OPINIÓN: La crisis financiera de Pemex
Nota del editor: Jorge Sánchez Tello es director del Programa de Investigación Aplicada de la Fundación de Estudios Financieros-FUNDEF A.C., centro de Investigación independiente con sede en el ITAM. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(Expansión) - El tema de Pemex y las gasolinas está generando una interesante reflexión, el papel que tiene la iniciativa privada en los negocios. Es claro que Pemex al ser una empresa que “administra” el gobierno durante muchos años ha sido mal administrada; técnicamente está en quiebra porque sus pasivos son superiores a sus activos. Los que administren Pemex deben aprender de las empresas privadas mucho, así como lo han hecho algunos empresarios de forma involuntaria, han aprendido economía.
Pemex tiene una deuda de más de 100,000 millones de dólares. Es decir, la deuda ajustada implica que se necesitan más de seis años de ventas de Pemex, sin tomar en cuenta impuestos ni costos de operación costos.
Según la calificadora Moody's, de cada dólar que invierte en su ciclo de producción, solo recuperó 86 centavos en el 2018.
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El golpe a las Finanzas Públicas es brutal si tomamos en cuenta el pasivo de pensiones; además, es importante señalar que la deuda financiera es de más de 2 billones de pesos que se han colocado por bonos y la adquisición de créditos. Aproximadamente el 81% de sus obligaciones financieras están en dólares, lo que es un dato revelador.
Con un pasivo aproximado de 3.6 billones de pesos, enfrenta una grave crisis financiera; el tema del huachicol es solo la punta del iceberg. Pemex necesita cambiar y aprender de la iniciativa privada cómo administrar una empresa.
Un buen jugador de billar juega como si entendiera bien trigonometría y física, aun si nunca las ha estudiado. Y un exitoso empresario, ¿ actúa como si entendiera los principios fundamentales de economía?
Según el prestigioso economista Knight, el empresario es la persona que asume el riesgo derivado de la actividad económica, adelanta el dinero y, por lo tanto, ha de ser recompensado con un beneficio. Este empresario tiene dos tipos de riesgos evidentemente relacionados: uno más técnico, por si la producción no funciona o no se producen las cantidades esperadas; y otro más económico, por si los ingresos no son los esperados. El dinero que el empresario pone es cierto y real y, sin embargo, no sabe si lo recuperará.
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Para Shumpeter no es el riesgo el factor explicativo de las ganancias del empresario, sino la innovación y el progreso técnico. Por lo tanto, el empresario ha de inventar e innovar hasta que aparezca la imitación, momento en que sus beneficios extraordinarios se verán reducidos. De esta forma, podríamos decir que las fases del cambio tecnológico son tres: invención, innovación e imitación.
Muchas veces no existen los datos o el tiempo para hacer los cálculos cuidadosos que los textos de economía indican para optimizar o hay otras razones de por qué los tomadores de decisiones no hacen cálculos completos.
Reconocimiento de eso y las implicaciones de recurrir a reglas sencillas ha sido la contribución de la economía del comportamiento (que ha conducido a dos grupos de premios Nobel en Economía durante los últimos 10 años).
Una de las reglas sencillas generales más utilizadas por empresarios ha sido razonar por analogía, usando la relación entre variables en el pasado para determinar una de las variables para el presente o el futuro. (Me refiero a esfuerzos como aquellos de estimar la demanda que habrá por un producto específico basada en la relación pasada entre el producto bruto o el valor añadido de la producción industrial y la fabricación de ese producto específico).
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Cuando algunos economistas de empresas estadounidenses se refieren a tres conceptos de racionalidad, están reconociendo implícitamente la necesidad de razonar en términos de la Economía de Comportamiento. Algunos de ellos mantienen que la racionalidad incluye tres aspectos: lo estrictamente económico, lo social y aquello que refiere a personalidades.
Lo económico tiene que incluir el uso de reglas sencillas y la documentación de las circunstancias y sesgos de esas reglas. El aspecto social en donde las relaciones económicas no funcionan cuando no hay un “tratamiento justo” mínimo y una especie de altruismo (a veces llamado un altruismo con fines egoísta al largo plazo); sin esos elementos las transacciones económicas no se realizan.
El tercer aspecto, el de las personalidades, se ejemplifica en el éxito de fusiones de empresas con culturas empresariales suficientemente congruentes y el fracaso de fusiones aparentemente justificadas en términos financieros, que toman lugar entre culturas empresariales muy diferentes, por ejemplo, la realizada hace unos años entre una compañía de vidrio muy importante de los Estados Unidos y otra también muy importante de México.
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Es apropiado notar que en los Estados Unidos el pequeño número de economistas que han llegado a ser gerentes generales de corporaciones parece haber desempeñado sus funciones mejor que el promedio de los CEOs. Sin embargo, parece que para estar entre los mejores CEOs se requiere excelencia en algo más que la capacidad analítica de un economista y es la capacidad de saber tomar decisiones.
Está en el interés de las empresas que los que toman las decisiones tengan mejor comprensión de los principios económicos, incluyendo la emergente Economía de Comportamiento.
Por lo tanto, si Pemex aspira a ser una mejor empresa tiene que actualizar sus finanzas y todo está en tener personal que tenga las credenciales suficientes para que la logren levantar y ser una empresa productiva bien administrada, se ve complicado pero en algún lado deben empezar, no todo es el huachicoleo si bien se debe combatir el otro tema pendiente es arreglar sus finanzas.
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