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OPINIÓN: El mercado electoral latinoamericano para 2018

La insatisfacción con la democracia, junto con la crisis de representación política y electorados más exigentes obligan a cuidar el diseño institucional de la gobernanza política, opina Rina Mussali.
lun 08 enero 2018 11:52 AM
Elecciones
Elecciones Nuestros países enfrentan el problema del funcionamiento de la democracia y la necesidad de elevar la calidad de esta junto con un déficit social que seguimos cargando. (Foto: Ekkapop Sittiwantana/Shutterstock / Ekkapop Sittiwantana)

Nota del editor: Rina Mussali es analista, internacionalista y conductora de Vértice Internacional en el Canal del Congreso. Síguela en su cuenta de Twitter: @RinaMussali. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.

(Expansión) — La política latinoamericana estará condimentada en el 2018 por diversas citas electorales que se antojan claves para la región. Los dos gigantes latinoamericanos –México y Brasil-, quienes detentan más del 60% del PIB regional y se disputan el liderazgo geopolítico, celebrarán comicios en el segundo semestre del año para despedir a Enrique Peña Nieto y Michel Temer, éste último el presidente brasileño que no pasó por el juicio de las urnas y cuyo acceso al poder se materializó tras el juicio político en contra de Dilma Rousseff.

En el juego electoral brasileño la principal incógnita es si el expresidente Lula da Silva, quien hasta ahora obtiene una intención del voto de alrededor del 35% y pelea en segunda instancia una condena de nueve años y medio que lo acusa de corrupción, lavado de dinero y obstrucción de la justicia podrá competir. Frente al político más popular de Brasil, otras figuras abren camino como Jair Bolsonaro, el diputado que se le conoce como el “Trump brasileño” por sus posiciones extremas y ofensivas al calor del liderazgo de Marina Silva, la exministra de Medio Ambiente que representa el voto negro y de los pobres y que se consolidó como la tercera fuerza más votada en las últimas dos elecciones presidenciales.

En este juego de rivalidades, se apunta Geraldo Alckmin, el gobernador de Sao Paulo y delfín del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), quien ha prometido una derrota de la izquierda en manos del Partido de los Trabajadores.

Del otro lado del continente americano, México enfrenta el proceso electoral más grande de la historia, una baraja partida en tercios y en donde se atestigua por primera ocasión la participación de candidatos independientes para la presidencia de la República. Bajo un ambiente crispado, regresión autoritaria, desmantelamiento institucional y clientelas electorales preocupa la legalidad de la contienda cuando los votantes reclaman de manera fehaciente el combate a la corrupción, la inseguridad y demandan buena gobernanza.

En esta contienda, los mexicanos se preguntan si habrá llegado el momento definitivo de la izquierda extrema y morenista encarnada en la figura de Andrés Manuel López Obrador o se le dará cabida a través de la izquierda aglutinada en la coalición entre el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, fuerzas que han dejado de lado sus divisores históricos, políticos e ideológicas para moverse hacia el centro del espectro político, una novedad que ha cimbrado la vida política y que contribuye a elevar la calidad de nuestra democracia.

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Otros centros de gravedad se apuntan con las elecciones en Colombia, Venezuela, Paraguay y el cambio de estafeta en Cuba. En Colombia se juega la paz con la celebración de comicios legislativos y presidenciales, una paz que ha encontrado divisores, resistencias y un cúmulo de artimañas para desvirtuar el histórico proceso prensado por los obstáculos de su implementación.

Se elegirá un nuevo congreso para aprobar reformas de gran calado en el que participarán las FARC, con diez curules y liderados por Rodrigo Londoño, alias Timoshenko, quien se presenta como candidato presidencial. En este ruedo se juega el cumplimiento o la inobservancia de los acuerdos de paz y la continuación de los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional en Ecuador.

En medio de un desgaste político e institucional y bajo las múltiples crisis que azotan a Venezuela, llegará una nueva cita electoral que medirá el pulso político, económico y social para este país cada vez más aislado de la comunidad internacional –las nuevas sanciones financieras impuestas por Donald Trump, la expulsión del Mercosur, la salida anunciada de la OEA y sus avatares con el Grupo de Lima.

Bajo el cesarismo que proclama Nicolás Maduro y el chavismo, que encuentra sustento en el poder militar, se ha puesto en entredicho la credibilidad del Consejo Nacional Electoral y el Poder Judicial que se despliegan al calor de las querellas y divisiones que imperan en el seno opositor de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), quien demanda la liberación de presos políticos, la restitución de facultades de la Asamblea Nacional y la facilitación de un canal de ayuda humanitario internacional.

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Otra cita que debemos de mirar con toda atención es la elección en Paraguay. Después de disturbios y protestas para prohibir la reelección que no permite la constitución de 1992, Horacio Cartes, el presidente y miembro del Partido Colorado desistió de presentarse a ésta para el período 2018-2023. Recordemos que Paraguay ha sido un país caracterizado por la inestabilidad política, las juntas militares, los golpes de Estado y las luchas enconadas entre grupos e intereses.

La gran pregunta es si Efraín Alegre, el gran opositor del Partido Liberal pudiera contrapesar al Partido Colorado, éste último el gran hegemón en materia política y quien ha detentado el poder por 61 largos años, pese a que Fernando Lugo –el obispo convertido en presidente y quien sufrió de un juicio político exprés- los expulsó de la silla presidencial en 2008.

De lado del Caribe, Cuba prepara la sucesión de Raúl Castro y la llegada de un nuevo liderazgo en un país que se prohíben los partidos políticos. Pese a que se atrasó dos meses su salida del poder, todo indica que la máxima figura castrista seguirá siendo el Primer Secretario General del Partido Comunista, la posición de mayor rango político y fuerza superior de toma de decisiones. Frente al cambio generacional y la muerte de la generación histórica, Miguel Díaz Canel resuena como jugador clave para guiar los destinos de la isla y liderar las celebraciones del 60 aniversario de la revolución cubana que tendrán lugar en 2019.

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En Centroamérica, y después de las disputadas elecciones en Honduras que dejaron un halo de desaliento, desconfianza e incertidumbre, Luis Guillermo Solís del Partido Acción Ciudadana (PAC) se despide del poder para darle lugar a una jornada altamente competida que quizá se dirima en la segunda vuelta electoral. Bajo una concurso reñido entre 13 aspirantes destaca el liderazgo de Antonio Alvarez Desanti del Partido de Liberación Nacional (PLN) y Rodolfo Piza del Partido de Unidad Social Cristiana (PUSC), ambos partidos hegemónicos de la tradicional escena bipartidista que encontró un momento de quiebre con la victoria de Luis Guillermo Solís del PAC.

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El pulso político de esta jornada la marca el tema de la corrupción -el escándalo político del cementazo- y el desempleo, así como diversas preocupaciones en torno a la economía y seguridad para esta nación que debe de desmitificar su excepcionalidad latinoamericana.

Nuestros países enfrentan el problema del funcionamiento de la democracia y la necesidad de elevar la calidad de esta junto con un déficit social que seguimos cargando. Las democracias que no están conectando con el ciudadano que se encuentra desencantado, inconforme y decepcionado ante la política que privilegia el interés particular sobre el general.

La insatisfacción con la democracia -tal y como la documenta Latinobarómetro-, junto con la crisis de representación política y electorados más exigentes nos obligan a cuidar el diseño institucional de la gobernanza política en aras de defender el sistema de pesos y contrapesos.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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