OPINIÓN: Un enfrentamiento mortal se avecina en Siria
Nota del editor: Nic Robertson es el editor de diplomacia internacional de CNN. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN) – En un restaurante de la ciudad británica de Salisbury, no lejos de donde presuntos operarios rusos han usado el agente nervioso Novichok, pude ver la actuación de un mago.
Mientras comíamos, él hacía trucos de cartas en nuestra mesa. Era bueno: no importaba cuánto mirara sus manos, nunca pude ver el truco de su prestidigitación.
Algo similar está sucediendo ahora en Siria.
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Me explico: Rusia está preparando sus mayores ejercicios militares en casi cuatro décadas, 300,000 tropas, 36,000 vehículos en su propio lejano oriente.
Al mismo tiempo, nueve zonas horarias al oeste, Rusia está desplegando una cantidad sin precedentes de buques de guerra en el Mediterráneo y los medios estatales rusos informaron que la armada y la fuerza aérea rusas realizarán ejercicios a gran escala en el mar Mediterráneo a principios de septiembre.
Mientras el mundo está distraído con el destructivo enfrentamiento político de Donald Trump contra el establishment estadounidense y contra otros líderes mundiales, una terrible cadena de sucesos arrastra a Siria a un vórtice de lo que podría convertirse en uno de los episodios más horribles de la guerra de siete años del país.
Se estima que medio millón de personas han muerto, más de la mitad de la población ha sido desplazada internamente y millones han escapado a países vecinos como refugiados.
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Ahora, la batalla final se avecina y el mundo, cansado de la continua carnicería, prefiere mirar para otro lado. Pero la cadencia hacia esa fase final de la pelea está aumentando si ponemos atención a las señales.
Las llamadas telefónicas entre capitales y las frías reuniones diplomáticas se han intensificado la semana pasada, de la mano de la propaganda rusa.
El jueves, la portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, Maria Zakharova, afirmó que los rebeldes sirios en el último bastión rebelde de Idleb estaban preparando un ataque con armas químicas que luego atribuirían al gobierno sirio.
Es una táctica que han probado antes.
En marzo, los oficiales de defensa rusos hicieron una acusación similar. Un mes después, las fuerzas del presidente sirio Bashar al-Assad presuntamente utilizaron armas químicas para matar a decenas de civiles sirios en un suburbio de Damasco.
Las fuerzas británicas, estadounidenses y francesas respondieron días después con una salva de misiles en las bases de Assad.
Cuando los rusos dicen que hay que estar atentos a los rebeldes, hay que poner la vista sobre Assad.
Pero estos no son los únicos indicios de que la violencia a gran escala está a punto de desatarse en Siria.
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Idleb es la última de cuatro regiones que los rusos han descrito como "zonas seguras". Cada una ha sufrido embates de las fuerzas iraníes, rusas y sirias. Las han elegido una por una cuando estaban listos.
No eran zonas seguras: sencillamente esperaban en una serie secuencial de ofensivas que se llevarían a cabo cuando fuera conveniente para Assad.
Se estima que 2.9 millones de civiles se encuentran en Idleb, colindante con la frontera turca. Cuando llegue la batalla, los civiles correrán, muchos hacia Turquía.
Idleb se ha convertido en el último gran reducto rebelde de facto. Después de cada derrota rebelde en los últimos años, Assad ha dado a familias y combatientes rebeldes paso franco a Idleb.
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Ha prometido durante mucho tiempo controlar el territorio, que ahora alberga a unos 70,000 combatientes armados, que van desde la filial siria de Al Qaeda hasta los grupos rebeldes más experimentados, desde los salafistas hasta los seculares.
La retórica entre Moscú y Occidente se intensificó aún más el jueves, cuando el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, advirtió a Occidente que no debía "jugar con fuego" en Idleb, mientras que el enviado de la ONU en Siria, Staffan de Mistura, dijo que la ofensiva militar del régimen sirio en Idleb, con el apoyo de Rusia, equivale a la "tormenta perfecta" que llevaría a la "tragedia más horrible".
Esto se produjo un día después de que la portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Heather Nauert, dijera que funcionarios estadounidenses se habían reunido con funcionarios rusos esta semana para advertir sobre una escalada de la violencia en Idleb.
En la última semana, Moscú recibió a los ministros de Relaciones Exteriores de Turquía y Arabia Saudí, ambos patrocinadores, de una forma u otra, de la oposición siria anti Assad.
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El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha recibido llamadas tanto del primer ministro británico como de la canciller alemana, conversaciones que se centraron en Siria y, en particular, en el impacto que las nuevas sanciones estadounidenses pueden tener sobre la capacidad de Turquía para manejar las últimas oleadas de refugiados.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, también ha llamado a su homólogo en Ankara para hablar sobre Siria.
Tras bambalinas, tras los titulares que distraen cada día, el toque del tambor que anuncia la próxima carnicería de Assad está empezando a abrirse camino.
Extrañamente, el miércoles, el secretario de asuntos exteriores de Rusia acusó a los mismos rebeldes que él y Assad han estado trasladando a Idleb en los últimos dos años de retener a civiles para protegerse, acusándolos de "tratar de mantener a la población civil como rehenes, usarlos como escudos humanos".
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Ese fue el razonamiento que dio pie para lo que claramente viene: "Este semillero (Idleb) debe ser eliminado".
No está claro si se lo dijo al Secretario de Estado de Estados Unidos Mike Pompeo cuando lo llamó hace una semana.
Ese día, Washington estaba ocupado con las últimas tribulaciones de Trump: su amigo, el editor de National Enquirer David Pecker, había recibido inmunidad de los fiscales federales en el caso Michael Cohen.
Ese mismo día, Pompeo anunció un nuevo representante especial de Estados Unidos para Corea del Norte, y dijo que él y el enviado pronto viajarían allí. De la conversación que sostuvo Pompeo con el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, apenas se dijo nada.
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También en el mismo día Trump pareció tratar de desviar la atención de Rusia, lo que en sí mismo era extraño, teniendo en cuenta que su asesor de seguridad nacional, John Bolton, se estaba reuniendo ese día en Ginebra, Suiza, con su homólogo ruso.
Trump más tarde ese día dijo que Rusia recibe demasiada atención a expensas de otras preocupaciones de seguridad nacional.
No está claro si distraía intencionalmente a la prensa o se distraía a sí mismo.
Pero en resumidas cuentas: muchas otras cortinas impiden ver que una tormenta mortal en Siria está a punto de golpear a sus civiles.
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