La semana pasada, Corea del Sur vivió una de sus crisis políticas más significativas con un intento de ley marcial que desató cuestionamientos sobre la estabilidad de su sistema democrático. Incluso con lo rápido que se resolvió, este hecho reactivó memorias de regímenes autoritarios en el país y expuso la fragilidad de una democracia que aún construye sus cimientos tras décadas de dictaduras militares.
Lo que Asia revela sobre la política y la democracia
Esta fragilidad no es exclusiva de Corea del Sur. Como argumentan Aram Hur y Andrew Yeo en Democratic Ceilings , "los sistemas nacidos en contextos de polarización nacionalista están predispuestos a ciclos de competencia partidista iliberal que socavan el desarrollo democrático".
Genaro Beristain, experto en Relaciones Internacionales y profesor de la Universidad Nacional Autonóma de México (UNAM), sostiene que "entender las democracias en Asia requiere analizar sus contextos históricos y reconocer que están lejos de ser monolíticas".
Entendiendo a Asia
Siguiendo este hilo, es fundamental reconocer que Asia es el continente más grande y diverso del mundo, tanto en términos culturales como políticos. Se puede dividir en cinco grandes regiones: Asia Oriental, Asia del Sur, Sudeste Asiático, Asia Central y Asia Occidental. Cada una de estas regiones tiene sistemas políticos únicos que reflejan sus propias historias y tradiciones locales, muchas veces influenciadas por el colonialismo y las transiciones modernas hacia la independencia.
En Asia Oriental, China es un ejemplo emblemático de un sistema autoritario centralizado que prioriza la estabilidad social y económica sobre la participación política directa. Según el Partido Comunista Chino, su modelo es una "democracia con características chinas", aunque muchos lo ven más como una estrategia para consolidar el poder que como un verdadero experimento democrático. Rusia, que a menudo se incluye en análisis de Asia Central, sigue una trayectoria similar, con un sistema autoritario que debilita las instituciones democráticas y refuerza el control estatal.
En Asia Occidental, las monarquías absolutas como las de Arabia Saudita y Omán ofrecen ejemplos de regímenes que justifican su control político con fundamentos religiosos y tradicionales. Por otro lado, Turquía representa un caso de oscilación entre democracia y autoritarismo, reflejando las tensiones entre modernización y centralización del poder.
Mientras Europa consolidó sus democracias tras procesos como las revoluciones industriales y la Ilustración, Asia enfrenta retos modernos como la construcción estatal y el desarrollo económico, muchas veces en contextos de conflictos internos no resueltos. Esto subraya por qué aplicar estándares occidentales a estas democracias puede ser problemático. "Es una doble moral considerar a algunas democracias asiáticas como defectuosas sin reconocer que incluso en Occidente, los sistemas democráticos enfrentan críticas similares", añade Beristain.
Un aspecto que destaca el académico es la influencia del sistema de pensamiento chino tradicional, que se basa en el confucianismo, el taoísmo y el legalismo. Estas filosofías, profundamente arraigadas en las sociedades asiáticas, han moldeado no solo la política, sino también la manera en que los ciudadanos perciben su relación con el poder.
Esta base cultural, combinada con el impacto del colonialismo europeo y japonés, ha creado una diversidad de sistemas políticos que no pueden medirse con las mismas métricas aplicadas en Occidente.
El índice de democracia elaborado por The Economist Intelligence Unit publicado este año, clasificó a 74 países, de los 165 que estudia, como democracias en 2023, de las cuales solo 24 son "democracias plenas".
En Asia, Japón y Taiwán destacan en esta categoría, pero la mayoría de los países de la región se clasifican como democracias defectuosas o regímenes híbridos, lo que refleja la disparidad en su desarrollo institucional y político. Además, el informe señala que mientras algunos países han avanzado en términos de participación política, otros, como Myanmar, han retrocedido significativamente hacia el autoritarismo.
Pero, ¿qué es democracia?
La palabra "democracia" proviene del griego 'demos' (pueblo) y 'kratos' (poder o gobierno), es decir, el gobierno del pueblo. Este concepto ha evolucionado a lo largo de los siglos para incluir elementos como derechos ciudadanos, instituciones legales y procesos electorales.
En su artículo What Is Democracy? , Paul Kahn señala que las democracias modernas, como Estados Unidos, se sustentan en tres principios normativos: derechos que expresan la dignidad del ciudadano, leyes que reflejan un compromiso con la razón pública, y elecciones como método para seleccionar representantes. Sin embargo, advierte que reducir la democracia solo al acto de votar es una visión limitada. "Una multitud en las urnas sigue siendo una multitud, incluso si es mayoría", escribe Kahn.
La democracia es más que una suma de votos; requiere prácticas interpretativas que combinen lo moral y lo legal, y que se apoyen tanto en la persuasión como en la prueba. Esto es especialmente relevante en un mundo donde las democracias enfrentan el desafío de equilibrar los derechos de las mayorías con la protección de las minorías.
En Asia, la democracia también adopta formas diversas. India es una república democrática parlamentaria federal, y es considerada la democracia más grande del mundo, organiza elecciones masivas que abarcan semanas para garantizar la participación de su vasta y diversa población. Aunque enfrenta desafíos como el sectarismo y la desigualdad, su sistema parlamentario ha mostrado una notable resiliencia.
Indonesia, otro ejemplo, ha transitado de un régimen autoritario a una democracia multipartidista que aún lucha con problemas como la corrupción y la fragmentación política. Japón, por su parte, adoptó un sistema parlamentario después de la Segunda Guerra Mundial que trajo estabilidad, pero también generó apatía entre los votantes más jóvenes debido a la falta de alternancia en el poder.
"La democracia no puede definirse de manera uniforme", afirma Beristain. "Cada país adapta este sistema a sus propias realidades históricas y sociales". Este enfoque es crucial para entender que no todas las democracias siguen las mismas reglas o evolucionan al mismo ritmo. En Asia, la democracia no solo es más joven, sino que también enfrenta barreras derivadas de la falta de unidad nacional en el momento de su transición, lo que limita su desarrollo, como señalan Aram Hur y Andrew Yeo.
Además, el índice de democracia muestra que menos del 10% de la población mundial vive en democracias plenas, y más de un tercio está bajo regímenes autoritarios. Esto refuerza la idea de que el progreso democrático no es lineal ni universal. En muchos casos, como ocurre en Pakistán, los avances democráticos se ven comprometidos por crisis económicas y conflictos internos persistentes.
Este índice también revela una tendencia global hacia el estancamiento democrático, con un puntaje promedio mundial que cayó a 5.23 en 2023, marcando su nivel más bajo desde 2006. "Los regímenes híbridos y autoritarios están cada vez más atrincherados, mientras que incluso las democracias más avanzadas enfrentan desafíos significativos", destaca el informe.
El caso de Corea del Sur
Corea del Sur es un país que ha hecho grandes avances desde su transición a la democracia en 1987, pero que sigue lidiando con tensiones políticas y sociales profundamente arraigadas. El reciente intento de imponer la ley marcial por parte del presidente Yoon Suk-yeol, pone de manifiesto cómo la historia autoritaria del país aún influye en sus instituciones. Que además, no es el único caso en dicho país, pues en años anteriores hubo otros casos de ley marcial que en esos casos si avanzaron.
Este incidente no solo generó alarma en la población, sino que también llevó al primer ministro a considerar el suicidio como respuesta a la presión política.
El sistema democrático surcoreano, aunque sólido en muchos aspectos, sigue enfrentándose a desafíos internos que lo hacen vulnerable. Su relación con Corea del Norte, las tensiones ideológicas y la polarización política son barreras que dificultan el progreso. "La persistente polarización nacionalista impone límites al avance democrático", explica Hur, señalando que estos problemas no son exclusivos de Corea del Sur, sino comunes en muchas democracias jóvenes.
A pesar de estas dificultades, Corea del Sur también es un ejemplo de resiliencia. Sus ciudadanos han mostrado una notable capacidad para organizarse y exigir rendición de cuentas, como se vio en las protestas masivas que llevaron al juicio político de la presidenta Park Geun-hye en 2017. Este compromiso ciudadano refuerza la idea de que la democracia no es un estado fijo, sino un proceso continuo de construcción y adaptación.
¿Cómo se relaciona esto con las democracias latinoamericanas?
Las democracias en América Latina comparten varios desafíos con las de Asia: polarización política, desconfianza en las instituciones y presiones económicas. "La democracia no es un modelo universal, sino un proceso que cada sociedad adapta a sus propias circunstancias", concluye Beristain. Esto hace que las experiencias asiáticas sean especialmente relevantes para la región.
En México, donde las instituciones enfrentan constantes cuestionamientos y la polarización política está en aumento, los casos de Asia ofrecen lecciones valiosas. Mirar hacia Corea del Sur, India o Taiwán permite reflexionar sobre cómo construir sistemas democráticos más inclusivos y resilientes. Al mismo tiempo, aprender de los errores en países como Tailandia, donde los avances democráticos han sido revertidos, puede ayudar a evitar los mismos tropiezos.
Beristain destacó que el análisis de Asia también implica reconocer los costos sociales y laborales que enfrentaron algunos países en su desarrollo. "Es relevante considerar si América Latina estaría dispuesta a adoptar medidas similares para lograr consensos nacionales y sacar a millones de personas de la pobreza", reflexionó.
Además, el informe de The Economist Intelligence Unit destaca que en 2023 América Latina sufrió su octavo año consecutivo de declive democrático, con un puntaje promedio que cayó a 5.68. Este retroceso, impulsado por crisis en países como El Salvador y Guatemala, subraya la urgencia de aprender de otras regiones y buscar enfoques que fortalezcan las instituciones y promuevan la participación activa de la ciudadanía.