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OPINIÓN: La crisis inmigratoria se debe a la devaluación del amor

La separación de las familias migrantes no es meramente una desagradable falta de empatía de parte del gobierno estadounidense, sino que seguramente destruirá a miles de niños, opina Andrew Solomon.
mié 11 julio 2018 10:03 AM

Nota del editor: Andrew Solomon es profesor de Psicología Clínica en el Centro Médico de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), ganador del Premio Nacional del Libro de Estados Unidos y autor del libro Lejos del árbol: historias de padres e hijos que han aprendido a quererse . El 20 de julio se estrenará en Estados Unidos un documental basado en el libro. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) — La evacuación de dos millones de niños a la campiña inglesa durante la Segunda Guerra Mundial con el fin de mantenerlos a salvo de los bombardeos alemanes derivó de buenas intenciones y una lógica impecable. Pero en algunos sentidos, fue desastroso para las familias involucradas.

La "Operación Flautista", como se la conoció, resultó ser profundamente traumática para los niños a los que separaron de sus padres. De acuerdo con Anna Freud, "los niños londinenses estaban en general mucho menos perturbados por los bombardeos que por la evacuación al campo para protegerlos".

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Los padres también quedaron traumatizados. El psicólogo británico John Bowlby, padre de la teoría de los apegos, estudió a estas familias y postuló que la perturbación del apego dejaba cicatrices emocionales permanentes en los niños, que se manifestaban en la incapacidad de confiar en la gente, en la dificultad para mantener relaciones positivas y en una sensación de que el mundo no es confiable. Esos déficits desembocan en una conducta poco confiable e incluso en el aumento de la tendencia a la criminalidad.

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Desde hace décadas, lo lógico ha sido poner a los niños enfermos en un entorno estéril, aislados del riesgo de infección… pero también de sus padres. Sin embargo, las investigaciones finalmente demostraron que el peligro de perder a los padres fue mucho peor que el peligro de una esterilidad imperfecta. Los niños no mejoran si se los alimenta y se los viste, pero no se interactúa con ellos; de hecho, esos niños murieron en tasas alarmantes, mientras que los niños expuestos al afecto lleno de gérmenes tuvieron más probabilidades de mejorar.

Hoy, en Estados Unidos, es necesario recordar esa lección: separar a los niños de su familia puede destruirlos.

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Son las respuestas humanas, el amor, la imitación emocional y la atención lo que permite que el cerebro de los niños se desarrolle positivamente. Ese amor suele escasear en el caso de niños separados de su familia.

Las pruebas más recientes del peligro del abandono social se reflejan en la alta incidencia del trastorno reactivo del apego en los niños de los orfanatos rumanos. En muchos casos, se ha demostrado que no es posible curarlos pese a que los hayan adoptado unas personas amorosas. El abuso, el abandono y la separación de las figuras primarias de apego causan un deterioro psíquico irreversible.

Hace poco, la separación forzada de las familias migrantes en la frontera sur de Estados Unidos se volvió procedimiento gubernamental estándar. Los padres y las madres quedaban detenidos para deportarlos y les quitaban a sus hijos, con pocas probabilidades de reunirse pronto y sin que ninguno de los miembros de la familia supiera en dónde están los demás. Esa política destruye el elemento más básico de la relación entre padres e hijos, que es que el niño cree que su padre o madre puede mantenerlo a salvo, que es poderoso y confiable.

La separación de las familias migrantes no es meramente una desagradable falta de empatía de parte del gobierno estadounidense, sino que seguramente destruirá a miles de niños.

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Uno de los grandes avances del siglo XX fue la comprensión del apego entre padres e hijos y el surgimiento de una sociedad que prioriza el cuidado paternal; uno de los peores acontecimientos del siglo XXI es desmentir dichos principios. El psicoanalista británico D. W. Winnicott dijo que "no hay tal cosa como un infante. Existe el infante y su madre… Sin cuidados maternos, no encontrarías un infante". El principio se extiende a gran parte de la niñez y, con algunas modificaciones, a la adolescencia.

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Los niños necesitan protección y seguridad para desarrollarse y volverse adultos funcionales. De los "menos de 3,000" niños que las autoridades migratorias separaron de su familia en meses recientes (según cifras de Alex Azar, secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos), cuando menos 100 tienen menos de cinco años. Cada día que permanecen alejados de sus padres es un día más de daño.

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Pese a que el gobierno jura y perjura que la política se está revirtiendo, hasta ahora se han reunido 522 de estas familias, según el Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos , que dio esta cifra a finales de junio. La dependencia ha declinado dar más información sobre dichas reuniones. Los niños están al cuidado del Departamento de Salud y Servicios Humanos; los adultos, del Departamento de Seguridad Interior.

Por lo tanto, reparar las separaciones requiere de la colaboración de dos secciones diferentes del gobierno estadounidense.

Este mes estrenaré una película basada en mi libro Lejos del árbol. Es un estudio de cómo el amor de los buenos padres permite que las personas con diferencias y discapacidades crezcan, además de que sirve de defensa apasionada de aquellas personas a las que la sociedad margina: personas con síndrome de Down, enanismo, autismo, criminalidad u homosexualidad.

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No se analiza la separación, pero es una celebración de la unidad, un testimonio de la fuerza del compromiso de los padres con la formación de la identidad. Es una respuesta a la crisis de empatía que afecta nuestra interacción con personas en desventaja. Es un intento de hallar la humanidad dentro de las familias que lidian con condiciones marginales.

La intención no fue estrenar la película en un momento en el que estuvieran ocurriendo atrocidades como estas en la política migratoria estadounidense, aunque llega en un momento en el que el valor universal de la protección de los niños se pone en duda a través de estas separaciones forzadas. La cinta trata del amor extremo; la crisis inmigratoria es una cuestión de devaluación del amor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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