OPINIÓN: El atraso tecnológico de México, un lastre para su crecimiento
Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es titular de Emprendimiento e Incubación en la Universidad Panamericana. Desde 2004 ha desarrollado actividades profesionales en gestión de la Innovación, gestión de inversión de capital privado emprendedor, la planeación, organización y conducción de las políticas de desarrollo del financiamiento del emprendimiento, la productividad y la innovación. Las opiniones expresadas en el texto son responsabilidad del autor.
(Expansión) - Uno de los retos más relevantes para el crecimiento económico del país es el desafiar la consistente dependencia tecnológica que se tiene del exterior; no solo se requiere fomentar la creación de mayor conocimiento, se necesita de un impulso del Estado para iniciar un proceso de industrialización, basado en una política de cambio tecnológico y de profundizar la relación universidad-empresa, en donde el desarrollo insumos de contenido local disminuya la dependencia tecnológica e incremente los niveles de competitividad.
Según el Índice Global de Competitividad 2017, México ocupa la posición 51 de 137, en la colaboración universidad-industria en I + D, se ubicó en la posición 49, seis lugares debajo del 43 que ocupó en 2015; las empresas deben diseñar y desarrollar productos y procesos de vanguardia para mantener una ventaja competitiva y avanzar hacia actividades aún más valiosas.
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Una de las propuestas del próximo gobierno, el de Andrés Manuel López Obrador, es impulsar la investigación científica y tecnológica mediante el desarrollo de las ingenierías mexicanas como mecanismo de independencia.
Una promesa que debe atenderse desde una visión de Estado, pues el avance tecnológico de un país requiere de políticas públicas comprometidas con hacer del sistema de CTI, la palanca de desarrollo y bienestar de la sociedad.
En ese sentido, las universidades, las empresas, el gobierno y la sociedad deben conformar una visión compartida en la gestión del cambio tecnológico, dentro de un horizonte local, en donde el sistema de investigación universitario apoye y se vincule con las empresas para que estas adquieran el dominio de mecanismos de traducción del conocimiento que les permita generar dinámicas de acumulación de conocimientos para innovar.
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Todo ello basado en la premisa de conformar nodos de innovación que favorezcan la transversalidad del conocimiento, entre los actores, para la solución de necesidades sociales y de mercado, a través de oferta tecnológica transferible.
Este es un primer paso para deponer el atraso tecnológico, que es uno de los mayores lastres históricos para el crecimiento económico del país; en segundo término, se deben considerar aquellos sectores que ya innovan para estimular un acercamiento entre estos y la oferta tecnológica universitaria local, de forma tal que comiencen y/o profundicen un vínculo de cooperación tecnológica.
Al 2016, según CONACYT, las importaciones de tecnología tuvieron un saldo negativo de 175.7 mil millones de dólares con una tasa de cobertura de 0.53; para el 2015, en el caso de Alemania fue 1.34, para Israel fue 4.38 y para el caso de Finlandia fue 2.15; esta tasa representa un equilibrio comercial cuando su valor es igual a la unidad, dependencia tecnológica cuando es menor a la unidad y cuando es superior a la unidad representa un país netamente exportador de bienes de alta tecnología.
La generación de conocimiento y su aplicación industrial a través de las patentes permite comparar a México y Holanda. En 2016 se observa que en México se tramitaron 17,413 solicitudes de patentes, mientras que en Holanda se gestionaron 9,442; esto muestra una clara diferencia a favor de México de 7,971 solicitudes más; sin embargo, solo el 7.5% fue de residentes, mientras que en Holanda el 97% fueron de residentes. Esta capacidad de exportación de conocimiento tecnológico ha contribuido a que Holanda se ubique en la segunda posición del Global Innovation Index 2018, impulsando beneficios económicos y sociales para el propio país.
Conviene preguntarse ¿el equilibrio comercial en materia de intercambio de conocimiento tecnológico solo requiere de acrecentar la inversión Gasto en Investigación Científica y Desarrollo Experimental (GIDE)?
El GIDE en 2016 fue de 97,785.3 millones de pesos, cifra menor en 3.55% respecto de 2015; esta acometida también requiere incrementar y profundizar la vinculación entre las empresas y las entidades generadoras del conocimiento (IES, CPI, Redes de Innovación, el SNI, Consejos y Organismos Estatales de Ciencia y Tecnología, entre otros).
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Se requiere un entorno propicio y suficiente inversión en investigación y desarrollo, del sector privado y del sector público, en donde el Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación priorice el involucramiento de instituciones de investigación científica que generen los conocimientos requeridos para la atención oportuna de las necesidades sociales y de mercado, a través de nuevas tecnologías, producto de la amplia colaboración en (I+D) entre universidades e industria.
De igual forma, un acompañamiento de estrategias de protección de la propiedad intelectual que vinculen el cambio tecnológico con un mayor número de patentes promovidas y concedidas a inventores y entidades mexicanas.
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