2020 el flujo se desmoronó por razones obvias, sin hoteles en operación, ni aviones llegando desde el extranjero debido a las restricciones de movimientos y el aislamiento social.