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OPINIÓN: El año uno de Trump y la feria de las ocurrencias

Hay tres características que definen el estilo personal de Trump para gobernar: impulsividad, voluntarismo y errores de diagnóstico, opina Horacio Vives.
vie 19 enero 2018 04:22 PM
En la era Trump,
En la era Trump, pende de un hilo y los acuerdos arribados pueden deshacerse con un tuit. (Foto: YURI GRIPAS/REUTERS)

Nota del editor: Horacio Vives Segl es Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

(Expansión) — El próximo sábado se cumplirá un año del arranque de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Un año de una conducción pobre, errática, que se ha traducido en una pérdida de liderazgo de Estados Unidos en el mundo y que le ha generado cuestionamientos permanentes desde el arranque y una pérdida –ciertamente no del todo significativa aún- de sus bases de apoyo. Un año de una relación bilateral muy compleja con México, en la que ninguno de los dos países ha salido beneficiado.

A mi juicio, hay tres características que definen el estilo personal de Trump para gobernar: impulsividad, voluntarismo y errores de diagnóstico. De alguna manera, el primer año de gobierno es la continuidad de la retórica y prácticas de la campaña. La necesidad de generar polémica, fustigar a sus adversarios y dinamitar acuerdos, han hecho de su abuso de Twitter su principal instrumento de comunicación.

Política interna

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Su toma de posesión se vio enmarcada por las protestas que se presentaron en Washington y en múltiples ciudades de Estados Unidos, que fueron replicadas en diversas ciudades del mundo. Lejos de llamar a un clima de reconciliación tras las polarizadas elecciones, siguió apostando por el encono y división.

Consecuente con los errores de diagnóstico planteados desde la campaña, se ha topado con pared –que no con muro- de manera recurrente al tener que enfrentarse con algo tan obvio, que pareciera ser que fue el único que no lo quiso ver: el contrapeso institucional de los otros poderes en Estados Unidos.

Son innumerables los reveses que ha sufrido en este sentido. Por mencionar sólo algunos, al inicio del gobierno, está la orden que emitió la jueza Ann M. Donnelly, de un tribunal federal de distrito de Nueva York, que revirtió el veto para impedir que ciudadanos de siete países de mayoría musulmana entraran al país, o recientemente, la decisión del juez William Alsup de bloquear la terminación del programa DACA (la estancia legal en el país de los llamados Dreamers). También se cuenta la imposibilidad de llegar a acuerdos legislativos centrales en la agenda Trump, como tratar de desmantelar el programa de salud conocido como Obamacare.

Lee: Un juez de EU bloquea decisión de Trump de poner fin al DACA

De todo su abyecto discurso y agenda, solo le han salido bien dos cosas: el retiro unilateral de su país de los acuerdos internacionales sobre cambio climático (cumbre global de París) y la reforma fiscal, recientemente aprobada.

Inclusive, tuvo un descalabro electoral. Al haberse incorporado al gobierno Jeff Sessions como procurador general, se tuvo que celebrar la elección extraordinaria en diciembre para renovar el escaño senatorial de Alabama, un sólido bastión republicano. Su candidato, el igualmente impresentable Roy Moore –un exjuez destituido, condenado por prevaricación, racista, misógino y señalado por casos de acoso sexual hacia adolescentes- fue derrotado por el demócrata Doug Jones.

Liderazgo tóxico

Quitando a su familia, –por ahora- nadie es indispensable para Trump. No ha sabido trabajar en equipo y en su entorno cercano, la rotación de colaboradores ha sido vertiginosa, terminando además de forma general en profundos conflictos y escándalos.

Han salido eyectados del primer círculo de Trump personajes tan cercanas como Sean Spicer (vocero), Reince Priebus (jefe de Gabinete), Michael Flynn (consejero de Seguridad Nacional), Anthony Scaramucci, (coordinador de Comunicación), Paul Manafort (gerente de campaña, actualmente investigado por las acusaciones de interferencia del gobierno ruso en las elecciones) y, al que se consideraba intocable, Steve Bannon (estratega de campaña). Parece sentirse todavía como presentador del programa El Aprendiz, al decirle no a concursantes, sino a colaboradores y funcionarios de gobierno: “you are fired”.

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La aparición e inmediata viralización de avances y versiones electrónicas del libro Fire and Fury de Michael Wolff, es, entre otras cosas, una documentación gráfica sobre la errática conducción de Trump.

Trump en el mundo

Donald Trump ha profundizado disputas con adversarios tradicionales de Estados Unidos y abrió nuevos frentes. Con Corea del Norte aumentaron las valentonadas y amenazas recíprocas por los ensayos nucleares; deterioró notablemente las relaciones con los aliados tradicionales de su país —empezando por los miembros de la Unión Europea y la OTAN—; fue omiso, lento e imprudente para atender la crisis en Puerto Rico, producto del huracán María; ha satanizado por motivos de raza y religión a la población de muchos países del mundo; hizo innumerables desplantes (de forma y de fondo) a varios líderes mundiales; generó una nueva tensión en Medio Oriente al anunciar el cambio de sede de la embajada de su país en Israel, de Tel Aviv a Jerusalén; y en materia comercial, dinamitó el TPP y obligó a la renegociación del TLCAN.

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Relación con México

Desde que fue recibido en el país en agosto de 2016, todavía como candidato, no ha hecho otra cosa que fustigar a México y descomponer la relación bilateral. Ha intentado de todo contra México, si bien, ciertamente, no lo ha podido conseguir. A los pocos días de arrancar su mandato, firmó una orden ejecutiva (la 13,767), para iniciar la construcción del muro en la frontera con México. Se sabe que más que construcción, se trata de una ampliación sobre el muro fronterizo.

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Si bien no se concretó –ni entonces, ni ahora- ha seguido insistiendo: pidió recursos al Congreso que le negaron –amenazó con “cerrar” el gobierno, y en su abyecta retórica, vuelve recurrentemente a la delirante idea de que, de alguna manera, México pagará por su construcción. Firmó también una orden ejecutiva para recortar presupuesto a las denominadas ciudades santuario, con el propósito de complicar la atención de las localidades que protegen a inmigrantes, con una notoria presencia de mexicanos. También canceló, vía tuit, la visita de Enrique Peña a Washington.

Relación a futuro y la renegociación del TLC

El primer año de Trump en la presidencia coincide con el arranque de la sexta ronda de negociaciones en Montreal. Es evidente que el gobierno de Trump tratará de seguir sacando ventaja de la debilidad del gobierno mexicano y del poco margen de maniobra política que le queda, tanto por encontrarse en la recta final, como por las elecciones que se atravesarán el 1º de julio de 2018.

Desde que iniciaron las conversaciones para la renegociación del TLC en julio del año pasado, y tras cinco rondas en los tres países, hasta ahora Estados Unidos va ganando la partida. Ante la amenaza de una retirada unilateral del acuerdo comercial, la posición de los socios, tanto de México como de Canadá, ha sido sentarse en la mesa de negociaciones.

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Dado que, como era evidente desde entonces, México no está en condiciones de aprobar modificaciones al TLC por la disputa electoral interna, Estados Unidos ha metido presión y ha obtenido algunas concesiones. Las dos más importantes, la revisión de la eventual nueva versión del tratado cada 5 años y la adecuación de las reglas de origen, para incrementar del 62% a un rango que pudiera ir entre 80% y 85%, para que se dé el aval de un bien producido por el bloque NAFTA.

¿Eso significa que México ha hecho un mal papel en la negociación? No necesariamente. México ha asistido a todas las rondas con cuadros bien preparados, tanto los negociadores como los que integran el llamado “cuarto de al lado”. Con Canadá se sabe que no se van a unir para hacer un frente contra Estados Unidos. Mal se haría en aportar a ello: el país de la hoja de maple siempre va a jugar, al menos en materia comercial, viendo el interés propio. E incrementar el contenido regional pudiera beneficiar a México en detrimento de quien hoy saca provecho de ello: China.

Pero como todo, en la era Trump, pende de un hilo y los acuerdos arribados pueden deshacerse con un tuit.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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