La ampliación de la cobertura con calidad del sistema de instituciones de educación superior es una tendencia que se concretará en los próximos años.
A pesar de esta extensión de los escenarios educativos, queda la duda de la eficiencia en el aprendizaje y la capacidad de enseñanza de los docentes. Una clase con 500 educandos en línea sincronizados en una videoconferencia en tiempo real tiene el reto de verificar qué tan comprometido y atento está cada uno de ellos. Presencialmente, llevar una dinámica de grupo que implemente una instrucción activa con 60 colegiales en un salón de clase, es un tema que sólo grandes profesores realizan en forma magistral.
Es ante esta realidad que la creatividad, delegar funciones de apoyo a los alumnos más capaces e integrar redes de aprendizaje por medio de tecnología se hacen cada vez más necesarios. La emisión de información es sencilla, lo difícil es medir el aprendizaje real de cada uno de ellos. El método de monitores que utilizó Joseph Lancaster y previamente Andrew Bell (1753 – 1838) es una posibilidad para enseñar. Sin embargo, el discípulo más avanzado de un grupo puede impactar sólo a un equipo pequeño de sus compañeros. Es aquí donde una comunidad de formación apoyada por las nuevas tecnologías puede generar un espacio interactivo que acelere positivamente la comprensión y aplicación del conocimiento.