Tras su ingreso el viernes, la Santa Sede canceló sus compromisos de agenda hasta el miércoles en un primer momento, pero el martes anunció la anulación de su audiencia jubilar del sábado y precisó que el papa tampoco presidiría la misa del domingo.
"Energía vital extraordinaria”
Pese a los reiterados problemas de salud de los últimos años, entre ellos de cadera, dolores en la rodilla que le obligan a ir en silla de ruedas, operaciones o infecciones respiratorias, Jorge Bergoglio ha mantenido una cargada agenda y declaró que no tenía intención de bajar el ritmo. Sus médicos insisten en que tendría que frenar un poco sus actividades.
La hospitalización de Francisco, la cuarta en menos de cuatro años, ha relanzado el debate sobre su salud, especialmente porque su ingreso llega al inicio del año jubilar de la Iglesia católica, lo que implica una larga lista de eventos, muchos de ellos presididos por el papa.
Antes de su ingreso el viernes, se le vio en varias apariciones públicas debilitado, con el rostro hinchado, la voz entrecortada y había delegado en sus asistentes más de una vez la lectura de sus discursos.
De acuerdo con el teólogo jesuita Antonio Spadaro, cercano al papa, Francisco podría estar hospitalizado entre dos y tres semanas.
"Está claro que la situación es delicada, pero no vi ninguna forma de alarmismo", declaró al diario Il Corriere della Sera. El papa "tiene una energía vital extraordinaria. No es alguien que se descuide, no es un hombre resignado".
Conocido por su ímpetu, Francisco prefiere seguir muy activo, sin aligerar su cargada agenda.
En septiembre de 2024 realizó una gira de 12 días por cuatro países de Asia y Oceanía, el mayor viaje de su papado en duración y distancia.
Desde su elección, el jesuita ha dejado siempre abierta la opción de dimitir en el caso de que su salud le impidiera seguir desempeñando sus funciones, como hizo su antecesor, Benedicto XVI, el primer papa desde la Edad Media en renunciar, alegando problemas de salud.