OPINIÓN: Por qué la victoria de Macron nos da tranquilidad… y no

El duelo Macron-Le Pen demuestra la fragilidad de un sistema político del que las potencias externas como Rusia pueden sacar provecho fácilmente.
Próximo presidente de Francia El centrista Emmanuel Macron obtuvo el 66% de los votos, con lo que se impuso a su rival de extrema derecha Marie Le Pen. (Foto: JEAN-PAUL PELISSIER/REUTERS)

Nota del editor: Edward Lucas es editor en jefe de la revista The Economist y fue director de la oficina de la publicación en Moscú entre 1998 y 2002. También es vicepresidente del Centro de Análisis de Políticas Europeas, un grupo de estudios en Washington. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) — Se supone que las democracias del mundo funcionan así: los partidos populistas (los que dan respuestas incendiarias y que complacen a la muchedumbre) tienen que estar en los límites. Los partidos tradicionales, grandes coaliciones de idealistas y pragmáticos que reflejan los intereses sociales y económicos bien estructurados, son los que se disputan las elecciones. Los electores son los que deciden el resultado, no las intervenciones del extranjero.

Pero ya no funciona así. Lo que está pasando ahora (el ejemplo más reciente de ello es Francia) es una competencia entre la tradición política que cierra filas detrás de un solo candidato y la competencia antisistema.

Las viejas coaliciones se están desmoronando. Los partidos que solían dominar el ámbito político están derrumbándose. Un factor externo (Rusia y la filtración de correos electrónicos robados) está teniendo un efecto enorme, aunque no decisivo todavía.

Pasó algo parecido en Estados Unidos, en donde el sistema (incluida una gran porción de republicanos que quería evitar a Trump a toda costa) respaldaba en gran medida a Hillary Clinton. Pero Donald Trump pudo derrotarla. A pesar de ser un magnate poco confiable, logró explotar la indignación de la gente en contra del sistema dominado por los ricos poco confiables. También ayudó que Rusia filtrara los correos electrónicos de la campaña de Clinton.

Esa misma ola de furia contra un sistema injusto y sus arrogantes beneficiarios, sumada a la interferencia rusa, ha prevalecido en Francia. No alcanzó a llegar a la playa porque Emmanuel Macron era un candidato mucho mejor que Clinton. No forma parte de una dinastía política. Era una especie de forastero. No se sentía merecedor. Su mensaje de liberalismo eurófilo y de modernización fue considerablemente más inspirador que el de Clinton, que parecía un simple "me toca a mí", disfrazado.

nullLa ventaja de Macron es que cuenta con el respaldo del sistema, pero no es su prisionero. Cerraron filas tras de él. No tiene que hacer lo que ellos quieren. Sin embargo, triunfó solo porque el sistema político francés se había derrumbado. El presidente François Hollande destruyó a su Partido Socialista.

En la derecha, el enfoque descuidado de François Fillon respecto al dinero del erario (su esposa estaba en la nómina pública como "aviadora") fue el epítome del desdén egoísta por las reglas que tanto ha corroído la legitimidad del sistema.

Es probable que las elecciones de principios de mayo marquen un punto de inflexión. El partido En Marche! de Macron podría salir asombrosamente bien librado en las elecciones parlamentarias de junio y podría darle la oportunidad de formar un gobierno efectivo.

La política francesa podría realinearse con un partido moderno de centro-izquierda, ligeramente a favor de los mercados, pero socialmente liberal por un lado y más conservador en cuanto a las cuestiones sociales y partidario del libre mercado por el otro.

Pero lo dudo. Sin importar lo que pase en la izquierda, parece que Le Pen dominará la derecha francesa de aquí en adelante. Aunque la derrotaron en las elecciones presidenciales, su buen desempeño es muy buen trampolín para las próximas elecciones parlamentarias.

El gobierno ruso no logró que eligieran a su candidato preferido: Fillon, el ferviente partidario de Putin. Sin embargo, logró otros de sus grandes objetivos: socavar la legitimidad y la estabilidad del sistema político y cambiar la forma de hacer cálculos políticos.

Tal vez lo más impresionante de la primera ronda de las elecciones presidenciales en Francia fue que poco más del 60% de los electores votó por los candidatos manifiestamente pro-Rusia: Fillon y Le Pen, así como Jean-Luc Mélenchon, candidato de la extrema izquierda.

Solo el 30% votó por Macron y por el socialista Benoît Hamon. Este es un indicio desconcertante de la influencia que tiene el gobierno ruso en un país que es miembro fundador de la OTAN y una de las dos potencias nucleares de Europa.

Como Reino Unido se ha deslindado en gran medida de las cuestiones de seguridad en Europa, al menos hasta que se resuelvan las agonías del brexit, y como aún reina la incertidumbre respecto a los instintos y la coherencia de los instintos geopolíticos de Donald Trump, la Alemania de Angela Merkel es ahora el último gran pilar del antiguo orden de seguridad de la zona Europa-Atlántico.

Tras haber obtenido una victoria inesperada en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y de casi fracasar en Francia, el gobierno ruso apuntará sus baterías a Merkel en las elecciones que se celebrarán en Alemania dentro de unos meses. Aunque Rusia haya perdido el factor sorpresa, no ha pagado un precio político significativo por haberse inmiscuido en las elecciones de algunos países de Occidente.

Sería lindo pensar que la indignación por la intervención descarada de Rusia en las elecciones, aunada a la victoria de Macron, dará nueva vida a la política francesa y occidental. La oportunidad ideal se presenta gracias a que Francia tiene un rol en la Presencia de Avance Mejorado de la OTAN en los Estados del Báltico, como señaló John Vinocur en un

en el Wall Street Journal: "Macron prometió que su primer viaje al exterior sería para 'visitar a las tropas'. Fuera de las maniobras electorales, si quiere demostrar algo significativo sobre sí, siendo un hombre responsable, el destino del nuevo comandante en jefe debería ser el cuartel de los infantes de la Marina francesa de la OTAN en Tapa, Estonia".

La otra cuestión es si haremos algo y qué haremos para evitar futuros ataques políticos de parte de Rusia. En teoría, podemos hacer muchas cosas. La idea de contrariar a Occidente debería aterrar a Vladimir Putin. Occidente, en términos generales, es siete veces mayor que Rusia en cuanto a población y 14 veces más en cuanto a PIB.

Pero como bien sabe el presidente de Rusia, amante del judo, un oponente pequeño puede derrotar fácilmente a uno más grande y más fuerte si es hábil, diestro y decidido.

Nuestro sistema político se ha vuelto extraordinariamente frágil a consecuencia de nuestra codicia, de nuestra complacencia y nuestra arrogancia. Hasta que comencemos a arreglar esos problemas, Rusia les sacará provecho… y ganará.