OPINIÓN: Es hora de que EU tome decisiones en Siria
Nota del editor: Gayle Tzemach Lemmon es colaboradora de CNN e investigadora adjunta del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos. Escribió el libro Ashley's War: The Untold Story of a Team of Women Soldiers on the Special Ops Battlefield. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
(CNN) — A finales de marzo, tras ser víctima de un ataque con un dispositivo explosivo improvisado en Siria, perdió la vida un miembro más de la comunidad de operaciones especiales de Estados Unidos, el sargento Jonathan Dunbar. También murió el sargento Matt Tonroe, miembro de las fuerzas armadas británicas. Este fue un recordatorio más del precio que los aliados han pagado en la lucha contra ISIS.
Llegamos a este hito sombrío mientras surgen cada vez más dudas sobre la presencia futura de Estados Unidos en Siria: cómo será y cuánto podría durar. Los políticos estadounidenses están en el predicamento de decidir si se comprometen a quedarse en Siria y enfurecer a Turquía, aliado de la OTAN, o si se retiran y envalentonan a Irán y a Rusia, en menor grado.
En mi más reciente viaje al norte de Siria, hace unas semanas, conocí a padres de familia que se esforzaban por reconstruir su vida y su familia: veteranos de la lucha contra ISIS, dedicados a lograr la estabilidad y a que haya un gobierno aceptable en la región.
Me reuní con soldados estadounidenses que dijeron que confían en sus aliados en el terreno, que los ven como un baluarte contra la creciente influencia iraní y el retorno de ISIS y que quieren seguir respaldando a las fuerzas aliadas. Visité cementerios cuyas filas de lápidas rinden testimonio de las muchas vidas sirias que la lucha contra ISIS ha cobrado.
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Lo que está en juego es real, al igual que la necesidad de enfrentar de lleno las cuestiones políticas urgentes.
En el caso de Siria, ha habido las mismas ventajas y desventajas desde hace años. Sin embargo, ahora vuelven a ser noticia por tres razones:
1) El fin de la lucha contra ISIS, que muchos creían que había llegado con la liberación de al Raqa, el año pasado.
2) Los comentarios que hizo recientemente Donald Trump de que Estados Unidos se retirará de Siria "muy pronto".
3) La pérdida de vidas estadounidenses mientras los políticos deciden cómo será la huella de Estados Unidos en Siria.
En conjunto, estas tres cuestiones indican que ha llegado un momento crítico en el que los temas políticos que se han dejado sin atender desde hace tiempo han creado un punto de inflexión crítico para Estados Unidos en Siria.
Por otro lado, los soldados estadounidenses, particularmente los que se dedican a las operaciones especiales, siguen dedicados a una misión cada vez más desafiante: seguir con la lucha contra ISIS aunque se pierda el interés, aunque Turquía amenace con invadir Manbij (en donde aún hay presencia de soldados estadounidenses) y aunque el futuro sea decididamente incierto.
Estados Unidos debe comprometerse con sus guerras y asumir su parte en las decisiones políticas que hay que tomar. Además, hay que sostener un diálogo informado sobre los beneficios de quedarse en Siria o retirarse completamente.
A lo largo de las guerras posteriores al 11-S se ha demostrado que es más fácil para los soldados estadounidenses ganar la batalla en el terreno, pero mucho más difícil consolidar la paz y la estabilidad. La pregunta ahora es si Siria será diferente y si se tomarán las decisiones esenciales que se necesitan para lograrlo.
El final del combate a ISIS descongeló un campo de batalla en el que el enemigo común había mantenido a raya otras tensiones.
Estados Unidos y Rusia usaban frecuentemente la línea de coordinación para comunicarse y para evitar que sus fuerzas combatieran entre sí. El régimen sirio de Bachar al Asad también procuró no estorbarle a Estados Unidos. Además, pese a que a Turquía, aliado de Estados Unidos en la OTAN, no le hacía mucha gracia que Estados Unidos hubiera decidido respaldar a los kurdos del norte de Siria por ser la fuerza más efectiva en el combate a ISIS, se guardó su descontento mientras la lucha contra ISIS estaba en su punto más álgido.
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Hoy, las cosas son distintas: Turquía amenaza con invadir Manbij, ciudad que las fuerzas estadounidenses patrullan regularmente.
Estados Unidos está trabajando en un acuerdo con Turquía que disipe sus inquietudes y que sirva para que Estados Unidos se quede en el norte de Siria con sus aliados kurdos sirios y árabes. Sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta si se llegará a un acuerdo. La decisión que se tome moldeará el futuro de la intervención estadounidense en el país.
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El que Trump haya dicho que Estados Unidos se retirará "muy pronto" agravó la incertidumbre respecto a la presencia estadounidense. Además, provocó que a los aliados de Estados Unidos (los kurdos sirios, que Estados Unidos todavía quiere que sigan encabezando la lucha contra ISIS) les preocupe aún más que Estados Unidos los abandone.
Hay que ser claros: la incertidumbre ha sido la regla y no la excepción en la estrategia de Estados Unidos en Siria desde que el gobierno de Obama se involucró, en 2011. Como señaló hace poco el exenviado de Estados Unidos a Siria, Frederic Hof, "el presidente Obama caricaturizaba las alternativas externas al crear y debatir con testaferros: idiotas inventados que pedían la invasión y la ocupación de Siria… No era su intención, pero el desempeño de Barack Obama en Siria generó desestabilización mundial".
No obstante, estos comentarios son el recordatorio más reciente de que nada está escrito y que nada es seguro cuando se trata de la presencia de Estados Unidos en Siria, ni siquiera mientras los políticos del Departamento de Estado y las fuerzas armadas trabajan para trazar un plan para el futuro.
Finalmente, pero no por ello menos urgente, es el tema de la pérdida de vidas estadounidenses. Por primera vez, en 2016, murieron en combate más miembros de los equipos de operaciones especiales que de las fuerzas convencionales, pese a que los equipos de operaciones especiales representan menos del 5% de las fuerzas armadas estadounidenses.
Esto subraya el hecho de aunque son una porción pequeña de las fuerzas armadas, los equipos de operaciones especiales han cargado con gran parte de la lucha y de sus pérdidas en las guerras posteriores al 11-S.
Antes se usaban los equipos de operaciones especiales para complementar a las fuerzas convencionales. Ahora, se han vuelto la opción favorita de los políticos porque dejan poco rastro y no llaman tanto la atención.
Por ahora, la misión en Siria sigue estando mayormente a cargo de las fuerzas especiales. La pérdida del sargento Jonathan Dunbar nos lo recuerda.
Estados Unidos les ha pedido mucho a sus soldados en estas guerras posteriores al 11-S. Se merecen un país y un aparato político comprometido con lo que se les pide (y con los aliados a los que reclutan) y que les dé claridad sobre lo que viene.
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