OPINIÓN: El sismo que desnudó la corrupción inmobiliaria
Nota del editor: Francisco González Ortega es director general del Laboratorio de Revisión de Obras de la Contraloría General del Gobierno de la Ciudad de México. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(Expansión) — Hace un año se presentó un sismo con una magnitud de 7.1, con epicentro a 120 kilómetros de la Ciudad de México, a una profundidad de 57 kilómetros. Este sismo se originó en una falla “normal”, existiendo un desplazamiento de bloques de tierra en sentido opuesto. El daño causado fue de 369 muertos y de 38 edificios colapsados.
Este tipo de sismo de falla normal y de profundidad intermedia genera una alta frecuencia y tiene como característica principal que no solo puede causar daños a la estructura, sino también a los componentes no estructurales. Por esta razón se observaron edificios aparentemente dañados en su estructura, pero que en realidad la mayoría de ellos presentó daño en elementos no estructurales. Debido a esta situación, el 70% de las edificaciones tuvieron daño no estructural, haciéndose altamente factible su rehabilitación y/o reparación. En el otro 30% restante de edificios afectados es necesaria su demolición, reforzamiento o reestructuración.
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A un año de estos acontecimientos es importante preguntarnos ¿cuál es el diagnóstico?, ¿cuál el balance?; la reflexión de las causas que originaron los daños, ¿cuáles son nuestras negligencias?; nuestras ineptitudes, lo que falta por hacer, por revisar, por mejorar, ¿es necesaria un cambio en la legislación actual?; en los procedimientos de planeación, revisión, supervisión, autorización permisos, ¿qué hay que corregir?, ¿qué es necesario hacer para salvar y poner a buen resguardo la vida, un nuestra propia vida? Son muchas las preguntas y pocas las respuestas.
¿Quiénes son los verdaderamente responsables, o somos todos, por no darle la importancia que se requiere?, ¿a los ingenieros estructuristas que son los peor pagados -que su trabajo no es valorado hasta que vuelve a ocurrir un sismo?, es conocido en el medio que los que mejor ganan son los constructores.
Cuando alguien va a construir una edificación no revisa que el profesionista que lo va a diseñar, a calcular, a ejecutar, tenga un certificado de competencias que garantice que sabe lo que hace, que ese especialista tiene capacidad, experiencia, competencia, que es moralmente responsable. Entonces escogen al que les cobre más barato. A fuerza de ser honesto, cabe preguntarse, ¿por qué la gente le da más importancia a tener asegurado su automóvil y no su casa?, ¿no tendrán también algo de responsabilidad?
Las autoridades exigen para otorgar la manifestación de construcción la firma de un Director Responsable de Obra (D.R.O.), y ellos son los “responsables” de revisar el cálculo, el diseño y el cumplimiento de la normatividad, de tal manera se demostró que no se cumple a cabalidad con el objetivo ya que quedaron totalmente rebasados y en evidencia de que no cumplen con su función principal. Aquí cabe preguntar ¿quién los evalúa?, ¿quién los supervisa?
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¿No será que también tienen responsabilidad a otorgar la cédula de D.R.O. a quien no está debidamente capacitado para ello? ¿Qué tiene que pasar para darnos cuenta de que este esquema ha fracasado y que no dio ni da resultados satisfactorios? Seguir empeñados en ello es ponerse en riesgo, es poner en riesgo nuestra seguridad, es vivir con la zozobra, con miedo, con angustia. ¿Por qué no cambiar el esquema, el procedimiento, la evaluación para una mejor selección de D.R.O.?
Así como los criterios de quien da la autorización, asegurar que se cumple con la capacidad, el conocimiento, la especialidad. Se insiste en seguir teniendo el mismo esquema que no ha dado resultado; solo con paliativos, las modificaciones al reglamento están bien, pero ¿quién lo supervisa para que se aplique de manera correcta?, ¿quién corrige, audita resuelve, decide?, ¿quién se hace verdaderamente responsable, quién garantiza que la solución estructural sea ingenierilmente la mejor?
Seguramente si se insiste en mantener el mismo esquema seguiremos teniendo, ante la presencia de otro sismo, los mismos o peores daños, las mismas consecuencia a causa de la negligencia de la opacidad, de que no supimos modificar procesos que mejoren nuestras condiciones actuales por otros procesos mejores; porque no somos capaces de darnos cuenta y damos importancia como sociedad a que están en riesgo no solo nuestras vidas sino también la de nuestros hijos.
Se puede cambiar pero es necesario considerar el profesionalismo de nuestros ingenieros, arquitectos, calculistas diseñadores, supervisores de obra, capacidades en cuanto al conocimiento profundo de las normas de construcción y de los factores, que es necesario considerar en el diseño, en el cálculo, dando y proponiendo la mejor solución; en el diseño de cada uno de los elementos estructurales, en su análisis y diseño, en la consideración de cargas, en la determinación de cortantes de momentos de esfuerzos de deformaciones, haciendo simulaciones y estudios profundos de comportamiento sísmico y funcionamiento de distorsiones; proponer estructuras dúctiles, resilientes, observando en un simulador su comportamiento y desempeño.
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Se puede un cambio sustancial si se tiene la voluntad de poner en los puestos que autorizan, otorgan usos de suelo y permisos, a personas que cumplan con los conocimientos necesarios competentes y suficientes; ingenieros que hayan construido, que conozcan los procesos básicos y fundamentales para el diseño y cálculo de la infraestructura; que cuenten con experiencia en campo, que tengan dominio de normas antisísmicas, que hayan estado en obra, que se hayan ensuciados los zapatos, no solo con académicos, sino con verdaderos ingenieros.
Con experiencia, capacidad competencia y con la certificación de que son expertos y especialista en el arte de. Planear, programar, diseñar y construir obras de gran relevancia, para que de esta forma se garantice la vida de nuestra población.
Indispensable se vuelve generar entre los diseñadores la exigencia de utilizar en los proyectos normas, elementos antisísmicos en la constitución geométrica y mecánica de cada componente estructural, en la cimentación, columnas, vigas y losas. Asimismo, elementos disipadores de energía, mayor exigencia en la utilización de métodos de vanguardia e innovadores de diseño, poniendo como prioridad la seguridad de las construcciones, pero sobre todo el valor y la protección de la vida.
El sismo vino a desnudar todas nuestras malas prácticas, pero sobre todo la corrupción que existe entre autoridades, inmobiliarias y particulares. Hubo edificaciones que estaban hechas con castillos armados con armex y losas de poliestireno con una capa de compresión de tres centímetros, obviamente tenían que colapsarse. Tomemos la mala experiencia para cambiar y que el cambio sea desde romper los esquemas anquilosados del pasado, estamos en el siglo XXI, existen nuevos métodos de diseño modernos, innovadores, nuevos materiales. Atrevámonos a entrar en la modernidad, quitémonos la idea de que no se puede, claro que. se puede, solo hay que trabajar y poner en práctica todo el talento, todo el ingenio, la innovación y el conocimiento.
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Existe un gran capital humano, en los ingenieros comprometidos con hacer bien las cosas, ingenieros integrantes de cámaras, colegios e instituciones gubernamentales que se esfuerzan en el día a día por tener una mejor esperanza, un mejor futuro una mejor ciudad y por ende un mejor país.
De esta manera tendremos la certeza, la garantía y la seguridad de que nuestra infraestructura soportará adecuadamente las solicitaciones por cargas gravitacionales y accidentales por si varios años después se presenta nuevamente un sismo de gran intensidad.
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