La amenaza terrorista tiene muchos rostros
Más allá, los expertos describen una estrategia que favorece la confrontación, sin tomar suficientemente en cuenta el caldo de cultivo del yihadismo, como la guerra, el caos y la corrupción.
"Conflictos como el de Siria pueden movilizar y radicalizar a miles de combatientes en un corto lapso de tiempo", afirma Tore Hamming, investigador del Departamento de Estudios de Guerra del King's College de Londres.
"Uno de los mecanismos más fuertes para evitar el reclutamiento de militantes islamistas es ofrecer a la gente mejores alternativas. Las armas no hacen eso", añade.
Veinte años después del 11-S, el panorama ha cambiado totalmente. El yihadismo era monocéfalo, encarnado por Al Qaeda, ahora es bicéfalo, con la aparición del grupo Estado Islámico.
El alcance geográfico de la amenaza yihadista también ha cambiado. Antes, los grupos estaban presentes en Medio Oriente, pero ahora están activos también en toda África, la mayor parte del mundo árabe y el sur y sureste de Asia.
“Ya no estamos hablando de un pequeño número de personas que deben ser incluidas en una lista de vigilancia. La amenaza ha hecho metástasis. Hay más regímenes, en zonas dispersas, que se enfrentan al extremismo violento”, dijo el especialista del ITC.
África se ha convertido en la nueva frontera del yihadismo entre el Sahel y el Magreb, Somalia y Libia, Mozambique y la República Democrática del Congo (RDC). Una expansión que suena a fracaso.
El frente de la yihad "se ha trasladado de Oriente Medio a África", apunta Brenda Githing'u, analista antiterrorista basada en Johannesburgo. Para ella, Occidente ha sido incapaz de "anticipar la aparición de un nuevo campo de batalla y de tener en cuenta el potencial de África en términos de una nueva yihad".
El orden mundial también ha cambiado. El 11-S proclamó de la noche a la mañana al terrorismo islamista como el "enemigo número uno" de Estados Unidos y sus aliados. Desde entonces, han aumentado las tensiones con Irán, Rusia y China.
Con información de AFP