"Es un gobierno ilegítimo. Si la derecha hubiera ganado, la derecha habría gobernado", declaró Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda radical, reflejando el descontento de la oposición.
Entre los nombramientos más destacados se encuentra Bruno Retailleau, líder de LR en el Senado, quien asumirá el Ministerio del Interior. Su designación ha generado malestar en la izquierda y en parte de la alianza de Macron debido a su postura dura en materia migratoria.
La senadora Laurence Garnier, conocida por su oposición al matrimonio igualitario y a la constitucionalización del derecho al aborto, ha sido nombrada secretaria de Estado de Consumo, en otro movimiento que subraya el giro conservador del ejecutivo.
El nuevo gabinete enfrenta un desafío inmediato: la amenaza de una moción de censura por parte de la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP). La supervivencia del gobierno de Barnier podría depender del apoyo de la extrema derecha liderada por Marine Le Pen.
Jordan Bardella, líder del partido de Le Pen, advirtió: "El gobierno no tiene ningún futuro", calificándolo como "el regreso del macronismo por la puerta de atrás".
La primera prueba de fuego para el nuevo ejecutivo será la presentación de los presupuestos para 2025, en un contexto donde Francia incumple los límites de déficit y deuda públicos establecidos por la Unión Europea.
Barnier, consciente de los retos que enfrenta, ha prometido mejorar los servicios públicos sin aumentar los impuestos a las clases medias, reconociendo que hereda "una situación fiscal muy grave".