A lo largo de su historia, el país ha utilizado mecanismos jurídicos y acuerdos comerciales para intervenir en los asuntos de otras naciones, reconfigurando la soberanía de estos en favor de sus intereses económicos y estratégicos.
La Ley Helms-Burton, que regula las relaciones comerciales con Cuba, o la creación de acuerdos comerciales diseñados para favorecer a las empresas estadounidenses, son ejemplos claros de esto.
Este enfoque se ejemplifica de manera clara con el Canal de Panamá, su construcción finalizada en 1914, y su administración durante casi un siglo, reflejan la disposición del país a intervenir directamente en territorios clave si esto le aseguraba el acceso a recursos y rutas fundamentales para el comercio global.
El traspaso del canal a Panamá en 1999, celebrado como un triunfo de la soberanía del país, no significó el fin de la influencia estadounidense en la región. A pesar de la transferencia formal del control, la nación norteamericana mantiene un fuerte vínculo geopolítico con el canal, tanto en términos de intereses comerciales como de seguridad.
El "recuperar" el canal para Trump, aunque podría parecer un eco de ideas antiguas de expansión territorial, lo que realmente está en juego es un discurso más centrado en la recuperación de lo que Estados Unidos considera sus puntos estratégicos.
El regreso de Trump
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2015, la política exterior de Estados Unidos experimentó un giro importante, volviendo a una postura más aislacionista y transaccional, un enfoque que se había suavizado desde la Segunda Guerra Mundial, pero que con Trump resurgió con fuerza.