OPINIÓN: Los rusos interferirán en las elecciones de EU otra vez
Nota del editor: John Kirby es analista de seguridad nacional de CNN; fue contraalmirante en la Armada estadounidense y vocero de los departamentos de Estado y Defensa durante la presidencia de Obama. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Los rusos se inmiscuyeron en las elecciones de 2016 en Estados Unidos. No los hemos hecho responsables. Lo volverán a hacer.
Si por casualidad eres uno de esos pocos estadounidenses que todavía no creen en nada de eso (hola, Sr. Trump), tienes que echarle un vistazo a lo que el almirante Mike Rogers les dijo a los legisladores estadounidenses el martes 27 de febrero.
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"La Comunidad de Inteligencia llegó a la conclusión, el año pasado, de que los actores rusos, con conocimiento de la dirigencia, recurrieron a operaciones de influencia para interferir con las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016", dijo Rogers, director de la Agencia de Seguridad Nacional y del Comando Cibernético de Estados Unidos.
Dijo que el Kremlin recurrió a hackers que robaron comunicaciones personales que se filtraron en otros medios de comunicación. También crearon perfiles falsos en redes sociales y noticias de todas las facetas de los temas para sembrar la discordia y la confusión. Advirtió que "esto amenaza los cimientos de la democracia y dificulta […] la creación de medidas comunes para contrarrestar las acciones agresivas de Rusia en los países cercanos y la represión interna".
Cuando los senadores lo presionaron para que dijera qué es lo que el gobierno está haciendo para trazar esas "medidas comunes", el almirante Rogers se vio obligado a reconocer que no gran cosa. "No han pagado el precio cuando menos; eso bastaría para que cambiaran su conducta".
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Eso nos recuerda lo que Lord Palmerston , el gran diplomático británico del siglo XIX, dijo alguna vez sobre los rusos: "Expandir sus fronteras tan rápidamente como lo permitan la apatía y la timidez de los Estados vecinos siempre ha sido la política y la costumbre del gobierno ruso, pero usualmente se detienen o retroceden cuando se enfrentan a una oposición decidida. Luego esperan la siguiente oportunidad favorable para saltar sobre su siguiente víctima".
Palmerston se refería, desde luego, a las ambiciones geográficas de Moscú durante la era victoriana. Ciertamente podemos ver cómo su sabiduría se aplica a las violaciones del Moscú moderno a la soberanía ucraniana. Pero la verdad esencial de las advertencias de Palmerston también se aplica a las ambiciones agresivas de Rusia en el ciberespacio. El Sr. Putin solamente frenará esta interferencia maliciosa cuando se tope con una "oposición decidida". Hasta ahora, como declaró el almirante, Putin no se ha topado con nada parecido.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, todavía no puede reconocer abiertamente —mucho menos criticar— a Rusia por sus delitos cibernéticos. No ha dado órdenes a sus jefes de inteligencia o de seguridad para que combatan dichos delitos. Tampoco ha implementado las sanciones bipartidistas contra las entidades rusas que él mismo promulgó a regañadientes.
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El almirante Rogers aseguró a los legisladores que "estamos tomando medidas, pero probablemente no estamos haciendo lo suficiente". Confesó que una de las razones para ello es que no le han dado las facultades necesarias (ni desde el punto de vista jurídico ni como órdenes directas, por decirlo de alguna manera) para combatir la amenaza más agresivamente en su fuente: Rusia.
"Necesito una decisión reglamentaria que indique que hay una orden específica para ello", dijo Rogers. "A final de cuentas, el presidente tomaría esta decisión en conformidad con una recomendación del secretario de Defensa". Tiene razón. Ni la nueva Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) y la Estrategia de Defensa Nacional hablan mucho sobre las llamadas capacidades cibernéticas ofensivas. Pero en la ESN queda claro que Estados Unidos "impondrá consecuencias expeditas y onerosas a los gobiernos, a los delincuentes y a otros actores extranjeros que emprendan actividades cibernéticas maliciosas significativas".
nullEsas consecuencias tendrán que ser resultado de una decisión reglamentaria. El almirante Rogers no hace los reglamentos. Es cierto que el gobierno puede —y debería— entablar un debate respecto a la conveniencia de elegir opciones cibernéticas más agresivas. También hay formas no relacionadas con el ámbito cibernético de tomar represalias contra actores estatales o particulares, como esas sanciones molestas que Trump no quiere implementar. Habría que tomar en cuenta todas las opciones para ser justos.
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Pero ese es el problema en este momento. No se está tomando nada en cuenta y mucho menos se habla sobre esta amenaza inminente a nuestra democracia. Trump está tan convencido de que las pruebas de la interferencia rusa manchan su legitimidad que se niega en casi todos los sentidos a enfrentar cara a cara el problema, fríamente, como lo haría cualquier buen comandante en jefe de cara a una amenaza de seguridad nacional. Hasta donde sabemos, Trump ni siquiera ha convocado a una asamblea del Consejo de Seguridad Nacional para abordar esta cuestión.
Por su parte, el almirante Rogers dijo que no ha pedido facultades adicionales. Sin duda tiene buenas razones para no hacerlo, razones que la opinión pública probablemente no debe saber. Dado el largo historial de servicio del almirante y de su fama de franco, no deberíamos apresurarnos a concluir que una de sus razones es la intransigencia de Trump.
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Pero a falta de contexto y de una explicación adecuada respecto a por qué el gobierno no ha implementado "consecuencias expeditas y onerosas" sobre Rusia, se le puede perdonar al pueblo estadounidense que crea que estamos poniéndonos en una situación vulnerable. Se les podría perdonar que les preocupe que terminemos siendo presas de la misma desconfianza en nuestro proceso electoral, del mismo mal gusto en nuestro discurso público y de la misma desconfianza en nuestras instituciones que han engendrado los ataques de Rusia hasta ahora. De hecho, seis de cada diez estadounidenses a los que CNN encuestó dijeron que no creían que el presidente estuviera haciendo lo suficiente para impedir influencias externas en las elecciones estadounidenses.
Ya pasó la hora de que Trump les asegure a los ciudadanos estadounidenses que se está tomando esto en serio y que hará lo que sea necesario para defender nuestra Constitución, como estipula el juramento que tomó, "de todos los enemigos, extranjeros o internos".
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Palmerston tuvo razón hace tantos años. Incluso si la enfrentan efectivamente, Rusia esperará la "siguiente oportunidad favorable para saltar sobre su siguiente víctima".
Nadie ha enfrentado efectivamente a Rusia. Si no empezamos a hacer algo para proteger nuestro sistema democrático, tendremos que conformarnos con el dudoso galardón de ser la siguiente —y más reciente— víctima de Putin.
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