Pero el último brote, vinculado a un foco en Nanjing donde nueve trabajadores de la limpieza de un aeropuerto internacional dieron positivo el 20 de julio, provocó más de 360 casos en las últimas dos semanas.
No quedó claro de inmediato si Nanjing fue la fuente de todas las infecciones, ya que algunas autoridades aún no han revelado el resultado de sus iniciativas de rastreo del virus.
En Zhangjiajie, un destino turístico conocido por su parque forestal, surgió un brote el mes pasado entre los clientes de un teatro, que luego llevaron el virus a sus casas en todo el país.
Las autoridades están buscando urgentemente a personas que hayan viajado recientemente desde Nanjing o Zhangjiajie, e instaron a los turistas a no visitar las zonas donde se detectaron casos.
La aparición de la variante, que es más transmisible que la cepa original detectada por primera vez en la ciudad de Wuhan a fines de 2019, provocó el regreso de duras medidas contra la epidemia.
Expertos del Centro para el Control de Enfermedades de China indicaron el sábado que las medidas de prevención que toma el país son todavía "efectivas" para poner coto a los rebrotes.
Los expertos aseguran que la tasa de vacunación y la experiencia acumulada en materia de prevención impedirán un rebrote a larga escala por todo el país.
La economía general de China no es invulnerable. Creció más lentamente de lo esperado en abril-junio, debido a los precios persistentemente altos de las materias primas, el cauteloso gasto de los consumidores y un mercado inmobiliario débil.
"La variante Delta es la mayor prueba de la estrategia de cero COVID de China desde el brote inicial el año pasado", dijo Julian Evans-Pritchard, de Capital Economics. "Pero dado el historial del país en el tratamiento del virus hasta ahora, asumimos que sofocarán el brote antes de que se salga de control. Por supuesto, hacerlo tendrá algún costo económico”.
Con información de AFP, EFE y Reuters