Un hombre muestra sus muñecas, que todavía tienen marcas de cortes, huellas de golpes y de sujeción, dice.
Ramadan al-Issaoui afirma que estuvo "23 días en Ofer", una prisión israelí en Cisjordania, territorio palestino ocupado por Israel desde hace más de 50 años.
"Estaba en un centro de detención con cientos de detenidos", cuenta a la AFP, con voz temblorosa. "Nos decíamos que podíamos morir en cualquier momento. Nos daban la comida y bebida justa para sobrevivir, no sabíamos nada del mundo exterior".
Una "película de terror”
"Psicológicamente, estamos destruidos: no sabemos si nuestras familias están vivas o muertas y si al menos hubiéramos estado aquí en la guerra, podríamos haber muerto junto a nuestros hijos", dice, con la voz entrecortada y la frente empapada en sudor.
Mientras se adentra en la devastada Franja de Gaza para reunirse con su familia, a la que no ve desde hacía semanas, Sabri Fayez asegura que acaba de salir de una "película de terror".
"Era una película de terror interminable que se repetía constantemente: inteligencia, interrogatorios, perros sueltos sobre nosotros, ametralladoras, a pesar de que sólo somos trabajadores, nos ocupamos únicamente de ganarnos la vida", dice, gesticulando con las manos.
"Cada minuto rezábamos para morir y que esto terminara", afirma el hombre, visiblemente agotado.
Tras él llegan más hombres, en las mismas condiciones. Y delante, algunos van encaramados a un carro tirado por un caballo, que se adentra poco a poco en la Franja de Gaza, donde el sonido de las explosiones es incesante.
Con información de AFP y Reuters