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Nicolás Maduro, el líder que llevó al chavismo a su peor momento

El sucesor de Hugo Chávez enfrenta sus terceras elecciones presidenciales en Venezuela. De imponerse para el período presidencial 2025-2031, gobernará durante más tiempo que su antecesor.
jue 25 julio 2024 01:10 PM
¿Quién es Nicolás Maduro?
Maduro se convirtió en seguidor de Chávez desde su fallido golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez en febrero de 1992.

“Mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que (...) ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”. Con estas palabras, Hugo Chávez, en su último mensaje, señaló a los venezolanos quién sería su sucesor al frente del chavismo.

Horas después, Chávez partió a La Habana para someterse a una operación por el cáncer que padecía. Tras meses de convalecencia, falleció en Caracas el 5 de marzo.

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Maduro (Caracas, 1962) fue elegido presidente por poco más de 200,000 votos de diferencia en abril de 2013 contra Henrique Capriles. Seis meses antes, Chávez había vencido a Capriles por millón y medio de votos.

Subestimado al inicio de su presidencia, Maduro ha logrado mantenerse en el poder por 11 años. Era el hombre de mayor confianza de Chávez.

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A pesar de ello, Venezuela ha experimentado durante su presidencia las mayores crisis económicas y humanitarias de su historia, desatando olas de migración nunca antes vistas en la región.

Este domingo buscará imponerse para el período presidencial 2025-2031.

“Con Chávez no dudé ni un milímetro de segundo”

Nacido en una familia de clase media caraqueña, Maduro creció en un entorno de izquierda. Su padre había sido dirigente sindical. Se presume que su madre era una inmigrante colombiana, pero la versión oficial es que nació en el lado venezolano de la frontera.

Desde su adolescencia, Maduro militó en las filas de la Liga Socialista. Tras completar la secundaria, se convirtió en chofer del Metrobús, uno de los sistemas de transporte del Metro de Caracas. Ahí comenzó su carrera sindical: fue uno de los fundadores del sindicato de trabajadores del Metro y de la Fuerza Bolivariana de Trabajadores.

Maduro se convirtió en seguidor de Chávez desde su fallido golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez en febrero de 1992. A partir de ahí comenzó a trabajar por la liberación de Chávez. Sin embargo, fue a partir de su elección como diputado a la Asamblea Nacional, en 1999, que comenzó a ganar poder dentro del recién iniciado proceso político del chavismo.

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Fue designado para presidir la Asamblea Nacional en 2005 y en 2006 Chávez lo llama para que tome posesión de la Cancillería.

Con motivo de las elecciones regionales de diciembre de 2012, el vicepresidente Elías Jaua debió separarse de su cargo para poder optar a la gobernación del estado Miranda. De esta forma, casi circunstancial, Maduro es designado como vicepresidente apenas unos meses antes de la desaparición de Chávez, aunque luego fue “ungido” por el presidente como su sucesor.

Preservar el poder a toda costa

Su llegada a la presidencia coincidió con el inicio de la crisis económica. Los precios del petróleo, que habían superado consistentemente los 100 dólares por barril, cayeron en 2014. Esta disminución en los multimillonarios ingresos petroleros dejó en evidencia la mala gestión económica y la corrupción de los primeros gobiernos chavistas, afectando la capacidad de Maduro para inyectar gasto público. El gobierno, en respuesta, recurrió a la emisión monetaria, detonando la hiperinflación que vivió Venezuela más adelante.

En 2014, líderes de la oposición se unieron a una serie de protestas estudiantiles en todo el país. El 18 de febrero, fuerzas del gobierno arrestaron al líder de la oposición, Leopoldo López, lo cual intensificó las manifestaciones. Más de 40 venezolanos fallecieron y un millar resultaron heridos durante las protestas, principalmente debido a la represión.

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La oposición logró una victoria sin precedentes en 2015 al obtener la mayoría en la Asamblea Nacional. Sin embargo, el gobierno no le permitió ejercer sus competencias parlamentarias.

El Tribunal Supremo de Justicia declaró en desacato a la Asamblea Nacional en 2017,con lo que retiró la inmunidad parlamentaria a sus diputados y posteriormente se atribuyó las funciones de la Asamblea Nacional. Posteriormente, Maduro convocó a una Asamblea Nacional Constituyente. Ese cuerpo legisló entre 2017 y 2020, pero no discutió ni aprobó reformas a la Constitución vigente.

Esta situación política, sumada a la hiperinflación, inseguridad y escasez de productos básicos desató la segunda oleada de protestas en su gobierno. Las cifras indican que, al menos, más de cien personas fallecieron y 3,000 resultaron heridas.

En 2018, el gobierno adelantó las elecciones presidenciales. La oposición, ante la falta de garantías por parte del órgano electoral, no participó en los comicios. Maduro resultó reelegido para el período 2019-2025, pero debido al escaso reconocimiento de la comunidad internacional, la oposición desconoció los resultados.

Esto sentó las bases para el nombramiento del gobierno interino encabezado por Juan Guaidó en enero de 2019. Al existir un vacío de poder, presumía la oposición, el presidente de la Asamblea Nacional debía encargarse del Ejecutivo.

Un intento de golpe de Estado dirigido por Guaidó y Leopoldo López en abril de ese año, según algunas versiones, casi ocasionó que Maduro saliera del país.

Sin embargo, con el paso de los meses, el “interinato” fue perdiendo fuerza y Maduro respiró aliviado, a pesar de ser un objetivo de la administración Trump y ser objeto de una recompensa de 15 millones de dólares por parte del Departamento de Justicia estadounidense.

El madurismo como doctrina

En 2018, debido a la merma en el ingreso petrolero, la administración de Maduro se vio obligada a flexibilizar controles económicos que eran centrales en la planificación del chavismo, tales como la restricción a usar divisas extranjeras dentro del país. Esto permitió a los venezolanos refugiarse en el dólar ante los altos índices de devaluación del bolívar e hiperinflación.

Después de desplomarse más de un 80% en la década anterior, en 2021 la economía venezolana creció por primera vez bajo el gobierno de Maduro y la tendencia se ha mantenido. Sin embargo, esto no ha funcionado para frenar la ola migratoria que ha abandonado el país a causa de la crisis humanitaria: de acuerdo con cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), más de 7 millones y medio de venezolanos han migrado desde 2014.

Incluso en lo estético, el gobierno de Maduro se ha alejado del “chavismo originario”. En la campaña presidencial de 2013, el gobierno llenaba las calles del país rojo y la imagen de los ojos de Chávez para mantener la conexión con sus votantes. Actualmente, la campaña oficialista apuesta más por tonos azules como parte de un rebranding.

Escándalos como el de la detención de Alex Saab, vinculado a casos de corrupción y defendido por el gobierno venezolano como un diplomático perseguido por Estados Unidos, o el del caso Pdvsa-Cripto, debido al cual se ha detenido a más de medio centenar de personas, incluyendo al exministro del Petróleo y número dos del chavismo, Tareck El Aissami, por un desfalco de más de 20 mil millones de dólares, han impactado fuertemente la popularidad de Maduro dentro del votante chavista.

En los últimos años, Maduro ha recurrido a diversas estrategias para buscar recuperar su popularidad. Desde 2021 se emite en el canal de televisión estatal “Súper Bigote”, una serie animada en la que Maduro es un superhéroe que combate al imperialismo estadounidense y a la oposición.

En enero de este año celebró la investigación que hizo la fiscalía venezolana sobre el caso del rapero Canserbero, asesinado en extrañas circunstancias en 2015. En junio, declaró al “motopiruetismo” como deporte nacional. Se ha mostrado viajando en Ridery, la versión venezolana de Uber, yendo a actos de campaña. Tiene perfil de TikTok y un podcast con su esposa, la dirigente histórica del chavismo Cilia Flores.

No obstante, la duda que se plantea no es si Maduro logrará levantar su popularidad, sino cómo responderá ante su más que probable derrota en las elecciones. El miércoles pidió a sus seguidores que “si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre (...) garanticemos el más grande éxito” electoral, lo cual despertó las críticas del presidente brasileño, Lula da Silva, histórico aliado del chavismo.

Con apenas un 24% de intención de voto, de acuerdo con el último estudio de Delphos y el Centro de Estudios Políticos de la UCAB, parece que “Súper Bigote” descubrió su kriptonita: unos comicios relativamente libres.

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