A finales de 2021, Bolsonaro tocó fondo en intención de voto.
Su popularidad se había hundido debido a su criticada gestión de la pandemia del coronavirus, que ya dejaba más de 620,000 muertos, a la disparada inflacionaria, al crecimiento de la pobreza y a los 12 millones de parados.
A mediados de diciembre, el instituto Datafolha daba al expresidente izquierdista el 48% de las intenciones de voto en la primera vuelta del 2 de octubre. A Bolsonaro, el 22%.
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Desde entonces, en todos las encuestas, independientemente de su metodología, el excapitán del Ejército de 67 años ha tomado mucho impulso.
Y en las regiones sur, sudeste y centro-oeste, con casi 100 millones de votantes -alrededor de tres cuartas partes del electorado- ambos aparecían empatados, con el margen de error, en primera vuelta.
A caballo, como Putin
"En parte por la retirada de la carrera del exjuez Sergio Moro (...) Esos electores fueron llamados a posicionarse por candidatos con mayor afinidad ideológica", explica Geraldo Monteiro, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad del estado de Rio de Janeiro (UERJ).
También se explica por "la gran competencia" con la que Bolsonaro "mantiene y alimenta la polarización en Brasil". Regularmente "mantiene galvanizados a sus votantes", lanzando "nuevas peleas" contra la Corte Suprema o los gobernadores, agrega.