OPINIÓN: Trump complace instinto estatista chino en comercio
Nota del editor: Pete Sweeney es un columnista de Reuters Breakingviews. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(Reuters) - A Donald Trump le gusta la economía dirigida cuando está dirigida hacia él. Para salvar de la extinción al gigante chino de las telecomunicaciones ZTE , el presidente estadounidense considera levantar su veda de exportación siempre que Beijing entregue como chivos expiatorios a los ejecutivos y directores de ZTE.
Beijing también podría ordenar que las firmas chinas importen más productos estadounidenses mientras los reguladores aprueban algunas adquisiciones clave, incluyendo la oferta de Qualcomm por NXP. En momentos en que continúa el drama negociador entre las dos mayores economías del mundo, las fuerzas de oferta y demanda son las mayores perdedoras hasta ahora.
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Estados Unidos y Europa se han rehusado a conceder el estatus de economía de mercado a la República Popular en la Organización Mundial del Comercio, argumentando que el estado chino interviene fuertemente en las decisiones económicas y los precios de los activos. Por eso, es paradójico que el compromiso que está surgiendo entre Trump y su contraparte Xi Jinping se incline hacia una solución en la que Beijing ordena a las empresas qué comprar y a quién.
En lugar de, por ejemplo, desalentar que los bancos estatales den créditos baratos a industrias locales para ayudarlas a ganar guerras de precios en el exterior, los funcionarios chinos recibirán la orden de hallar un camino para reducir el déficit comercial bilateral de 375,000 millones de dólares.
La única forma en la que pueden lograr eso será ordenando a las firmas locales que vuelquen pedidos a proveedores estadounidenses. En otras palabras, Estados Unidos, anteriormente el campeón del libre mercado, está negociando con burócratas comunistas sobre lo que en la práctica constituyen cuotas de importación.
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Esto podría reflejar una escasez de opciones. La prohibición de exportación iba a matar a ZTE, y eso castigaría a los proveedores estadounidenses sin ningún beneficio económico en compensación. Beijing ciertamente se habría vengado de las compañías estadounidenses, o quizás obstaculizado las negociaciones con Corea del Norte.
Con respecto al comercio, el gobierno chino es responsable de estimular excesivamente las exportaciones de productos como el acero, por lo que hay un argumento de que en estos momentos el estado está bien posicionado para ingeniar una reversión del desequilibrio.
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Pero a largo plazo, este vuelco al comercio administrado y aprobaciones de adquisiciones negociadas hará aún más volátil a una relación económica ya atribulada. Las relaciones comerciales profundas son difíciles de deshacer, como muestra el caso de ZTE, pero los políticos siempre pueden cancelar compras de soja o echar a perder fusiones a último minuto.
Ganar más órdenes para tal o cual línea de productos brevemente podría satisfacer a partes de la comunidad de negocios estadounidense, pero conlleva el costo mayor de dejar de atraer a China para que se convierta en una economía de mercado.
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