OPINIÓN: Empoderar a las mujeres, una condición contra el cambio climático
Nota del editor: Juan Mayorga es periodista especializado en asuntos ambientales, principalmente cambio climático, transición energética y desarrollo urbano sustentable. Es maestro en Public Management y GeoGovernance por la Universidad de Potsdam, Alemania, colaborador de medios nacionales e internacionales. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(Expansión) — Entre los varios golpes de realidad que nos ha propinado el cambio climático se encuentra una eterna proclama del movimiento feminista, que a partir de ahora no podremos seguir ignorando: No conseguiremos nada sin las mujeres.
Tanto como el financiamiento, empoderar a las mujeres es una condición imprescindible si somos serios en aquel objetivo de detener el termómetro del planeta en 1.5 grados .
Y por si algún machín cretino lo duda, no se trata de la última puntada del political correctness, sino de una conclusión tocada por los más altos niveles de consenso científico internacional. Diversos reportes de agencias internacionales, universidades, think tanks y ONGs han señalado el imperativo de incluir enfoque de género en las estrategias de mitigación y adaptación contra el cambio climático.
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La ONU lo ha dejado claro como punto 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un llamado a empoderar a mujeres y niñas: “La igualdad de género no es solo un derecho humano fundamental, sino un cimiento necesario para un mundo pacífico, próspero y sustentable”. Eso último: ¡sus-ten-ta-ble!
Y no es difícil entender por qué, si hacemos a un lado nuestras enmohecidas dinámicas sociales y evaluamos con ojos frescos las aportaciones femeninas alrededor del mundo.
Las mujeres también son más vulnerables que los hombres a los efectos del cambio climático, ya que para su subsistencia dependen en mayor medida de la disponibilidad de los recursos naturales amenazados por el cambio climático, como agua, suelo fértil, biodiversidad y biomasa combustible.
Sin embargo, por su posición única en cuanto a conocimiento local, buenas prácticas y manejo sustentable de recursos tanto a nivel doméstico como comunitario, las mujeres son actores clave. Y, de hecho, sus logros (y rezagos) están a la vista de todos, e incluyen acciones de reforestación, conservación del territorio y la biodiversidad, agroecología, soberanía alimentaria, desarrollo sustentable, acceso a la salud, transición energética, manejo sustentable del agua y un largo etcétera. Para muestra, dos áreas de oportunidad:
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Las reinas negadas del campo
Las mujeres juegan un papel crucial en la economía rural, generalmente bajo condiciones más adversas que los hombres. Esto es más visible en otros lugares del sur global, como África o el sureste asiático, pero no deja de ser verdad para México. Quien haya salido de su burbuja urbana y haya puesto un pie en aquellas localidades del país aun volcadas a cultivos de subsistencia, no me dejarán mentir: las mujeres barbechan, siembran, abonan, riegan y cosechan. Lo mismo deshierban con las manos que conducen tractores. Todo esto mientras cuidan a los niños, hacen la comida, lavan la ropa y administran el gasto del hogar.
El 45% de la fuerza laboral en los campos del mundo —hasta 90% en lugares como África— son mujeres, que a menudo carecen de oportunidades y recursos productivos, según la FAO. Globalmente, esto equivale a tener atrofiada la mitad de nuestro sistema alimentario.
En varias regiones del mundo, y en pleno siglo XXI, las mujeres no tienen acceso ni siquiera a derechos de propiedad de la tierra y dependen de los caprichos de mandamases falocráticos para poder llevar sus manos productivas a los campos.
Si nuestro sistema no facilita a las mujeres los recursos negados —tierra, agua, semillas, acceso a mercados, créditos, aseguramiento, tecnología—, no superaremos la crisis alimentaria que se avecina con la variabilidad climática y el incremento poblacional.
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En cambio, si proveemos a las mujeres con los mismos recursos, servicios y oportunidades que a los hombres, seremos capaces de incrementar las cosechas en nuestras granjas entre un 20 y 30%, estima la FAO.
Enfoques sensibles al género
Mientras los hombres nos jactamos de tener el control, las mujeres nunca lo han perdido. Y esto aplica tanto a la economía doméstica como para los acuerdos internacionales. No obstante, las mujeres comúnmente adolecen del reconocimiento formal de nuestros rígidos sistemas políticos y de gobernanza.
De cara al cambio climático, la ONU ha urgido al mundo a adoptar “enfoques sensibles al género” para liberar el potencial de las mujeres como actoras críticas. Varias campeonas alrededor del mundo se están encargando de probar este potencial.
nullEn México abundan ejemplos de mujeres que, con sus hombres emigrados a Estados Unidos, ejecutan programas de protección civil, organizan a su comunidad, lideran programas de reforestación, forman cooperativas, aprenden nuevas artesanías, producen miel orgánica, administran ecoturismos o exploran nuevos mercados.
En el nivel ministerial, el escenario está claro: Las mujeres lideran la agenda ambiental, empezando por la mexicana Patricia Espinosa al frente de aquella contra el cambio climático (CMNUCC). A su antecesora, Christiana Figueres, le debemos nada menos que el Acuerdo de París.
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