OPINIÓN: Mientras peleamos
Nota del editor: Esta columna se publicó originalmente en la edición 1252 de la revista Expansión, ’ 50 años, los negocios en México son nuestra historia. Especial 1969-2019', correspondiente a abril de 2019.
(Expansión) – Conseguimos la entrevista con López Obrador. Logramos que hablara de economía y se dirigiera a los empresarios. Qué buena oportunidad para estar en el tema que todos comentan: “El jefe de gobierno, decía el artículo, quiere convencer a los empresarios de que inviertan en la capital”.
En ese número de noviembre de 2001 se consignaba que el gobierno federal había decidido construir un nuevo aeropuerto en Texcoco y no en Tizayuca.
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Pocos meses más tarde, otra historia de portada alertaba sobre la urgencia de una reforma eléctrica en México: los grandes consumidores de energía estaban en riesgo de sufrir apagones si no aumentaba la inversión en el sector.
Parece que en 2019 vivimos el tercer acto de la obra que empezó en 2001 y 2002. Ese tercer acto en el que llega el desenlace de lo planteado en el primero. El aeropuerto de Texcoco está cancelado por segunda vez; ahora se plantea repensar la reforma energética, luego de que la capacidad instalada pasó de 36 a 76 GW. López Obrador convenció a los empresarios de que invirtieran, cambió la cara del Periférico, del Centro y de Reforma, y ahora necesita convencerlos de nuevo. Pasados 16 años volvemos a empezar.
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Muy tentador el tema, pero lo relevante estaba en otra parte: en otra portada de 2002, el presidente de Walmart habló del crecimiento de la empresa en México, que estaba por consolidar una revolución, luego de ventas en 2001 por 88,541 millones de pesos, tres veces más que su más cercano competidor.
El mensaje estaba claro para quienes tenían que leerlo: prácticamente todos los fabricantes y comerciantes mexicanos. Walmart anunciaba tres líneas de acción. La primera, crear sus propios centros de distribución, y así dejar de atender y recibir a cada proveedor por separado; la segunda, digitalizar sus procesos y, por lo tanto, tener un mayor control de inventarios y saber más de los hábitos del consumidor y de la capacidad de sus abastecedores, y la tercera, exigir “precios bajos, siempre” y no rebajas temporales. “El que se resiste al cambio está muerto”, dijo Cesáreo Fernández, en ese entonces presidente de Walmart México.
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Había que entender la revolución de los datos y ser más eficiente. Los proveedores que pudieron se subieron al vagón. En esos 16 años, las ventas de Walmart México se multiplicaron casi por tres en términos reales y fueron tres veces mayores que las de su más cercano competidor, que absorbió a otras dos empresas más.
Sí, las empresas entonces necesitaban un gobierno que emparejara el terreno para competir y estuviera más atento para que aun los gigantes —y sobre todo los gigantes— respetaran las leyes. Como ahora, las empresas solo florecen con un Estado de derecho, de reglas claras y estables. Pero su labor no es estar atentas a las veleidades de la política. Las empresas y los privados — que somos todos— necesitamos que nos dejen atender las noticias que son realmente relevantes.
* Roberto Morán es economista, periodista desde que el TLCAN nos hizo repensar nuestro destino. Editor de Expansión en 2001 y 2002.
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