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Factofilia, ¿qué dicen los datos?

Conocer mejor el mundo como es permite a las personas focalizar el trabajo comunitario y el activismo; a las empresas, entender mejor a los clientes, apunta Mónica Aspe.
sáb 28 septiembre 2019 07:00 AM

(Expansión) – “Tenemos derecho a nuestras propias opiniones, pero no a nuestros propios datos”: Daniel Patrick Moyniham.

La mayoría de las personas piensa que la pobreza extrema en el mundo se ha incrementado notablemente en los últimos 20 años. Afortunadamente esto es falso. El Banco Mundial reporta que la pobreza extrema en el mundo se ha reducido a casi la mitad en las últimas dos décadas.

Este dato es quizá el más relevante de nuestros tiempos en términos de bienestar humano; sin embargo, lo conocen solamente 7 de cada 100 personas encuestadas por Hans Rosling, autor de Factfulness, un libro provocador que busca evidenciar cuan ignorantes somos sobre el mundo que habitamos.

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¿Por qué la mayoría de las personas responde sistemáticamente a preguntas sobre temas como este con un panorama más negativo que la realidad?

Rosling, médico y divulgador sueco, apunta a un instinto de dramatización que nos lleva a generar grandes dicotomías. Sin embargo, casi todo en el mundo se explica mejor con una escala continua.

Es legítimo, por ejemplo, considerar que la desigualdad en Brasil es dolorosa, pero es falso que ésta haya aumentado en años recientes y aún más falso que solamente existan el Brasil de las favelas y el de los jets privados. Las historias bipolares, tan atractivas para ciertas audiencias, son caracterizaciones cuyo mejor cultivo es el desconocimiento.

Fascinada con las resistencias ante la descripción fáctica del mundo y animada por el gran maestro que fue Alonso Lujambio, a los 19 años publiqué mi primer artículo, titulado Factofilia. Hoy retomo a aquella estudiante para revisitar la importancia de poner en duda nuestros sesgos, pues tendemos a favorecer la información que confirma nuestras creencias prexistentes.

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José Emilio Pacheco resumió en este multicitado verso nuestra incomodidad ante la evidencia que refuta nuestra visión del mundo: “esta terca realidad que insiste en ser como es y no como yo quiero que sea”.

Es real que la temperatura del planeta, el deterioro de los océanos y el terrorismo van al alza. La evidencia es contundente. A la vez, también es real que algunas variables marchan mejor que nunca. Por ejemplo, los porcentajes mundiales de electrificación, escolaridad de niñas y vacunación de menores son hoy superiores a cualquier otro momento de la historia de la humanidad.

Así es compatible opinar que hay realidades que éticamente están perturbadoramente mal, como la desigualdad de género, y a la vez incorporar la evidencia que muestra que las mujeres nunca hemos estado mejor que en la actualidad.

Conocer mejor el mundo como es permite a las personas focalizar el trabajo comunitario y el activismo; a las empresas, entender mejor a los clientes; a los gobiernos, diseñar mejores políticas públicas. Volviendo a Rosling, es posible que nuestra ignorancia sobre el mundo sea el más preocupante de los problemas que enfrentamos.

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Posdata: La brecha digital es uno de los fenómenos sociales que no son tan binarios como pareciera. De eso escribiré en otra entrega.

Nota del editor: Mónica Aspe, Vicepresidenta Asuntos Externos y Comunicación en AT&T, México. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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