Y el informe 2020/2021 de Amnistía Internacional sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, publicado este miércoles, no ayudará a mejorar su relación con algunos dirigentes.
En este documento de 500 páginas, la organización acusa a varios de ellos de haber aprovechado la pandemia de COVID-19 para intensificar la represión. Cita a Hungría, los países del Golfo y Filipinas, pero también a Francia, su país de origen.
"La diplomacia francesa ya no es lo que era en muchos temas relacionados con los derechos humanos", dice esta mujer, que saca una "tarjeta roja" al gobierno galo, cuyas políticas, según ella, están "destruyendo lentamente" los "valores que deberían ser la base de cualquier sociedad".
La imposibilidad de ser neutral
Sus valores los aprendió de su madre, maestra de escuela, que le transmitió el gusto por la justicia social, y a título póstumo de su abuelo, combatiente de la Resistencia fusilado en agosto de 1944, al que de niña rendía homenaje cada año visitando el lugar de su ejecución.
Tras licenciarse en la escuela de Sciences-Po en Grenoble, tuvo una carrera impecable que la llevó a Estados Unidos, Canadá y Malawi, multiplicando las experiencias en HAP International, Article 19 y Amnistía Internacional, antes de ser nombrada en agosto de 2016 relatora especial de la ONU.
"No tiene miedo a nada, y esa es su fuerza", subraya una fuente de Amnistía que se congratula de la llegada de esta "figura" que "no duda en desafiar directamente a los líderes en Twitter o en otras plataformas".
Ante la presión y las amenazas, muchos ya se habrían marchado. ¿Alguna vez ha pensado en abandonar su trabajo? "Nunca", jura esta mujer conocida por su franqueza.
Cuando posó para las cámaras de la AFP en las oficinas de Amnistía Francia, Agnès Callamard se quitó sus gafas redondas con montura roja y se ajustó su chaqueta fucsia.
Invitada por el fotógrafo a adoptar una "mirada neutral", ironiza: "No puedo. Puedo mostrarme enfadada, molesta o cariñosa, pero la neutralidad no es posible".