En total, se han contabilizado 4,088 incendios desde enero pasado, muchos de los cuales que alcanzaron cientos de miles de hectáreas. Más de 150,000 personas también tuvieron que ser evacuadas de esas áreas.
La magnitud de los incendios y su cantidad obligan a las autoridades a no intervenir y por tanto a dejar que la mayoría sigan ardiendo.
Principalmente se incendian bosques boreales, lejos de las zonas habitadas. Sin embargo, traen graves consecuencias para el medioambiente.
"Nos encontramos este año con cifras peores que nuestros escenarios más pesimistas", declaró a la AFP Yan Boulanger, investigador del Ministerio de Recursos Naturales de Canadá.
"Lo que es una completa locura es que no ha habido respiro desde principios de mayo", subrayó este especialista en incendios forestales.
El sábado, 906 incendios estaban activos en el país, incluidos 570 considerados fuera de control. No se salva ninguna provincia canadiense.
Al comienzo de la temporada, en mayo, fue Alberta, en el oeste, la que concentró todas las preocupaciones al enfrentarse muy rápidamente a una situación sin precedentes. Unas semanas más tarde, Nueva Escocia, una provincia atlántica con un clima muy templado, y especialmente Quebec, se vieron a su vez atrapadas en megaincendios.
Y desde principios de julio es en la Columbia Británica donde la situación ha dado un giro dramático con más de 250 incendios en tres días la semana pasada, provocados principalmente por rayos caídos durante tormentas.
Gran parte de Canadá se encuentra en un estado de sequía severa con precipitaciones muy por debajo del promedio habitual durante meses y temperaturas altamente cálidas.