A lo largo de estos tres años, se llevaron a cabo intensas negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea para tratar de establecer algún plan de salida. Cuando dicho plan fue acordado, la Primera Ministra Theresa May (sucesora de Cameron al frente de los Tories, y apenas la segunda mujer en ser Primera Ministra del Reino Unido) fue incapaz, en dos ocasiones, de lograr que el Parlamento lo aprobara. May incluso sobrevivió un voto de no-confianza promovido por el Partido Laborista, pero este heroísmo no fue suficiente para asegurar los votos que hacían falta.
¿Cuáles son los temas que le parecieron inaceptables al Parlamento? ¿Por qué a pesar de los repetidos intentos de Theresa May, jamás se llegó a generar la dinámica adecuada? Es difícil saberlo, porque desde las épocas del referendo original se dio una campaña que dibujaba a la UE como un proyecto caduco, esclerótico y muy poco eficiente, además de asegurar que el Reino Unido perdería muy poco al separarse de ese proyecto de integración, puesto que su poder de negociación y tamaño económico serían suficientes para imponer condiciones a Bruselas.
Por ello, cada detalle del acuerdo alcanzado por Theresa May fue duramente cuestionado en el Parlamento, bajo la creencia de que el Reino Unido no había obtenido el mejor trato que podía tener, cayendo incluso en interpretaciones claramente contradictorias – por ejemplo, que el Reino Unido podría mantener una unión aduanera con la UE al mismo tiempo tendría la libertad de negociar tratados de libre comercio con otros países de otras regiones del mundo.
Con la salida de Theresa May, el elegido para ocupar la oficina de 10 Downing Street fue Boris Johnson , quien desde el principio del referéndum original fue ardiente partidario del brexit, aunque posiblemente el ahora Primer Ministro jamás imaginó que le tocaría justamente a él ejecutar el proceso de salida. En su primer discurso, Boris Johnson prometió ejecutar el brexit de acuerdo con lo planeado el próximo 31 de octubre de 2019, con o sin acuerdo.
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