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En ciencia, tecnología e innovación, ¿confundimos movimiento con progreso?

En el ámbito de la creación de empresas de base tecnológica todavía no se observan resultados financieros sostenidos, considera Juan Alberto González Piñón.
lun 11 noviembre 2019 12:02 PM
Ciencia y tecnología
La universidad adquiere un rol fundamental en la creación de conocimiento que tiene la posibilidad de beneficiar el desarrollo económico y social de una nación, apunta Juan Alberto González Piñón.

(Expansión) – La I+D+i+e se entiende como la creación de conocimiento a partir de la investigación y el desarrollo, su protección legal, su transferencia hacia la sociedad, así como el emprendimiento que se deriva de ellas.

La evidente y creciente aceleración de la innovación se observa en algunos de los datos presentados por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual en el 2017, en donde China recibió el número total de solicitudes de patente más alto: la cifra récord de 1,380,000, seguida por las Oficinas de Estados Unidos (606,956), Japón (318,479), República de Corea (204.775) y la Oficina Europea de Patentes (OEP) (166,585).

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Este indicador en México fue de 17,184 solicitudes, de las cuales solo el 1.36% fueron solicitadas por instituciones de educación superior y centros de investigación del país; en este contexto, la universidad adquiere un rol fundamental en la creación de conocimiento que tiene la posibilidad de beneficiar el desarrollo económico y social de una nación.

Pero como lo señalan los investigadores Boni y Emmerson, para que se produzca el impacto mencionado, es necesaria la realización de investigación y desarrollo junto con una gestión explícita que facilite la transferencia de conocimiento hacia la sociedad.

Lo anterior puede representar parte del eco a las palabras del 7 de noviembre, dadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador, sobre que en el país no había un impacto positivo evidente de la investigación.

La universidades y centros de investigación requieren hacer una observación más cercana de las actividades de I+D+i+e que no han logrado convertirse en soluciones efectivas para la sociedad y el mercado.

Una aproximación de cómo abordar dicha observación es:

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a. Definir y aplicar indicadores sistematizados de investigación, desarrollo, innovación y emprendimiento (I+D+i+e), que permitirán observar y levantar información sobre cómo vincular las diversas etapas de este proceso con las empresas, la sociedad y el gobierno, con el fin de valuar su impacto económico y social y así establecer mecanismos tempranos de trasferencia tecnológica.

b. Priorizar o definir si se destinan de manera intencional recursos e infraestructura para I+D+i+e, el objetivo de este punto es dimensionar el gasto en el que las universidades y centros de investigación incurren, distinguiendo entre fondos de carácter interno y aquella con cargo a fondos de origen externo, lo cual nos dará el grado de vinculación entre industria y universidad.

c. Conocer el nivel de institucionalización de las actividades de (I+D+i+e), esto comprende el saber si se cuenta con los reglamentos oficiales dentro de las universidades y centros de investigación que describen y establecen los procedimientos para la realización de actividades investigación, desarrollo tecnológico, de innovación, de emprendimiento, de servicios de apoyo en Propiedad Intelectual, transferencia tecnológica, redes de financiamiento y formulación de proyectos de I+D con la industria. Lo anterior podría mostrarnos si se ha privilegiado la creación de reglamentos en otras materias que requieren formalización, postergando la resolución de conflictos en materia de (I+D+i+e), dirimiéndolos de modo informal.

Quizá esta aproximación pueda mostrarnos por qué en México hay pocos retornos sociales y monetarios producto de la investigación y del emprendimiento tecnológico; si bien ya se realizan contratos de licenciamiento de tecnologías en general, de momento los ingresos derivados de ello son relativamente bajos.

En el ámbito de la creación de empresas de base tecnológica todavía no se observan resultados financieros sostenidos, ni tampoco en la venta de tecnologías fuente relevante de recursos monetarios para las universidades y centros de investigación.

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De ahí que el reto que tendrá el Conacyt será pasar de la identificación de problemas a la implementación de políticas públicas y programas pertinentes con la realidad del aún insipiente sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación, o de lo contrario seguiremos confundiendo movimiento con progreso, como bien lo señaló Peter Drucker: “moverse no implica necesariamente avanzar”.

Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es director de Spark UP y académico de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana. Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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