Una "derrota aplastante"
Algunos analistas vieron ante todo en la iniciativa de Netanyahu una jugada para salir de apuros.
El primer ministro "supo cómo transformar, con palabras bonitas, una derrota aplastante en un empate", escribió Nahum Bernea, editorialista del diario Yediot Aharonot.
"Poco importa lo que diga o haga, me parece que no goza de mucha confianza, ni siquiera entre los miles de manifestantes de derecha de ayer", agregó, en referencia a la primera contramanifestación convocada el lunes en Jerusalén por los partidarios de la reforma.
El gobierno afirma que la reforma pretende reequilibrar los poderes, dando mayores atribuciones al Parlamento en detrimento de la Corte Suprema, a la que considera politizada.
Sus opositores sostienen en cambio que esa reforma compromete la independencia de la justicia y corre el riesgo de abrir la puerta a una vía autoritaria e iliberal.
Sin vuelta atrás
La crisis reveló hondas divisiones en la tambaleante coalición de Netanyahu.
El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, afirmó el lunes en Twitter que "no habrá vuelta atrás" con la reforma judicial.
Y el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, llamó a sus seguidores a manifestarse a favor de las reformas.
El partido Poder Judío, de Ben-Gvir, reveló el lunes que la decisión de aplazar la legislación incluye un acuerdo de expandir su cartera, luego de que amenazara con renunciar si se paralizaba el proyecto.
El periodista político Yosi Verter publicó en el diario izquierdista Haaretz que la pausa fue "una victoria de los manifestantes, pero quien realmente doblegó y pisoteó (al primer ministro) es Itamar Ben-Gvir."
"Netanyahu salió de esta historia como una naranja exprimida", según Verter.
La crisis golpeó la imagen de la coalición entre el público israelí tres meses después de llegar al poder.
El Likud cayó siete puntos en una encuesta del canal 12, que vaticinó que el gobierno perdería su mayoría en el Parlamento de 120 escaños si se celebraran elecciones.