Escándalos como el de la detención de Alex Saab, vinculado a casos de corrupción y defendido por el gobierno venezolano como un diplomático perseguido por Estados Unidos, o el del caso Pdvsa-Cripto, debido al cual se ha detenido a más de medio centenar de personas, incluyendo al exministro del Petróleo y número dos del chavismo, Tareck El Aissami, por un desfalco de más de 20 mil millones de dólares, han impactado fuertemente la popularidad de Maduro dentro del votante chavista.
En los últimos años, Maduro ha recurrido a diversas estrategias para buscar recuperar su popularidad. Desde 2021 se emite en el canal de televisión estatal “Súper Bigote”, una serie animada en la que Maduro es un superhéroe que combate al imperialismo estadounidense y a la oposición.
En enero de este año celebró la investigación que hizo la fiscalía venezolana sobre el caso del rapero Canserbero, asesinado en extrañas circunstancias en 2015. En junio, declaró al “motopiruetismo” como deporte nacional. Se ha mostrado viajando en Ridery, la versión venezolana de Uber, yendo a actos de campaña. Tiene perfil de TikTok y un podcast con su esposa, la dirigente histórica del chavismo Cilia Flores.
No obstante, la duda que se plantea no es si Maduro logrará levantar su popularidad, sino cómo responderá ante su más que probable derrota en las elecciones. El miércoles pidió a sus seguidores que “si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre (...) garanticemos el más grande éxito” electoral, lo cual despertó las críticas del presidente brasileño, Lula da Silva, histórico aliado del chavismo.
Con apenas un 24% de intención de voto, de acuerdo con el último estudio de Delphos y el Centro de Estudios Políticos de la UCAB, parece que “Súper Bigote” descubrió su kriptonita: unos comicios relativamente libres.