Aunque a algunos estadounidenses la muerte de Soleimani pudiera parecerles justificada —o incluso buena—, no será un gran problema para Irán. Ya reemplazaron a Soleimani y lo más probable es que el conflicto no cambie mucho, salvo que el pueblo iraní y sus partidarios estarán furiosos y dispuestos a cobrar venganza. Las fuerzas de seguridad iraníes juraron vengar la muerte del líder. Los mártires son personajes poderosos y por lo tanto, al morir, Soleimani podría inspirar a los iraníes a apoyar un nuevo enfrentamiento con Estados Unidos.
Es difícil imaginar un acto análogo contra Estados Unidos, pero los iraníes podrían decir que el asesinato de Soleimani representa algo como un ataque letal contra, digamos, un líder famoso de las fuerzas armadas estadounidenses. Pensemos en cómo reaccionarían los estadounidenses a un incidente de ese tipo y podríamos empezar a comprender por qué los líderes anteriores, actuando con base en información obtenida tras seguirle la huella durante años, no optaron por matar a Soleimani.
Mientras los cohetes de Donald Trump llovían sobre la caravana de Soleimani, el mundo se volvió al instante un lugar más peligroso y el papel de Estados Unidos en Medio Oriente se volvió menos cierto. Tras haber invadido Irak con el argumento deficiente de que poseían armas de destrucción masiva y eran culpables de los ataques del 11-S, la guerra de Estados Unidos en Irak costó cientos de miles de vidas y billones de dólares. Es seguro decir que el mundo entero está harto de las guerras de Estados Unidos en tierras musulmanas. La idea de que Estados Unidos se involucre en más conflictos, ahora con Irán, es casi inimaginable.
OPINIÓN: Qasem Soleimani en el ticket electoral Trump-Netanyahu
Pese a todo, con Donald Trump en la Casa Blanca, lo que ha pasado parece inevitable. Tiene la costumbre de manifestar posturas simplistas e incluso descabelladas respecto a problemas complejos y presentar soluciones dignas de un creador de consignas publicitarias. Durante la campaña electoral de 2016, especuló que los refugiados sirios eran un ejército invasor secreto y juró expulsarlos a todos.
Cuando resultó electo, trató de implementar una "prohibición a los musulmanes", una restricción a la entrada de viajeros de ciertos países, muchos mayoritariamente musulmanes. Luego, empezó a arremeter contra los aliados de Estados Unidos, particularmente la OTAN, mientras provocaba a enemigos peligrosos como Corea del Norte .
Al negarse a "actuar presidencial", como se podría decir, prácticamente reafirmó el temor generalizado de que no puede funcionar como líder sensato del país más poderoso del mundo.