OPINIÓN: Los niños han dicho ¡basta!
Nota del editor: Juan Mayorga es periodista especializado en asuntos ambientales, principalmente cambio climático, transición energética y desarrollo urbano sustentable. Es maestro en Public Management y GeoGovernance por la Universidad de Potsdam, Alemania, colaborador de medios nacionales e internacionales. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(Expansión) - “Quiero que entren en pánico, que sientan el miedo que yo siento todos los días... y luego quiero que actúen como si la casa estuviera en llamas, porque lo está”: Greta Thunberg.
Más de un millón y medio de personas en más de 2,000 localidades de 125 países dejaron algo muy claro el pasado 15 de marzo: Una nueva generación está cansada de la incapacidad de sus predecesores para enfrentar el cambio climático, una friolera de asunto que representa nada menos que el mayor reto que haya enfrentado jamás la humanidad y que amenaza, literalmente, la posibilidad de estos jóvenes de ser, de seguir siendo.
Bajo las banderas de #ClimateStrike4School y #FridaysForFuture, el mundo entero respondió al llamado de Greta Thunberg, una adolescente sueca con síndrome de Asperger que desde septiembre pasado se salta las clases de los viernes para ir al parlamento de su país a demandar mayor acción climática.
Hear @GretaThunberg‘s call to #ClimateAction. She is proof that we need to listen to the young generation for a sustainable future. pic.twitter.com/J0Sc7uG6Iv
— UN Women (@UN_Women) March 18, 2019
¡Quién lo hubiera imaginado! Lo que no han logrado Barack Obama, Al Gore, Leo DiCaprio ni todo el panel de científicos del IPCC lo logró una chica de 16 años con carita párvula, mirada penetrante y retórica de matagigantes. ¿Qué logró? Simple, articular un clarísimo ¡ya basta!
Si Suecia no le había puesto atención a Greta Thunberg es porque era un país muy chico para contener su voz. En cuanto la adolescente de trenzas habló en Katowice, Davos y Bruselas, su mensaje retumbó en los cuatro vientos y movió los corazones de jóvenes desde Estocolmo hasta Santiago de Chile a través de las redes sociales.
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En su explosivo ascenso, Greta ha reprobado a Theresa May, ha recibido el espaldarazo de Angela Merkel, ha acumulado los elogios de Greenpeace, Amnistía Internacional, y ha pasado de ser una relativa desconocida en diciembre a estar nominada a mediados de marzo para el Premio Nobel de la Paz.
Pero no nos engañemos. No importa qué tan especial sea Greta, esta historia no se trata más de ella que de todos nosotros. Greta resuena, precisamente, porque habemos millones cansados de un sistema económico que devasta el futuro ante las tibieces, omisiones y excusas de nuestros líderes. Si bien tiene un enorme mérito poner tanta humanidad, sentido común y valor en una sola voz, Greta nos fascina porque nos pone frente a un espejo para exhibir nuestras miserias como sociedad.
Por ello la irrupción del 15 de marzo es el portazo de una nueva mentalidad en el recinto hermético de la opinión pública. ¡Basta de seguir posponiendo este asunto! Tras Greta, han proliferado en Europa y Norteamérica los referentes locales de la nueva generación: Luisa Neubauer en Alemania, Anuna De Wever en Bélgica, Alexandria Villaseñor en Estados Unidos… la lista sigue.
No es casualidad que las demandas de estos chicos coincidan con la plataforma política que llevó a Alexandria Ocasio-Cortez a ser la representante más joven en el Congreso estadounidense, con una propuesta de un Green New Deal que entusiasma a tantos y marcha con resiliencia frente a los argumentos cortoplacistas de sus críticos.
Al final del día, la historia de Greta revigoriza la política, empodera a los ciudadanos y le planta una digna cara al pasmo en que nos ha sumido la mentalidad incremental, cortoplacista y corta de miras de los Babyboomers y las Generación X.
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La duda es, ¿para qué nos alcanza la indignación multitudinaria que ha canalizado Greta Thunberg? Por el momento no lo sabemos, pero me atrevo a intuirlo: Si este movimiento se sostiene, los adultos se verán forzados a prestar atención más temprano que tarde.
En las vísperas, Johan Rockstrom, uno de los científicos más reputados del mundo sobre cambio climático, se preguntaba en Twitter si la marcha de estos jóvenes era el punto de inflexión que hemos estado esperando.
Algo parecido a una respuesta llegó después, con un sentido texto publicado en el diario The Guardian por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en el que sostiene que la urgencia mostrada por los manifestantes climáticos lo ha llevado convocar una cumbre en Nueva York en septiembre próximo con “planes realistas” para reducir un 45% las emisiones globales durante la próxima década y frenar el cambio climático en 1.5 grados.
Podrá sonar como otra cumbre internacional sobre el tema, pero decirlo así es pecar de miopes. Ahora la legitimidad de los jóvenes indignados se apila con cada viernes de protestas. Ellos son millones, les importa su futuro y ya han descubierto su voz. Nada volverá a ser igual a partir de ahora.
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