OPINIÓN: Las nuevas oportunidades para el sector inmobiliario
Nota del editor: Jaume Molet es ingeniero industrial por la Universidad Politécnica de Cataluña. Se ha desarrollado como Consultor de Estrategias y Operaciones en empresas como AT Kearney y Efficio. Es socio fundador y ahora es director general de Lamudi México. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(Expansión) - Inversionistas, desarrolladores, asesores inmobiliarios y diversos actores de los bienes raíces hemos sido parte de una incertidumbre económica que nos ha llevado a niveles de estrés exorbitantes y, en el mejor de los casos, a escenarios de reflexión o crítica profundos.
No es para menos, ya que desde el cambio de gobierno en Estados Unidos y la renegociación del antiguo TLCAN se vio un impacto en los precios de los materiales para construcción en hasta un 11%. Incluso el cambio de gobierno local, que impulsaría las políticas públicas de desarrollo urbano y vivienda, ha sido parte esencial de la preocupación entre el sector.
Hablar del impacto que estos cambios conlleva pensar en la aceleración o contracción de las operaciones inmobiliarias debido al incremento de los precios de mercado que originan el incremento de las tasas de interés de los créditos.
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También nos orilla a repensar en el seguimiento que se le dará (o no) a las iniciativas para el desarrollo urbano. Como ejemplo, recuerdo que iniciada la presente administración se lanzó la idea de formar ciudades dentro de CDMX, como la Ciudad de la Salud, la Ciudad Verde y el Corredor Cultural, que se plantearon como una solución al acelerado crecimiento urbano; sobra decir que ninguno de estos proyectos es realidad, por el contrario han sido cubiertos con capas de concreto.
Estos aspectos se han convertido en la suma de amenazas al buen desempeño del sector inmobiliario, que hasta el momento ha permanecido en niveles de crecimiento de entre un 6 hasta un 9% anuales, y por ello invito a esforzarnos por entender la problemática y abrir la mente. Me permito resaltar los retos que -bien enfocados- pueden convertirse en oportunidades para el sector, pues todo depende de la perspectiva desde la cual se miren los hechos.
Con un déficit habitacional calculado en 11 millones de viviendas, la principal oportunidad inmobiliaria radica en la capacidad de hacer asequible la nueva oferta de vivienda a los mercados medio y económico, no solamente en el tipo residencial y residencial plus, al que solo tiene acceso el 6% de la población.
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Precisamente este mercado ha tenido un crecimiento acelerado en su oferta durante los últimos 3 años: 79% en CDMX, 61% en Guadalajara y 67% en Monterrey; mientras que en la categoría medio y económico la proporción correspondiente al 21, 39 y 33% en las mismas regiones, de acuerdo con reportes inmobiliarios.
No pongo en tela de juicio la ausencia total de sinergias entre gobierno y desarrolladores; sin embargo, me preocupa que sean esfuerzos aislados, sin una planeación a futuro, independientemente del partido que gobierne en turno-. Es importante que se generen esfuerzos enfocados en generar un mayor retorno económico a largo plazo y no en un sentido para construir un nuevo modelo de urbanización, un posicionamiento de alto a nivel internacional, que tome en cuenta las motivaciones de las nuevas generaciones en temas de vivienda y que se otorgue el derecho a una vivienda digna.
No podría culminar sin pensar antes en las deudas y saldos que permanecen pendientes a nivel nacional y que sin duda serán un constante recordatorio para la llamada “cuarta transformación”: infraestructura pública que mejore los niveles de movilidad en las grandes metrópolis del país como CDMX, Monterrey, Guadalajara y Querétaro donde en promedio la población dedica dos horas de su vida diaria para trasladarse a sus centros de trabajo.
Son necesarios servicios de calidad que mejoren las condiciones y estilo de vida; apoyo en la agilidad del desarrollo urbano para fomentar una amplia oferta de vivienda digna para todos los segmentos de la población y no solamente para aquellos que ofrecen retornos más altos (residencial y residencial plus); disminuir los niveles de inseguridad que generan desconfianza y sesgan las transacciones inmobiliarias, así como desarrollar o incentivar más instrumentos para la adquisición de propiedades.
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