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#Crónica | "Llevo 22 años sin ver a mi niña"; historia de un reencuentro en EU

Así fue como María Elena y otras 29 familias mexicanas se reencontraron, después de décadas, con sus seres queridos para pasar su primera Navidad en Nueva York.
sáb 23 diciembre 2023 12:00 AM
"Llevo 22 años sin ver a mi niña": así fue el reencuentro de 30 familias

Chelsea Piers, Nueva York- Cuando el avión despegó de México, Maria Elena Martínez se persignó y rompió en llanto: la espera casi había terminado. Faltaban solo unas horas para reencontrarse con Laura, su hija que vive en Estados Unidos. “Llevo 22 años sin ver a mi niña”, dice mientras se limpia las lágrimas con papel higiénico y una sonrisa que deja entrever sus tres dientes.

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A sus 73 años, María Elena lleva más tiempo sin ver a su hija que el que vivió con ella. Laura dejó su casa a los 19, con sus dos hermanos, para buscar una oportunidad en Nueva York. Ella la encontró como mesera en un restaurante en Brooklyn. Ellos, después de trabajar un rato en la construcción, decidieron regresar a México. Uno se volvió taxista y el otro murió de cirrosis. Ahora, Laura tiene 41 años, un matrimonio con un salvadoreño y tres hijos, el mayor de 17, el que le sigue 12 y el menor 4.

“No conozco a mis nietos en persona. Ya no veo la hora de verlos”, cuenta Maria Elena. La razón es porque después de tantos años, Laura y su marido aún no han logrado regularizar sus situación migratoria en Estados Unidos, y aunque sus hijos nacieron ahí, tampoco quieren correr el riesgo de que salgan del país. Son parte del estimado de 10.5 millones de migrantes no autorizados en Estados Unidos, de acuerdo con datos de 2021 de Pew Research Center.

El miedo de Laura no es en vano, pues 2023 fue un año en el que las normas migratorias se endurecieron bajo la administración de Biden. Tan solo hace unos días, Texas “inició la batalla” contra migrantes y promulgó la ley SB4, calificada por los críticos como una de las leyes antiinmigratorias más duras de Estados Unidos. A partir de marzo de 2024 el trato a inmigrantes se endurecerá y permitirá a autoridades locales preguntar por papeles en cualquier parte. De no tenerlos, la persona puede ser detenida y deportada a México. Este discurso y miedo es justo el que Laura quiere evitar a toda costa.

Pero este no será el caso de la visita de su madre. Después de tres años de trámites, Maria Elena logró ir a su encuentro. Solo trae puesto un suéter de lana gris, encima de una camisa de manga larga, y una mochila con todas sus pertenencias para pasar 15 días en el Nueva York decembrino, cuyas temperaturas pueden alcanzar los menos cinco grados.

“Es que ellos nos dijeron que no podíamos traer muchas cosas”, se justifica mientras señala un gafete naranja que trae puesto. “Y también nos dijeron que no trajerámos nada de valor, pero a mi hija le traje su medalla de oro de la Virgen de Guadalupe que dejó en la casa cuando se fue. Y no me la cacharon. Se la voy a dar”, dice con una sonrisa de niña traviesa.

“Ellos”, los que le dan indicaciones, son coordinadores de Pulso Nueva York y le dan las instrucciones a María Elena y a 29 personas más que vienen en el mismo vuelo. Esta es una empresa que desde 2017 se dedica a ayudar a las familias con la gestión de sus trámites migratorios para reencontrase en Estados Unidos. En el vuelo, todos los que vienen con Pulso Nueva York se identifican porque son personas de la tercera edad y portan gafetes naranjas con el logo de la compañía.

“¿Ya solo falta una hora, verdad?”, pregunta cada media hora. “Es que estoy muy emocionada, no me puedo dormir. O si me duermo se pasa el tiempo más rápido, ¿verdad?”.

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Primer piso del barco

Son las 18:30 horas en el muelle Chelsea 62, en Nueva York, y el barco “Sprint” se encuentra casi lleno. Aunque este puerto no recibió migrantes en los siglos XIX y XX como ocurrió en la isla Ellis, es conocido porque aquí, en el muelle 54, llegaron los sobrevivientes del Titanic.

En el primer piso hay una luz morada, música de fondo, una pista de baile y decenas de familias sentadas en las mesas. Pero más que un barco, parece una tienda de regalos. Como si fuera un concurso, no hay una sola mesa vacía. Todas cuentan con grandes ramos de flores, globos y algunas hasta con cartulinas con mensajes escritos a mano. “Bienvenida, mamá. Tu llegada nos hace muy feliz. Tu familia te ama”, dice una.

En una de estas mesas se encuentran Laura y su familia. “Yo todavía no puedo creer que de verdad voy a ver a mi mamá”, le dice a sus hijos y a su esposo.

Laura se enteró de Pulso Nueva York hace tres años porque una amiga le dijo que se reencontró con su mamá gracias a que la empresa ayudó con todos los trámites. “Yo hasta fui a preguntar al consulado y me decían que no sabían, que seguro era fraude. Pero mi amiga me decía que cómo iba a ser fraude si su mamá estaba ahí a lado de ella. Y por eso me animé”, dice.

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La familia Martínez esperando la llegada de Maria Elena.

Pero en el caso de María Elena los trámites no fueron nada sencillos. Primero, porque tenía que sacar su pasaporte, pero ni siquiera contaba con su acta de nacimiento para hacerlo. Ella vive en la colonia Agrícola, en Puebla, y para obtener solo ese papel tuvo que recorrer más de 250 kilómetros hasta su lugar de nacimiento, en Huajuapan de León, Oaxaca.

Después de meses en papeleos y obtener su pasaporte, cayó la pandemia por covid-19, cuando todos los trámites se detuvieron. Fue hasta hace un año cuando pudieron retomar el trámite y, como no había citas en zonas cercanas, tuvo que ir hasta el consulado de Estados Unidos en Guadalajara, donde por fin le dieron la visa a Maria Elena.

“Generalmente sí dan la visa a los adultos mayores”, explica Aline Valdes, directora de Pulso Nueva York. Según datos de Oficina de Asuntos Consulares de Estados Unidos obtenidos por Fuerza Informativa Azteca , durante 2021 se recibieron más de 3 millones de solicitudes para obtener la visa de ingreso, y de estas, solo 11.3% fueron rechazadas.

“Nosotros vamos pasos por pasos (...) lo que pasa es que piden mucha documentación y nosotros les damos todo el acompañamiento (...) a veces solo les hace falta un papel o sacar la cita y se los buscamos hasta en otros estados”, dice Valdés y asegura que desde que se fundó Pulso Nueva York en 2017, ya han logrado gestionar exitosamente 14,000 visas.

Son casi las 19:00 horas y, aunque Maria Elena se encuentra en el segundo piso del barco, a unos metros de su hija, Laura y su familia aún no la han visto. Esto porque, después de tantos años, hay toda una ceremonia para este reencuentro.

Pero Laura ya está soñando. “Lo primero que voy a hacer mañana con mi mamá es llevarla a la estética, a que se arregle el cabello, las uñas, y que se ponga guapa para pasear conmigo en Nueva York”, dice. Su hijo la mira sentado y, con las manos entrecruzadas en la mesa y una voz tenue, dice: “Yo solo quiero sentarme a platicar con ella y preguntarle muchas cosas”. Esta será la primera Navidad en su vida en la que su abuela estará presente.

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Dos hermanas esperando a su madre, Estela Reyes, con flores y globos, después de 19 años sin verla.

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El reencuentro

Cerca de las 19:10 horas, Mónica Jimbo, la maestra de ceremonias, interrumpe el bullicio de las familias. Se acerca a la pista de baile para dar unas palabras de bienvenida con la canción Por ti volaré, de Andrea Bocelli en versión violín de fondo. “Hoy, en el lugar donde estamos, más que un simple sitio es nuestro punto de partida de muchos años atrás separados (...) empezamos con la primera familia: Reyes García”, dice.

En ese momento, José Manuel y Marcos García, dos hombres de mediana edad, se paran en la pista de baile.

—¿Ustedes llevan 23 años sin ver a su mamá?—, pregunta Mónica.

—Sí— contesta Marcos.

—¡Cuénteme algo!— pide ella.

—Es que yo no sabía— responde.

—¿No sabía que venía su mamá?

—No— respondió Marcos y rompió en llanto—. Fue una sorpresa.-

—¡Y quién hizo la sorpresa?, ¿dónde está la que hizo la sorpresa?— exclamó Mónica.

En ese momento, una joven se acercó a la pista.

—Después de tantos años sin ver a su mamá, les hice la sorpresa a mi tío y a mi papá— dijo la chica con la voz quebrada y lágrimas en los ojos—. Y también para que toda la familia conozca a mi abuelita.

—¡Acá está la señora!, ¡bienvenida!—, dijo Mónica con entusiasmo.

En ese momento, Selene García comenzó a bajar las escaleras del segundo piso del barco, que apuntaban directamente a la pista. Se paró frente a sus dos hijos, los miró durante unos segundos con las manos cubriéndose la boca y lágrimas en los ojos, como buscando reconocerlos, y sin decirse nada, solamente se abrazaron.”Mis hijos”, dijo Selene cuando se separó.

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El reencuentro de la familia Reyes García.

El resto de la hora transcurre con una dinámica similar. Primero pasan los familiares, dicen cuánto tiempo llevaban sin ver a sus padres, algunas palabras y luego un coordinador baja a su familiar. Casi todos tenían más de 20 años sin verse.

Llega el turno de Maria Elena. Laura y su familia se paran en la pista con varios ramos de flores. “Ella aún no conoce a mi familia”, le dice a la maestra de ceremonias. “¡Aquí está!”, exclamó Mónica.

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Maria Elena demora un poco en bajar; camina lento. En cuanto llega al último escalón, Laura corre a abrazarla y rompen en llanto. Sus hijos y su esposo la siguen. El abrazo dura cerca de un minuto y es una mezcla de lágrimas, besos en el rostro y aplausos.

Después de que terminan todos los reencuentros hay mariachis, una cena tipo buffet y un trayecto en barco en las mismas aguas donde, un siglo antes, eran estos mismos medios los que traían a migrantes italianos, irlandeses, alemanes y europeos del este, buscando una oportunidad en Estados Unidos.

Los tiempos cambian, pero la sangre, el amor y la esperanza quedan intactos.

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