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La responsabilidad de Boris Johnson para obtener un buen 'brexit'

Boris Johnson prometió ejecutar un 'brexit' el 31 de octubre, con o sin acuerdo, aunque antes de esa fecha hay una nueva oportunidad de organizar una salida ordenada, dice Juan Carlos Baker.
mar 06 agosto 2019 10:14 AM
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¿Podrá Boris Johnson realmente llevar adelante un 'brexit' ordenado?

(Expansión) - Si usted creía que había escuchado o visto la historia completa del brexit, temo informarles que no es el caso.

Recapitulando los hechos, en 2016 el entonces Primer Ministro David Cameron llamó a referéndum la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea (UE). El Primer Ministro confiaba en obtener una fácil victoria que posteriormente le permitiera afianzar su agenda interna. El problema es que el resultado fue exactamente el opuesto: el voto favoreció la salida, se generó un caos político del cual el Reino Unido no ha logrado salir y contaminó irremediablemente la relación con Europa continental, posiblemente por muchas décadas hacia el futuro.

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A lo largo de estos tres años, se llevaron a cabo intensas negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea para tratar de establecer algún plan de salida. Cuando dicho plan fue acordado, la Primera Ministra Theresa May (sucesora de Cameron al frente de los Tories, y apenas la segunda mujer en ser Primera Ministra del Reino Unido) fue incapaz, en dos ocasiones, de lograr que el Parlamento lo aprobara. May incluso sobrevivió un voto de no-confianza promovido por el Partido Laborista, pero este heroísmo no fue suficiente para asegurar los votos que hacían falta.

¿Cuáles son los temas que le parecieron inaceptables al Parlamento? ¿Por qué a pesar de los repetidos intentos de Theresa May, jamás se llegó a generar la dinámica adecuada? Es difícil saberlo, porque desde las épocas del referendo original se dio una campaña que dibujaba a la UE como un proyecto caduco, esclerótico y muy poco eficiente, además de asegurar que el Reino Unido perdería muy poco al separarse de ese proyecto de integración, puesto que su poder de negociación y tamaño económico serían suficientes para imponer condiciones a Bruselas.

Por ello, cada detalle del acuerdo alcanzado por Theresa May fue duramente cuestionado en el Parlamento, bajo la creencia de que el Reino Unido no había obtenido el mejor trato que podía tener, cayendo incluso en interpretaciones claramente contradictorias – por ejemplo, que el Reino Unido podría mantener una unión aduanera con la UE al mismo tiempo tendría la libertad de negociar tratados de libre comercio con otros países de otras regiones del mundo.

Con la salida de Theresa May, el elegido para ocupar la oficina de 10 Downing Street fue Boris Johnson , quien desde el principio del referéndum original fue ardiente partidario del brexit, aunque posiblemente el ahora Primer Ministro jamás imaginó que le tocaría justamente a él ejecutar el proceso de salida. En su primer discurso, Boris Johnson prometió ejecutar el brexit de acuerdo con lo planeado el próximo 31 de octubre de 2019, con o sin acuerdo.

Lee: Boris Johnson revive los temores de un caos económico con el brexit

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La UE, por su parte, ha dejado claro que no hay nada más que negociar. Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea, fue enfático: el acuerdo es el “mejor y único posible”. No debemos sorprendernos por la dureza de estas declaraciones, puesto que la UE tiene en estos momentos preocupaciones de diversas índoles, todas ellas muy reales y de muy diversos orígenes: desde temas geopolíticos como qué hacer con Rusia y China, pasando por el deterioro de las relaciones con EU, y una economía frágil, queda claro que la UE preferiría dedicar sus energías a otras agendas que a estar discutiendo en círculos con el Reino Unido.

Todo este tormentoso capítulo puede llevarnos a otra fecha crítica, que desde ahora debemos poner en nuestros calendarios: el 17 de octubre. Ese es el día de la próxima reunión del Consejo Europeo, el cual posiblemente será el último momento posible de llegar a un entendimiento sobre cómo completar un brexit ordenado. Imaginemos el escenario, como si esto fuera una película de suspenso: después de meses de negociaciones que no llegan a nada y que no cambian el sentido del acuerdo original (como todo mundo anticipó), el Primer Ministro se presentará ante sus colegas Jefes de Estado y de Gobierno, a hacer un último intento de asegurar condiciones … o enfrentar las consecuencias. Habrá muchos villanos, posiblemente ningún héroe, pero sí muchas consecuencias.

No debe quedar ninguna duda: las consecuencias vendrán muy pronto, en toda una serie de modalidades, cada una con su propia complejidad. Primero, en el plano internacional, el brexit sin acuerdo dejaría una profunda grieta en el proyecto de integración más longevo (la UE se ha estado venido construyendo por más de 50 años), fortaleciendo más los movimientos políticos antisistema que han aparecido en el plano político internacional en los últimos años.

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Económicamente, a nadie le queda duda que un brexit abrupto generará enormes distorsiones en el comercio mundial y en los mercados financieros, a pesar de que no hay un consenso de qué tan grande puede ser el efecto negativo: hay estudios que indican una caída del PIB del Reino Unido hasta de 2.5%, reduciendo al mismo tiempo el PIB per cápita en todos los países miembros de la UE.

Dentro del propio Reino Unido, no es difícil imaginar que este escenario también podría obligar a Escocia, Gales e Irlanda del Norte (los otros países miembros del Reino) a plantearse cursos alternativos de acción. Por ejemplo, los escoceses votaron por seguir siendo miembros de la UE, al igual que Irlanda del Norte, pero en Gales se impuso el brexit. Inadvertidamente, este referendo vino a recordar muchas de las diferencias históricas que los países miembros del Reino Unido han tenido entre ellos.

¿Podrá Boris Johnson realmente llevar adelante un brexit ordenado, que respete la decisión mayoritaria del referéndum, que no polarice más la relación con Bruselas y que al mismo tiempo mantenga la calma en los mercados internacionales? La respuesta es completamente política, algo que Theresa May entendió, pero fue incapaz de transmitirlo en términos aceptables para el Parlamento.

Nota del editor: El autor es académico de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana, y Socio Director de Consultores Internacionales Ansley. Durante 2016 – 2018 se desempeñó como Subsecretario de Comercio Exterior en la Secretaría de Economía. El autor agradece la colaboración de Rosángel Hernández en la elaboración de este texto.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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