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Trump apuesta por recuperar el liderazgo estadounidense a través de territorios

Las declaraciones de Trump sobre recuperar el Canal de Panamá reflejan su visión de impulsar la hegemonía de Estados Unidos, rescatando viejas estrategias de expansión geopolítica.
mar 28 enero 2025 05:20 AM
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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se dirige a la Conferencia de Asuntos Republicanos 2025 en el Trump National Doral Miami el 27 de enero de 2025 en Doral, Florida. Se espera que la sesión de tres días exponga la ambiciosa agenda legislativa de Trump.

Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre "recuperar el Canal de Panamá" han generado dudas sobre la relación de Estados Unidos con este importante punto estratégico.

Aunque parece poco probable que se lleve a cabo una intervención militar, el que Estados Unidos creciera como potencia en el pasado mediante compras y negociaciones hace que la idea no sea tan improbable.

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“El Canal de Panamá se inscribe en la narrativa de ‘hacer a América grande otra vez’, recuperando el liderazgo y la influencia global que Trump considera disminuidos,” comenta el Felipe Gaytán Alcalá, Profesor investigador en la Universidad La Salle.

El canal no solo tiene un valor económico, también se erige como un símbolo del poder de Estados Unidos. Su dominio, o incluso su influencia, refleja la habilidad de la economía más grande del mundo para imponer su hegemonía en el continente americano.

¿Cómo forjó EU su expansión territorial?

La historia de Estados Unidos muestra que su expansión territorial se construyó a través de compras, anexiones y negociaciones estratégicas.

Desde la compra de Luisiana a Francia en 1803 (casi 3,800 MDD hoy), que duplicó el tamaño del país, hasta la anexión de Hawái en 1898, estas decisiones respondieron a intereses económicos, geopolíticos y a una visión del mundo vinculada al "destino manifiesto". Esta doctrina, mencionada durante el la investidura de Trump, postula que Estados Unidos estaba destinado "divinamente" a expandir su territorio y su influencia para proyectar su poder en el continente.

La anexión de Texas en 1845 y la adquisición de más de la mitad del territorio mexicano tras el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848 consolidaron la presencia estadounidense en América del Norte. La compra de Alaska a Rusia en 1867 (casi 154 MMD hoy) y la ocupación de Filipinas, Puerto Rico y Guam tras la Guerra Hispanoamericana en 1898 extendieron el control estadounidense sobre territorios estratégicamente clave.

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De acuerdo con Reginaldo Mattar Nasser, en su libro "Los arquitectos de la Política Exterior Norteamericana" expone que la expansión buscaba asegurar la exclusión de los imperios europeos del continente, manteniendo a América como un "espacio nuevo" que debía evitar las influencias externas.

Nasser resalta que la Doctrina Monroe y la idea de “aislacionismo” se alineaban con esta política, buscando evitar compromisos políticos fuera del hemisferio y garantizando que Estados Unidos tuviera la hegemonía en la región. Esta postura justificaba la expansión y dominación en América Latina y el Caribe bajo el principio de que Europa ya estaba "contaminada" por los principios políticos del "viejo mundo".

Sin embargo, estas políticas no estuvieron exentas de tensiones internas y externas. El concepto de “excepcionalismo” que sustentaba la expansión de Estados Unidos fue, en muchos casos, incompatible con los principios democráticos que predicaban sus fundadores.

La anexión de Filipinas, por ejemplo, generó un fuerte debate entre aquellos que la consideraban un medio para promover los valores democráticos y quienes veían en ella una contradicción con los ideales de libertad y autodeterminación que Estados Unidos promovía.

Esta tradición expansionista no se limitó a la anexión de territorios, sino que también se manifestó a través de herramientas políticas y económicas.

La política exterior como herramienta

Estados Unidos ha empleado la fuerza militar y la diplomacia tradicional para ampliar su influencia, pero también ha hecho uso de herramientas legales y económicas, que le han permitido consolidar su dominio sin recurrir necesariamente a la anexión directa.

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A lo largo de su historia, el país ha utilizado mecanismos jurídicos y acuerdos comerciales para intervenir en los asuntos de otras naciones, reconfigurando la soberanía de estos en favor de sus intereses económicos y estratégicos.

La Ley Helms-Burton, que regula las relaciones comerciales con Cuba, o la creación de acuerdos comerciales diseñados para favorecer a las empresas estadounidenses, son ejemplos claros de esto.

Este enfoque se ejemplifica de manera clara con el Canal de Panamá, su construcción finalizada en 1914, y su administración durante casi un siglo, reflejan la disposición del país a intervenir directamente en territorios clave si esto le aseguraba el acceso a recursos y rutas fundamentales para el comercio global.

El traspaso del canal a Panamá en 1999, celebrado como un triunfo de la soberanía del país, no significó el fin de la influencia estadounidense en la región. A pesar de la transferencia formal del control, la nación norteamericana mantiene un fuerte vínculo geopolítico con el canal, tanto en términos de intereses comerciales como de seguridad.

El "recuperar" el canal para Trump, aunque podría parecer un eco de ideas antiguas de expansión territorial, lo que realmente está en juego es un discurso más centrado en la recuperación de lo que Estados Unidos considera sus puntos estratégicos.

El regreso de Trump

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2015, la política exterior de Estados Unidos experimentó un giro importante, volviendo a una postura más aislacionista y transaccional, un enfoque que se había suavizado desde la Segunda Guerra Mundial, pero que con Trump resurgió con fuerza.

Juan Manuel Ortega Riquelme, profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey, dice que Estados Unidos atravesó diferentes momentos en su política exterior.

Durante las administraciones de Barack Obama y Joe Biden, el país trató de equilibrar sus intereses nacionales con la promoción de un mundo liberal basado en instituciones globales como la OTAN, la ONU y la OMS. "Estados Unidos fue un gran arquitecto de estas instituciones, pero ahora las ve como coptadas por otros intereses y contrarias a los propios", explica Ortega.

Trump, a diferencia de sus predecesores, considera que estas instituciones, que fueron creadas por Estados Unidos, han sido aprovechadas por otros países y que, en lugar de servir a sus intereses, le generan costos elevados.

"El modelo que Estados Unidos ha seguido durante años, en el que Latinoamérica y otras regiones fueron negocios estratégicos, está siendo reemplazado por una política más transaccional", dice Ortega. En lugar de mantener su rol como líder de un orden global liberal, Trump está llevando a cabo un reordenamiento en el que Estados Unidos pone en primer lugar sus propios intereses, sin sentirse responsable de la estabilidad global.

Expertos ven que las declaraciones de Trump sobre el Canal de Panamá o las intenciones de comprar Groenlandia no son solo una retórica provocadora, sino una manifestación de una postura más audaz y expansionista. Con un enfoque que remite a su historia de crecimiento a través de compras y negociaciones estratégicas.

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